El artesano más joven del Kaiku está en Baztan

Iriartekoborda un caserío forrado de piedra con corazón de madera. En la cuadra donde hasta hace unos años dormían las vacas pirenaicas Ion Dufurrena Iñarrea ha montado un taller de carpintero; de los de antes, con herramientas que precisan de manos que las manejen lento, con madera de abedul (urkia) o de boj (ezpela) que ha traído de los montes del entorno en días de luna creciente; apenas hay cables y la luz que asoma tímida por las pequeñas ventanas concede una atmósfera sosegada. Allí explica Ion que es una de las seis personas apellidadas Dufurrena en España y todas están en su familia más próxima. “Parece una derivación del apellido Dufur, de la zona de Baigorri, que está extendido en Burguete. En el caserío de mi abuelo eran nueve hermanos, los seis hombres marcharon a Estados Unidos, el mayor con 16 años, sin saber leer ni escribir; las mujeres se quedaron. De los tres, a uno lo mataron y tres regresaron, pero solo se casó mi abuelo”, desgrana una historia de novela, la una de las primeras familias baztanesas que emigraron al continente americano. Ion Dufurrena, 42 años, tenía 3 cuando le regalaron su primera herramienta, un alicate que todavía conserva en el taller. Como todas las que llegaron después, en cada cumpleaños, en todas las noches de Reyes, “siempre pedía lo mismo”. En casa le contaron que su bisabuelo hacía kaikus, igual que el abuelo. Él muestra ahora a las visitas que llegan a Iriartekoborda un modo de hacer que riñe con las prisas. Pero quien le enseñó a moldear el milenario recipiente para ordeñar ovejas, “el mejor diseño del mundo, dicen”, fue Santiago Oteiza, paisano de Erratzu, que sigue en la tarea. “Siempre me gustó la madera, desde niño y todos los sábados iba a casa de Santi y pasaba horas con él”, describe esas cuatro manos que sostienen un oficio entero. “Está él, otro en Zubieta y uno más en Ultzama”, y el propio Ion, el más joven de los artesanos. “Lo tenía como una afición, soy ganadero, como lo era mi padre, pero hace dos años supe de unas ayudas a la diversificación, monté el taller y me incorporé como artesano para poder tener licencia y vender en ferias...”, explica que ofrece visitas guiadas, abre las puertas de su casa a todo el que quiera, la entrada que es como un coqueto museo con kaikus y otras piezas que lo acompañan y luego el taller. Todo es un legado, como lo son los nombres de las herramientas y los utensilios que emplea y los que elabora. Algunos han sido relegados hasta por el diccionario. Por eso escuchar a Dufurrena pronunciarlos: Abatza, Zimitza... es un regalo para los oídos. El kaiku es hoy elemento decorativo, en parte por los infinitas exigencias para adaptarlo a usos culinarios. Pero subraya Dufurrena su carga simbólica: “Es, junto con el euskera, prácticamente lo único singular de aquí,. Y muestra los dos que acaba de hacer. “Van a Estados Unidos, como regalo de una boda de gente de Erratzu que tiene familia allí”, repara en otra forma de apuntalar vínculos, al menos no dejar que se resquebrajen. A EXPENSAS DEL CLIMA Ion no esconde los contratiempos de una tarea supeditada a los vaivenes de la naturaleza. “Mira, esta madera que había vaciado para hacer kaikus está rajada, vinieron varios días seguidos de viento sur y adiós”, señala cómo influye el clima. “Son horas de trabajo, unas ocho para cada kaiku, antes y después de los 40 días en que la madera reposa. Se van al traste si el tiempo se tuerce, por eso cuando te preguntan precio... en fin. Yo cobro 15 euros la hora, pero no cuento todos los imprevistos. Me gusta esto, no hay otra”, resume que no se hará rico, pero disfruta con una forma de trabajo que ha elegido. Exprime ese tiempo en el taller. Nunca pasa frío, ni en el corazón del invierno. “Es una tarea física, a veces escucho la radio, otras veces nada, solo el sonido de la madera en contacto con la herramienta”, comparte. Este fin de semana participa en los Días Europeos de la Artesanía en Saint Martin D’Arrosa, también con algunos de Navarra, como la forja de Ayegui o Barrikupel. Al oscuro regresará a Erratzu, hay que atender el ganado. “Ahora en los pueblos hay poca gente, mucho tráfico y coches, eso sí”, cuenta de los días en que necesita ayuda de vecinos para trasladar el ganado desde la cuadra a los pastos. La cascada de Xorroxin es solo uno de los atributos del valle, que atraen a ojos ávidos de otros paisajes.

El artesano más joven del Kaiku está en Baztan

Ion Dufurrena se escapaba de niño al taller de su paisano Santi Oteiza para aprender a tallar madera. Lo que era una afición se convirtió en un oficio que compagina con la ganadería en Erratzu

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