"No podremos vivir si la red ‘Apoyo Mutuo’ desaparece en junio"

Las gafas de Sallah se perdieron en el fondo del mar. Entre África y Europa. La patera zozobró y su vista se nubló al aferrarse a la madera hinchada de la huida. Era de noche y las siluetas se difuminaron mientras la embarcación recibía bandazos. Una vez en tierra, sin lentes y con un dolor de cabeza que no daba tregua, buscó el norte y llegó a Navarra. Aquí se encontró con compatriotas en la misma situación irregular. Ellos le hablaron de un lugar donde hombres y mujeres de diferentes nacionalidades, voluntarios y voluntarias, ayudaban a jóvenes como ellos. Sallah no tardó en encontrar este recóndito enclave situado en la planta baja de un edificio, en el barrio pamplonés de la Rochapea. Un rótulo en el dintel de la entrada, tallado en madera, lo confirmó. Se encontraba en la Asociación Apoyo Mutuo- Elkarri Laguntza. Era invierno, llovía, y esa noche Sallah había vuelto a dormir en la calle. Aterido por el miedo, atravesó el umbral del local, se arrodilló frente a una estufa de leña, extendió las manos enrojecidas y sintió la primera brasa de vida tras meses de viaje. En ese momento, se le acercó María, una de las voluntarias, con un café con leche bien caliente. Bebió y luego habló. En un mal castellano, contó que procedía de Argelia y que desde niño, hasta los 17 años, había trabajado en un pesquero. Era muy habitual ver a los niños en Marruecos y Argelia faenando en barcos, aclaró. También les dijo que en la patera había perdido las gafas y que le dolía la cabeza. Tere González y Mikel Otazu, coordinadores de la entidad, escucharon con atención, tomaron nota, pidieron cita al médico y le acompañaron días después. Así es como Sallah recuperó la sonrisa y las gafas. Esa misma mañana también entró una pamplonesa de 63 años. Antonia necesitaba alimentos y compañía. “Si no fuera por vosotros no podría comer”, sonrió agradecida y la voz rota. Luego llegó un matrimonio del barrio, de 79 y 80 años. Uno de los voluntarios encontró a la mujer entre contenedores de basura. “La pensión no es suficiente”, se disculpó. Las historias se encadenaban... Meses después, durante un nuevo reparto de alimentos, la amenaza llamó a la puerta de esta asociación. “Debéis abandonar el edificio”, les comunicó la empresa constructora Obenasa. Y surgió una pregunta. -¿Qué pasará si desaparece Apoyo Mutuo? -Significaría que mil personas van a tener dificultades para alimentarse, abrigarse y recibir acogimiento. Intentamos ser optimistas. Hemos hablado con el alcalde, Enrique Maya, y nos ha prometido que nos ubicará en otra nave municipal por lo menos tres años más. En cualquier caso, es muy triste que tenga que ser la sociedad civil la que se ocupe de las bolsas de pobreza. Deberían existir medios administrativos y ser los servicios sociales los que suplan nuestra actividad, pero para eso se necesita mucho dinero. UN BUROFAX SIN RESPUESTA Ha transcurrido un año y ocho meses de aquella promesa del alcalde y solo tres meses de que enviaran un burofax a Obenasa, empresa que exige el desalojo, pero no han recibido respuesta de ninguna de las partes. De hecho, han tenido que devolver una subvención de 40.000 euros del Gobierno de Navarra estipulada para el uso del nuevo local. Esto significa que la guillotina de la incertidumbre cae a toda velocidad, puesto que en junio deberán desalojar el edificio IWER. “Estamos abocados al cierre”, confirman los coordinadores. “Después de construir una red y tener tanto voluntario dispuesto, que nos falle ahora el local... Pensamos que moriríamos por otras circunstancias, ya que las realidades son duras, pero que sea porque no nos reubican. Un día vinieron y nos dijeron: ‘Aquí va a ir una residencia de ancianos”. El tono de Tere y Mikel se mantiene sereno a pesar de las circunstancias. “Se nos conduce al cierre mientras se favorece la venta de todo el edificio de IWER a diversos fondos de inversión que exigen que aquí no haya inquilinos. Estamos hablando de 30.000 m2 de locales (planta baja es de 15.000 o más), sin posibilidad de acceder a 300 m2 para seguir dando alimento y ayuda a 310 familias que reúnen a 952 personas y a 130 jóvenes migrantes en situación irregular. A todo esto, hay varias naves municipales que se quieren derribar, en lugar de reformarlas, para construir una plaza de 4.000 metros. ¿Para qué quiere la Rochapea semejante plaza? Esto es una locura. Si no encontramos solución vamos a solicitar al Gobierno de Navarra poder utilizar 300 m2 de las antiguas oficinas de empleo en la Calle Errotazar, que no se usan y están cerradas”. 23 DE MARZO 2023 (11 HORAS) El jueves, 23 de marzo de 2023, Diario de Navarra volvió a acercarse a la cola del hambre, en la explanada del edificio IWER, y lanzó la misma pregunta de entonces: “¿Qué sucederá si desaparece Apoyo Mutuo?” Un día antes del reparto, el Defensor del Pueblo en Navarra, Patxi Vera, compareció en el Parlamento foral para presentar el informe del Defensor correspondiente al año 2022, y expresó su voluntad de “mantener una actividad proactiva” en el ámbito social para supervisar que “sea cierto que no se deja a nadie atrás”. Para ello, visitó 27 entidades sociales que “trabajan en primera línea” y ayudan a personas que viven en Navarra en situación de pobreza o exclusión. “Personas que están más en riesgo de que se vulneren sus derechos”, apuntó. Vera admitió sentirse “orgulloso” de que en la Comunidad foral “exista una malla de entidades sociales que se complementan y que es una red de protección” a colectivos logrando “evitar que estas personas caigan al fondo”. No obstante, recordó que “cubren servicios que debería dar la administración y no el voluntariado”. Son las once de la mañana. Las voluntarias y voluntarios se preparan para entregar algo más que una caja de frutas y verduras. “Nuestro desalojo va a provocar muchos problemas psicológicos en toda esta gente”, advierten frente a 250 canastas colmadas con lechugas, acelgas, mandarinas, peras y bollería. “No ha llegado nada más”, lamenta Eduardo, organizando las entregas. La fila se retuerce entre vehículos aparcados y Tere pide que se alineen a lo largo de la sombra de uno de los muros. Rosa, de 66 años, suspira, se encoge de hombros. “Llevo viniendo seis meses, cobro una pensión de 480 euros y tengo muchos gastos en casa”. Otra voluntaria, Dora, se lleva las manos al rostro. “¡Solo nos quedan tres meses! ¡Madre de dios! Me he quedado sin palabras al escuchar la pregunta”. Gestos de preocupación. Silencios. “Pero si otras organizaciones que reciben subvenciones nos mandan a gente para que nos ocupemos de ellos. Aquí solucionamos lo que la administración debería solucionar”, evidencian. “Y todo esto va a peor. Porque cada vez recibimos más personas y menos alimentos”. Una mujer de 79 años interrumpe la conversación. “ Soy de Ansoáin de toda la vida”, murmura Dolores. “¿Queda algo?”. María le ayuda con el carrito de la compra. “¿Que esto va a desaparecer? ¿Y qué voy a hacer con mil euros que cobro? Tengo tantos gastos… Hemos dejado de comer tantas cosas para poder pagar el gas y la luz. Al final, lo que se reparte aquí me ayuda a respirar unos días”. Mujeres con hijos. Luces y sombras. “Solo esperamos un poco de humanidad de los políticos o de quien sea”, recupera Dora el hilo de la pregunta. También interviene Fina, otra voluntaria. “La desaparición de esta red de apoyo solo traerá más miseria, más enfermedades, más depresiones…”. Sus palabras van más allá. “No sé lo que está pasando pero no recibimos alimentos como antes. No hay ni aceite”, vuelve a intervenir Eduardo, el voluntario. Aparece Joel, un hombre de 50 años con una bolsa reutilizable en las manos que estruja hasta convertir en un ovillo. Parece nervioso. Conversa con Miguel (voluntario). “Estoy muy cansado de que las trabajadoras sociales de mi unidad de barrio no hagan nada. Tienes que contarles tu vida, a una y a otra, y no hacen nada. Encima tienes que aceptar que te digan que no ahorras. ¿Cómo voy ahorrar sin empleo y con mi mujer trabajando de interina, que gana mil euros al mes, y pagando un alquiler de 750? Somos tres en casa”. Se emociona. Traga saliva. “Gracias a esta caja tenemos para una semana... Y si desaparece, pues tendremos que ir al basurero a comer. Porque uno come todos los días”. RIM, LA BEBÉ DEL REPARTO Asmaa y su bebé, Rim, se sientan al lado de un montón de cajas con mandarinas. Tere se interesa por el estado de la recién nacida. Asmaa cuenta que su hija nació en febrero y que ese mes fue el último que cobró la renta garantizada. En cualquier caso, dice, le han asegurado que activarán una ayuda de emergencia en mayo pero hay que vivir hasta entonces. Sonríe con cierta amargura. María comenta que no hay leche para bebés ni potitos. Tampoco pañales. Asmaa y Rim viven en una habitación. Por detrás de Asmaa, un hombre esquiva al periodista. Se aleja dubitativo pero finalmente vuelve. Tiene 56 años y se encuentra con su pareja. “Por favor, no nos identifiques. Somos de Pamplona y en esta ciudad nos conocemos todos”. Se acercan al mostrador y supervisan los alimentos. “Hay mucha bollería y soy diabético. La renta no da para mucho y encima va con retraso”, admite. “Todo esto nos alivia unos días, pero como desaparezca esta asociación será un caos. Muchos no podremos vivir. Aquí recibes alimento y también ayuda de otro tipo. Porque tenemos una edad en la que nadie te quiere para trabajar y te vuelves invisible. Nunca pensé acabar aquí”. Más allá del reparto, en una nave anexa habilitada como ropero, Carmen y Yoe buscan prendas para sus hijos. “Esta sociedad solo te permite sobrevivir de dos maneras: trabajar mucho y de forma precaria, lo que te obliga a abandonar a tus hijos; o bien apoyarte en recursos sociales como Apoyo Mutuo y así poder trabajar menos horas para poder estar más tiempo con nuestros hijos”, explica Yoe, madre de dos niños, de 7 y 11 años, que trabaja por horas en una empresa de limpieza. A la una de la tarde, la conversación regresa a la misma mesa en la que Sallah recuperó la sonrisa. “Este año teníamos la intención de pedir una subvención para leche y productos higiénicos y sanitarios, porque a las mamás no les llega”, explican ambos coordinadores. “Nos da la impresión de que, en realidad, no importa que el recurso se pierda. Somos la parte de la ciudad que no se ve. La que además no protesta. La que no tiene tiempo para protestar porque andan locos por sobrevivir”. -¿Cómo se vive en esta parte de la sociedad que no se ve? -Cuando en 2017 salimos a la plaza del ayuntamiento a plantear que un montón de mujeres vivían en habitaciones, parecía que el problema se daba a conocer en ese momento. ¡Y no, qué va! Todo esto llevaba enquistado mucho tiempo. Y cuando empiezas a hablar con todas ellas, y te cuentan lo mal que se vive en una habitación… No te puedes creer que todo esto suceda en Pamplona. -Y estamos en plena campaña. -Pero nadie habla de rescatar las situaciones de pobreza. -Sin embargo, estamos hablando de que el 14% de la población de esta comunidad vive en situación de pobreza. -Somos una sociedad muy conformista e insensible. Incluso, para los sectores sociales más cercanos, que deberían estar pendientes de estas realidades, existe una barrera, un distanciamiento. No es comprensible que se actúe así. Se mide mucho el dinero que se invierte en rescatar la pobreza, cuando lo inteligente sería ir superando tramos de una desigualdad que estigmatiza. Es muy injusto. -¿Cómo? -Esto se debe traducir en políticas públicas de calidad. Por ejemplo, en formación y empleo para mujeres. No hay suficientes escuelas infantiles para que estas mujeres se puedan formar y trabajar. Se necesitan políticas más específicas para tramos de población. Pero políticas sencillas. BARRIO DE LA ROCHAPEA Una residencia de ancianos, apartamentos de lujo, un gran supermercado, un gimnasio, una plaza... Todo esto y mucho más ocupará el edificio IWER. Esto significa que, 45 o 50 entidades, entre ellas Apoyo Mutuo, desaparecerán de un barrio donde según un informe del Observatorio Social de Navarra, se alcanza el 26% de población en riesgo de pobreza y el 15% en situación severa. En la Rochapea sobreviven cientos de familias sin mucha ayuda, principalmente familias monomarentales, realquiladas en habitaciones de pisos patera, muchas personas migrantes que luchan por sobrevivir y ancianos que no cuentan con suficientes ingresos para cubrir las necesidades más básicas. “Estas personas no solo recogen alimento. Son y somos su red de apoyo. De acompañamiento. Lo piden y necesitan. Es tarea nuestra sensibilizar a la sociedad y aflorar estas problemáticas para pedir mejores servicios públicos. Y el año 2022 ha sido un año fallido para salir de la crisis”, recuerdan. “Supuestamente, con la inversión de fondos europeos que pretendían compensar las consecuencias de la pandemia, íbamos a salir de la crisis. Sin embargo, todo ello se ha ido al traste con los efectos de la guerra en Ucrania sobre la economía. Estamos hablando del incremento desmesurado de los precios, especialmente electricidad, vivienda y combustibles, pero también una cesta de la compra que resulta prohibitiva. Y nuevamente se identifica la pobreza con rostro de mujer”. Mikel y Tere siguen tirando del hilo. “Nacimos para cubrir la atención social allí donde la administración pública no llega o allí donde no reconoce o no ve bolsas de pobreza y vulnerabilidad de muchas familias en el corazón de Pamplona”, esbozan. “Nacimos para dar respuesta hace diez años a los problemas de vivienda. Y esta base es la que sostiene hoy a la asociación. Esto es un punto de encuentro donde abordar los problemas reales que tienen cientos de personas en el corazón de Pamplona. Vienen a por comida, pero no es solo eso. Esto es una red humana compleja de muchos años donde los propios afectados ayudan a otros afectados. Aquí se encuentran soluciones. Se confía”. RED DE HABITACIONES Respecto a la red de habitaciones para jóvenes migrantes en situación irregular, Apoyo Mutuo la tiene organizada en doce grupos de WhatsApp. “Muchos de estos jóvenes ilegales viven hoy en casas de mujeres nigerianas solas con hijos que han obtenido una vivienda”, señalan. “Los servicios públicos no ofrecen respuesta a muchas de estas situaciones que profundizan la desigualdad. Y, en lugar de tomar medidas públicas para rescatar las bolsas de pobreza, se da el visto bueno a proyectos que suponen el cierre de recursos sociales que resultan imprescindibles para este sector de la población que se mete a vivir en una habitación: sin contratos, sin recibos, donde le exigen pagar para conseguir un padrón de vecindad, donde no llega para dar de desayunar a los niños, donde hay horas de cocina y de ducha que se comparte, donde se arriesga dejando los niños y niñas solas en casa con desconocidos, mientras se hacen unas horitas”. La situación se ha agravado en Navarra, tal y como muestra la tasa AROPE (tasa de riesgo de pobreza o exclusión social) con respecto a 2020 (18,7%). Y esta situación “es aún más cruda en el caso de las mujeres, con una tasa del 20,6%”. Según el informe, más de 95.500 personas se encuentran en situación de exclusión social y/o pobreza en Navarra, lo que supone un incremento de 20.000 solamente durante el último año. Y dada la actual situación de inflación y crisis, advierten, los datos tenderán a empeorar si no se actúa con determinación. Asimismo, el informe del Observatorio de Emancipación informa de que los jóvenes deberían destinar el 69% de sus ingresos para pagar el alquiler de una vivienda.

"No podremos vivir si la red ‘Apoyo Mutuo’ desaparece en junio"

La asociación, que trabaja desde hace diez años en Pamplona y ha ayudado a 781 familias (más de 3.000 personas), deberá abandonar su sede sin que haya todavía un local para su traslado

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