Judith Torrea, periodista navarra: "Estoy orgullosa de ser la hija de la sirvienta"

Es indomable. Ese espíritu libre, esa vorágine humana llamada Judith Torrea no ha conseguido que nadie la calle. Sus palabras son balas. Su periodismo está en vías de extinción. A un alma así es imposible atarla en corto, que se ciña a una entrevista tradicional. Tiene tanto que contar, guarda tanto también... Habla con entusiasmo, pronuncia cada letra. Quiere transmitir con sus palabras y con sus silencios. Convive con el horror y la muerte, pero cuando se le quiebra la voz es al hablar de su madre, Paquita Oiz, de su abuelo, José Oiz, o de su pueblo, Ilarregi (Ultzama). El pasado 27 de marzo regresaba a su Navarra para recibir la Cruz Carlos III el Noble de manos de la presidenta María Chivite. A punto estuvo de no venir, por su precaria situación económica, pero finalmente se decidió por la mediación de María Aranzadi y su hijo, Oihan Iturbide (a los que agradece inmensamente) y por hacer feliz a su madre. Los méritos de Judith son incontables, pero ella detesta ser protagonista. Premiada con el Ortega y Gasset 2010 y autora del libro 'Juárez en la sombra', reside en la ciudad fronteriza desde 2008 y es la única reportera extranjera que informa desde el lugar, uno de los más peligrosos del mundo, con cerca de diez asesinatos diarios. México es el país no en guerra con más homicidios y también donde son asesinados más periodistas. Y en ese escenario vive ella, que por timidez y por protegerse evita hablar de sí misma: “El periodismo es servicio público, no salir en entrevistas”. Acostumbrada a las amenazas y al peligro, su visita a Pamplona le conectó con sus orígenes y sus emociones. Su teléfono, su celular como le llama ella, no deja de sonar durante la entrevista. Son personas que necesitan ayuda. El prefijo es de México. ¿Su vida es siempre así, ayudando a gente que le cuenta historias? Los medios han cambiado muchísimo. A mí me han robado mis equipos varias veces. Un equipo de televisión es caro y el teléfono me permite pasar desapercibida, salir corriendo, saltar unas piedras... Es más ágil, no pesa y es la manera más fácil de hacer los Instagram live. Es directo y tienes un poder impresionante. Las familias se conectan desde Nicaragua, Ecuador, Venezuela, Cuba, Perú... porque no saben dónde están sus familiares desde hace mucho tiempo. Lo último que sabían es que el coyote del crimen organizado les había dejado en un lugar. Puede pasar que les hayan robado el móvil, pero también que los hayan secuestrado para formar parte del crimen organizado. Hay gente que me dice que es periodismo que salva vidas y ahorra miles de euros en coyotes. Da escalofríos oírle hablar con tanta naturalidad de que le roban, que tiene que salir corriendo, o que matan a alguien mientras está en un directo. Desde fuera, puede causar fascinación, pero su realidad como profesional es la absoluta precariedad. Sí, sí. Yo no sé qué voy a comer cada día. Hago periodismo sin ningún tipo de apoyo económico. Soy una reportera independiente e intento buscar exclusivas para televisiones de Estados Unidos, porque si no son lo suficientemente buenas, ellos mandan a sus equipos de corresponsales. Yo vendo la historia y luego ellos por supuesto, desde Nueva York, ni me mencionan. Hace años no lo habría hecho, porque lo justo es que se te reconozca porque te estás jugando la vida. ¿Y no se siente usurpada? ¡No! Es un acuerdo al que una llega, así funciona. He aprendido que en este mundo se funciona con enchufes. Yo pensaba que lo importante es hacer el trabajo lo mejor posible, primero por respeto a la persona que te da su tiempo y su historia, y segundo por respeto a ti misma y la misión del periodismo. Pensaba que así podría conseguir un dinero justo, pero me he dado cuenta de que no. Lo más importante no es ser bueno en el trabajo, sino tener un padrino o acostarte con un jefe. Lo digo porque me ha pasado. Si no tienes un padrino, eres la primera de la que se deshacen. Pero no me gusta pensar en esto. Cuando consigue vender unas imágenes a Estados Unidos, ¿qué ocurre? No sale mi nombre. Y los precios son de México, me ven como periodista local. Está muy mal pagado. Pero es lo que me ayuda a hacer lo que hago, lo que siento que es el periodismo que hay que hacer. Si ves a una persona que se cae por un terraplén y le das una soga para salvarle la vida es como darle una buena información en una situación de conflicto. Si le das una mala, se la arruinas completamente. Por ejemplo. El gobierno de López Obrador (actual presidente mexicano) anunció que iba a proteger a los migrantes sin documentos que iban a la frontera porque los estaban secuestrando. A mí me pareció surrealista. Las personas que me siguen me contaban que era la policía la que los había secuestrado. Los metieron a todos a un albergue, pero se escaparon y se echaron al río para cruzar ilegalmente a Estados Unidos. Yo tomé esas imágenes y cuando iba con ellos para entrevistarles se me ocurrió decir: ‘Quien ha sido secuestrado que levante la mano’. Y todas las manos se levantaron. Ésa fue la prueba de que esas 2.000 personas habían sido secuestradas y que el comunicado estaba lleno de mentiras. Lleva muchos años denunciando la mal llamada ‘guerra contra el narcotráfico’. Hace 14 años, fui la primera periodista que denunció que no lo era, sino que se quería para apoyar al cártel de Sinaloa del Chapo Guzmán. Yo tenía pruebas y lo veía todos los días. No era una guerra, a la guerra vas con armas. Los asesinados no las tenían. Hice mis investigaciones y todo me llevó a pensar que el gobierno de Felipe Calderón (2006-2012) estaba apoyando al Chapo Guzmán. Había acabado el mandato del PRI, llegó el PAN de Vicente Foix (2000-2006) y cambiaron de cártel. Al final, el narcotráfico es un negocio. Calderón hizo después lo mismo. Conté todo esto en el blog Ciudad Juárez, en la sombra del narcotráfico, pero no pude vender mis investigaciones a los medios tradicionales porque decían que era mentira. Se refirió a esto en el discurso que dio al recibir la Cruz de Carlos III el Noble. Fue improvisado, porque estaba muy cansada, llegué dormida. Pero quise decir que este año había sido muy importante para mí porque la corte de Brooklyn declaró que Genaro García Luna, mano derecha de Calderón, era el operario de la guerra contra el narcotráfico. Era lo mismo que yo dije. No me lo podía creer. En la sentencia se decía que había sido un traidor a la patria y había pertenecido al cártel de Sinaloa. Murieron miles de personas por apoyar a este cártel. Calderón está ahora en Madrid porque es muy amigo de Aznar. Va a ser muy difícil que lo juzguen en México. Yo seguí el juicio de García Luna en Nueva York como pude y para mí fue el mejor reconocimiento. Es un trabajo en la sombra, nadie se ha acordado que yo lo dije hace 14 años. Y por contar aquello dejé mi trabajo de Nueva York y vine a Juárez, porque para mí el periodismo tiene que ser misión, hagas lo que hagas. ¿Por qué una mujer que denuncia una corrupción a escala internacional, con tanto dolor y muerte, se acuerda de su pueblo natal, Ilarregi, de su abuelo o de su madre en su intervención? ¿Por qué lo que le hace emocionarse es recordar de dónde viene? Porque todo lo que soy es por el sitio de donde soy. Es que mi vida ha sido muy dura... Cuénteme eso. Pff... Como me han pasado muchas cosas de niña, todo eso me ha hecho comprender muchas realidades. Ayer una profesora me recordaba cuando mi madre decía: “Judith va a hacer FP porque no puede ir al instituto, no hay dinero. ¡Y quiere ser periodista! ¿Cómo va a ir a la universidad?” Y yo le dije a mi madre que iba a luchar, que trabajaría en todos los trabajos posibles. No era tan buena estudiante, había tantos problemas en casa. La separación de mis padres fue muy difícil, porque en aquellos tiempos no se separaba nadie. Se separaba Julio Iglesias. Mi madre fue una pionera porque hay muchas cosas que no hay que aceptar en la vida. Yo iba a la escuela y aquello me marcó. ¿Por ser hija de padres separados? Sí. En aquellos tiempos, era una cosa... Y quise recordarlo en el discurso, porque casi no vengo... No vine por mí, sino por las personas que me han dicho que me quieren ver, que me decían que yo les había inspirado. Yo no me fijo en los apellidos de las personas, trato a todo el mundo de la misma forma, porque no elegimos dónde nacemos ni en qué familia. Y eso marca muchísimo nuestro destino, para bien o para mal. Comentaba que no había dormido apenas antes de recibir el premio y eso le influyó en su cansancio al improvisar el discurso, pero tenía delante a alguien que le inspiró. Sí... cuando venía pensaba: “¿Qué ropa me pongo?” Yo no tengo casi ropa. En Ciudad Juárez trato de pasar lo más desapercibida posible. Y me traje la ropa más importante: la txapela de mi abuelo, el pañuelo de San Fermín con el escudo de Pamplona -se rompe entre lágrimas por la emoción-, una blusa de México que me regaló una de mis mejores amigas, Tita, una chaqueta que me compró mi ama hace muchísimos años... Quería llevar algo de los dos mundos. El símbolo de la ropa es la fuerza que te da. Y como no sabía de qué hablar, expliqué eso, que tomaba la cruz con honor del que regresa, que había miles de personas que podían recibirlo y se acordaron de mí, pero también con la emoción de quien sabe quién es Carlos III el Noble, porque mi madre nos sacó adelante en un restaurante que se llamaba el Hostal del Rey Noble, con el sobrenombre de Las Pocholas. Y quiso agradecer a su madre. Lo hice desde el corazón. Mi madre nos sacó adelante sola trabajando de camarera y de sirvienta. Y dije: “Yo soy la hija de la sirvienta”. Y estoy orgullosa de ello. ¿Se siente unida por ello a las personas con las que habla? Claro... -dice bajando la mirada-. No está tan lejos de ellas. Para nada. Lo entiendo todo. Lo que siento es que si hubiera nacido en Ciudad Juárez y no en Navarra, una tierra tan rica y con tanta cultura... De niña me hice simbólicamente donante de mi cuerpo en la Tómbola de Cáritas. El sistema público de escuelas te permitía de manera gratuita acceder a la educación. Quizá sería la hija de una desaparecida, porque muchas de las desaparecidas trabajaban como mi madre, en casas buenas de la ciudad. ¿Suele pensar en ello? Que si hubiera nacido en Ciudad Juárez estaría muerta, desaparecida, violada... Sí, sí. Siempre intento ponerme en la situación de la otra persona. En su regreso a casa, en el aeropuerto le abrieron la maleta. Llevaba la txapela de su abuelo que lució en Pamplona, un pañuelico rojo, un queso del Roncal y una txistorra. ¿Por qué llevaba la txapela de su abuelo? Yo soy lo que soy por ser navarra. Cuando yo era niña, aprendí a leer y a descubrir el universo a través de la ceguera de mi abuelo, que se quedó sin sus dos ojos por salvar a una persona desconocida. Después llegó a Ilarregi y se conocieron, era un señor guipuzcoano. En Ilarregi, un pueblo de 14 casas en el norte de Navarra, la única persona que estaba suscrita a un periódico, el Diario de Navarra, era mi abuelo. Estaba a su nombre: José Oiz Etxeberria. Siempre tengo la imagen de mi abuela leyéndole el periódico por amor, porque no le interesaba nada -ríe-. En mi casa no había libros, sólo estaba la Biblia y el Diario. Cogí una silla, al lado del fogón, y le leía el periódico a mi abuelo. Era una niña de 6 años. No debía de entender nada y le hacía muchas preguntas, si había matado a alguien, cómo era la guerra. Yo le abría los párpados y no tenía ojos. Era alegre, optimista, no se quejaba de nada. Y se casó con mi abuela sin verla. Descubrí el universo con mi abuelo, me expuso a unas realidades que no me tenía que haber expuesto. Así que quiso tenerlo presente al recibir el premio. Recuerdo que cuando conseguí las prácticas en Diario de Navarra, algo que me resultó muy difícil, los editores me decían: “Escribe como si te fuera a leer tu abuela”. Y yo realmente estaba escribiendo a mi abuelo, aunque murió poco después. Una vez le estaba leyendo un artículo y me dijo: “Recuerda devolver la voz a quien se le arrebata”. Tenía unos valores impresionantes. Había vivido un horror en la guerra.. Y por eso quise destacar en mi vuelta a mi abuelo y a mi madre. Ella no quería que fuese periodista, porque me iba a morir de hambre.

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