Olazagutía, al pie de la montaña

A medio camino. Así se encuentra Olazagutía en más de un sentido, pues como todo el mundo, están a medio camino entre la “nueva normalidad” y la pandemia. “Afortunadamente, el coronavirus apenas nos ha afectado”, asegura Miguel Ángel Camuel, y precisamente por eso, todos los habitantes mantienen la guardia alta para evitar que el virus encuentre un resquicio por el que propagarse en un pueblo con una población mayoritariamente envejecida. Olazagutía también está a medio camino de tierras alavesas, cuyo acceso ha estado prohibido por motivos sanitarios durante muchos meses. Una realidad que no ha sido fácil de llevar para muchos vecinos del pueblo ya que, desde siempre, están acostumbrados a cruzar la frontera como si fuera el umbral de sus casas, ya fuera para visitar Álava o para ir a las playas de Guipúzcoa. Y por último, Olazagutía se encuentra a medio camino de volver a disfrutar de las fiestas de Santa Ana, de las romerías, de las quedadas de las cuadrillas y del buen ambiente que reinaba en el pueblo hasta hace ya más de dieciséis meses. Según confirmó el teniente de alcalde Unai Ruiz Larraza, de tan solo 21 años, “la mayoría de los vecinos lo está llevando bien, pero es cierto que el cansancio por la situación es muy difícil de disimular”. Al igual que muchos otros pueblos de España y de Navarra, el enemigo número uno al que se enfrenta Olazagutía es la despoblación, el éxodo rural y la ausencia del relevo generacional que retome las actividades tradicionales. Los recursos con los que cuentan estos municipios son escasos: desde el año pasado, los ingresos han disminuido y los gastos se han mantenido sin dar tregua. Por ello, las autoridades destinan ese dinero a acondicionar y mantener las pocas instalaciones con las que cuentan, o a realizar pequeñas obras y reparaciones, como pintar pasos de cebra, ensanchar las aceras y peatonalizar las calles para que la gente mayor se pueda mover por el pueblo sin dificultades. En diez años, la población de Olazagutía ha disminuido en trescientas personas debido al éxodo rural, a la baja tasa de natalidad y a la alta mortalidad. “Un impacto brutal”, según los vecinos, “para todo lo que está relacionado con el pueblo, sobre todo en lo que respecta a la vida social”. Miguel Ángel Camuel tiene 67 años. Lleva haciendo disfrutar a los olaztiarras con su música desde que regresó de la mili con 22 años. Por si había dudas, sus dos nietos ya practican con la trompeta y el trombón, y Miguel Ángel confía en poder tocar con ellos algún día. “Sería una pena que una tradición tan bonita como las charangas se perdiera. Afortunadamente, en el pueblo tenemos algunos jóvenes a los que ya les ha picado el gusanillo de ir por las calles animando al personal”, comenta Miguel Ángel. Iosu López es un joven de treinta años que disfruta con todo lo que tenga que ver con la charanga: la fiesta, las comidas que hacen entre ellos y el buen ambiente. Ahora lo echa de menos, pero espera que pronto puedan volver a retomar esos divertidos y tradicionales hábitos. Los dos protagonizaron un evento histórico en la vida de Olazagutía: fueron los encargados de encender el cohete que iniciaba las fiestas de Santa Ana de 2019, las últimas antes de la pandemia. Unos meses después, ambos se conforman con poder volver a retomar los ensayos durante el próximo mes de septiembre. “Es verdad que también hay mucho miedo, porque no dejan de ser instrumentos de viento y el virus seguro que se propaga más fácil de esa manera”, asegura Miguel Ángel. De todos modos, ambos confían en poder volver a animar a los olaztiarras al ritmo de la música muy pronto. La charanga ‘La Cigarra’ tiene 45 años, y el nombre proviene del gran ruido que hacían los cinco primeros miembros. Actualmente la componen doce personas, y Iosu y Miguel Ángel tocan la trompeta. Antes de la pandemia, ensayaban una vez por semana durante todo el año, pero solo salían por las fiestas de Olazagutía: Santa Ana, carnavales y las romerías. Sin embargo, según cuenta Miguel Ángel, él y los miembros más veteranos viajaban a todas las fiestas de los pueblos de la Ribera. Se quedaban a dormir fuera y acompañaban a las comparsas de gigantes. Desafortunadamente, hoy en día es una actividad que es muy difícil llevar a cabo, porque los miembros tienen familias que requieren atención, trabajos y vacaciones. No obstante, ni Miguel Ángel ni Iosu se atreven a descartar la posibilidad de retomar los viajes a los pueblos cercanos por las inmensas ganas que va a tener la gente a partir del año que viene de salir de fiesta. ¿Cómo se encuentra Olazagutía tras estos meses de pandemia? Estamos a medio camino entre la situación pandémica y la nueva normalidad. Cuando parece que todo vuelve a ser como era antes, el virus se hace notar y tira por tierra los esfuerzos de la gente. Y eso que la incidencia, en términos de casos positivos, ha sido muy leve desde el principio. Esta semana se habrían celebrado las fiestas de Santa Ana. Así es, suelen durar 4 o 5 días, pero han sido suspendidas para evitar cualquier tipo de riesgo. El sábado hubo un poco más de ambiente por las reuniones de las cuadrillas, pero nada más. Ayer domingo hubo cine, y se llevan dando varios conciertos durante el resto del verano, pero ninguno que invite a la población a animarse más de lo debido. Respecto a los jóvenes, ¿cómo están afrontando esta situación atípica? Hacen lo que pueden. Es inevitable que se junten con sus amigos y sus cuadrillas con mucha frecuencia. ¿Se están produciendo botellones? No, salvo la excepción del sábado 24 porque se juntaron varias cuadrillas, algunas incluso de fuera del pueblo. Ha sido la primera vez en todos estos meses y no se volverá a repetir. ¿Tenéis alguna propuesta o reflexión para el futuro? El pueblo ha cambiado mucho. Por motivos obvios mucha gente se ha quedado aquí sin poder ir a ningún otro lado, y eso ha facilitado que nos conozcamos todos un poco mejor. ¿Se está llevando a cabo alguna obra o reparación? No. Lo único en reparaciones ahora mismo están siendo las parcelarias. Pero siempre hay cosas que se pueden arreglar, acondicionar y mejorar. ¿Qué sensaciones tenéis de estos dos años en el cargo? Está siendo una legislatura rara y atípica porque es difícil combatir contra la incertidumbre del día de mañana y es imposible programar eventos. ¿Cuáles son las mayores preocupaciones del Ayuntamiento? La pandemia y la despoblación. En diez años, Olazagutía ha perdido trescientos habitantes.

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