Obituario
Francisco Javier Marcilla Catalán, agustino recoleto de Corella

- Luis Landa Elbusto
Dice san Agustín (año 421) que el amor se manifiesta en las personas que tienen capacidad de ayudar a los débiles, de llegar a los desamparados y necesitados y tienen ojos para ver la pobreza y el sufrimiento. Esta frase antológica del obispo de Hipona resume la trayectoria del P. Marcilla: absoluta dedicación a los demás.
Francisco Javier nació en Corella el 7 de diciembre de 1963, hijo de Santiago y Antonia. Realizó sus estudios primarios en la escuela pública de la ciudad. Atraído por la vocación religiosa de su hermano Santi (+) y de sus primos Tomás (+) y Miguel (+) en la orden de agustinos recoletos, ingresó en los colegios de Lodosa y Fuenterrabía (1969-1980); realizó el noviciado en Monteagudo y cursó la filosofía y teología en Marcilla (1981-86). Al siguiente año fue ordenado sacerdote y posteriormente se trasladó a Roma para licenciarse en filosofía en la Universidad Gregoriana.
El P. Javier repetía muchas veces la frase de su fundador san Agustín, natural de Tagaste (Argelia): “Nadie niega a Dios, sino aquel a quien le conviene que Dios no exista. Porque no hay vida sin amor y, si no hay amor, ¿para qué sirve la vida?”.
Pero su mayor labor la llevó a efecto como educador, profesor y director, con proyectos innovadores, en los colegios agustinos de Valladolid, Romareda de Zaragoza y san Agustín de Chiclana de la Frontera en Cádiz (1996-2022). Sin olvidar su paso por la parroquia Sagrado Corazón de Chihuahua (México) y la iglesia de San Sebastián en Chiclana (2017-2023), donde se volcó con los más necesitados.
Como buen ribero, era una persona “rocera”, sencilla, delicada y afable, acercándose en su ministerio pastoral a todos los parroquianos. Javier no se conformó con licenciarse en filosofía, sino que también cultivó otras ramas, de manera que devoraba cualquier libro que le fuera positivo para su formación permanente.
Era un enamorado de Corella, donde visitaba con frecuencia a sus hermanas Mari y Villar, así como a sus primos Charo, Amalio (+), Ascen, Ángel…
En sus ratos de ocio era un especialista en el arte del origami japonés o papiroflexia, donde con el plegado de papel obtenía auténticas figuras escultóricas, que servían de admiración a niños y mayores.
El P. Javier tenía en su mente un mundo de ilusiones y de realidades, pero un cáncer de pulmón (2023) le llevó a dedicar los últimos meses a tratamientos de radio y quimioterapia en la Clínica Universidad de Navarra, en Pamplona y Madrid. Su cuerpo se fue deteriorando y, a sus 59 años, falleció por una parada cardiorrespiratoria, el pasado 10 de mayo. El jueves 11 de mayo tuvo lugar la misa funeral en la iglesia de los agustinos recoletos de Marcilla, repleta de familiares y amigos, con 25 sacerdotes concelebrando. Al siguiente día se celebró una misa en la parroquia san Miguel de Corella, con asistencia masiva de fieles. El cuerpo de Javier descansa en el camposanto de Marcilla, pero su recuerdo permanece vivo, porque la muerte no existe mientras te recuerdan y esperas la vida eterna.
Como resumen, el filósofo san Agustín nos apela a los que sentimos la pérdida de Javier Marcilla: “No llores, no cierres tu mente ni sientas el vacío; al contrario, sonríe, ama y sigue haciendo el bien. El camino ya está señalado para cada uno de los mortales”.
*El autor es amigo del fallecido
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