“Navarra está en la primera línea de ayuda en la guerra de Ucrania”

A mandarinas y naranjas. Así olía la Navidad en Ucrania antes de la guerra. Por eso, Nadiya Sohor, ucraniana afincada desde hace veinte años en España (cuatro en Pamplona), soltera, madre de dos hijas y hostelera, además de fundadora de Alas de Ucrania, asociación a la que ya no pertenece, quiere recuperar esta fragancia de la niñez y hacerla llegar a su país en el próximo envío. Si todo marcha según lo previsto, un camión con 20 toneladas de ayuda humanitaria, cargado principalmente de regalos navideños donados en Navarra, partirá en unos días de Pamplona a Ucrania con el objetivo de celebrar la noche más mágica del año para los niños y niñas ucranianos: la noche de San Nicolás, el 19 de diciembre, algo parecido a los Reyes Magos. Los regalos, personalizados, los recibirán 80 desplazados en la localidad de Skole, al oeste del país. Esa mañana del 19 de diciembre, cuando los pequeños reciban los paquetes, quizá los tengan que abrir en los refugios bajo una lluvia de misiles rusos o esperando un inminente ataque, con el estridente sonido de las sirenas antiaéreas de fondo. Y al desenvolverlos se encuentren frente el espejo de una infancia perdida. La misma que disfrutaban hace apenas diez meses. En realidad, el camión transportará conservas, almohadas, fundas nórdicas y, si consiguen un donante, mandarinas y naranjas. “En Ucrania no hay mandarinas ni naranjas y es lo que siempre hemos comido en Navidad”, asiente Nadiya frente a una de las mesas de la cafetería y panadería que regenta su hija Elena en la calle Marcelo Celayeta de Pamplona. Esta mañana del último lunes de noviembre, el mercurio marca cinco grados en Pamplona y en Leópolis, su ciudad, ha bajado de cero. Nadiya, 58 años, viste de azul turquesa. En una de las uñas luce un corazón azul y amarillo y en sus lóbulos trepidan diminutos pendientes, también en azul y amarillo. Hasta la mirada se emociona en azul. “Mi nombre en árabe significa Esperanza”, sonríe, apoyando la mano en la mejilla. “Y nuestra primera misión se llamó Misión Esperanza. Todo lo que hemos conseguido es fruto de un intenso trabajo en equipo”, subraya. Las voluntarias y voluntarios de la Fundación Enfermeras de Navarra (FEN) se han encargado una vez más de organizar este reto humanitario. Y por segunda vez en menos de un mes regresarán al corazón del conflicto. Ellas lo harán el 15 de diciembre, en avión y coche, y una vez en la frontera continuarán con la mercancía. Se le nota especialmente preocupada. Esta noche apenas he dormido pensando en lo que se nos viene encima. Nos está llegando información de que Rusia ha acumulado muchas tropas en Bielorrusia para entrar por el norte pero que antes nos bombardearán. ¿Ha querido volver a su país como voluntaria en el frente de guerra? Sí, lo deseo cada día, pero me dicen que hago más falta en Navarra, gestionando ayuda, dando a conocer lo que sucede. El 24 de febrero se cumplirá un año de la invasión rusa. Ha pasado muy rápido y el sacrificio está siendo muy grande. Nunca imaginamos que íbamos a sufrir algo así. En el frente combaten la mayoría civiles: gente muy joven, estudiantes universitarios, hombres, mujeres... Lo mejor de Ucrania luchando por su futuro. Y muchos muriendo. Entonces, ¿qué debemos hacer? Tenemos que cuidar y educar a nuestros niños y niñas. Son nuestro futuro. ¿Cómo está la situación hoy? Mal, muy mal. Las cosas van a peor. Ahora, con el frío, sin luz, los bombardeos... Kiev antes de la guerra tenía cuatro millones de personas y en la actualidad solo un millón. Y Kiev, que es la capital que se supone más protegida, está sufriendo mucho. Imagine cómo se encuentra la población a pocos kilómetros de la frontera con Rusia. Es decir, en Kiev se está sufriendo lo mismo que en el frente. Ahora sí. Como Putin no puede avanzar con sus ejércitos se dedica a bombardear y a masacrar la población. No lucha contra soldados sino contra niños y ancianos. Quiere ganar sí o sí. Nos bombardea. Eso es terrorismo puro. Y desde la distancia, en casa, por las noches qué piensa. Pienso que tengo que estar ahí. ¿Dónde le sorprendió la guerra? Yo estaba en Ucrania el 20 de enero. Se respiraba tranquilidad. Nadie esperaba algo así. Por eso se formó aquel colapso en la huida, aquellas columnas de coches y mujeres, niños y ancianos tratando de salir del país. Y los rusos las bombardeaban. Lo peor de aquellos primeros días se vivió en Irpin, un barrio residencial a las afueras de Kiev, donde solo tenían un puente para escapar. Y destruyeron el puente en las primeras horas. La gente hacía lo que podía. Y llegaron los primeros refugiados. A primeros de marzo teníamos refugiados de Irpin y Bucha. Escuchábamos sus relatos y nos contaban que para poder escapar tuvieron que pisar cadáveres de niños y mujeres. Que tocaban los cuerpos para ver si estaban fríos o calientes. Una mujer me dijo: “Yo pisé a un niño, pero llevaba encima a otros dos niños. Solo pude tocar su mano y estaba frío. Está siendo todo tan doloroso… ¿Cómo empezó este torrente de solidaridad en Navarra? Con este móvil (lo muestra y sonríe). Creamos un grupo de WhatsApp de voluntarios. Al principio éramos diez. Y junto a otras dos mujeres fundamos Alas de Ucrania, una asociación con la que poder llevar esperanza y a la que ya no pertenezco. No sé cómo hicimos tanto en tan poco tiempo. En una semana conseguimos doce puntos de recogida en Pamplona y organizábamos a la gente. Era principios de abril y hacía mucho frío. En esta situación tan complicada, las mujeres ucranianas lo organizamos todo. El primer mes mandamos un camión y varias furgonetas. Nos juntamos con enfermeras, farmacéuticos, policías locales y otras organizaciones. Así nació Clúster SOS Ucrania. De esta manera, teníamos todo más organizado y profesionalizado. Con ellos trabajamos tres meses y luego empecé a colaborar con la Fundación Enfermeras de Navarra. Navarra se ha convertido en la primera línea de ayuda en el frente de guerra. Sin duda, la más grande e importante de España. Esto es lo que se piensa en Ucrania. Le vienen muchos recuerdos. El segundo día de guerra me encontraba en Cruz Roja con otra mujer. Aquellos momentos de desconcierto nos dejaron claro que no podían ayudar. No tenían un protocolo de actuación y no sabían qué hacer. Hemos sufrido mucho porque me parecía que no hacíamos lo suficiente. Encima, desde el Gobierno de Navarra nos decían que tampoco podían hacer nada. “No tenemos recursos”, respondían. Mientras tanto, desde Ucrania me escribían continuamente pidiendo ayuda. La mayoría de las 1.600 personas que han huido de la guerra estos diez meses han pasado por mis manos. Desde Navarra se ha ayudado a mucha gente, pero gracias a la sociedad civil. ¿En qué estado emocional llegaban? Desde Cruz Roja me llamaban con la traducción cuando llegaban furgonetas. Un día, una mujer vino con un niño y un gato. Y no quería deshacerse del gato para poder dormir esa noche en el hotel. Estaba zombi. Traté de convencerla de que me dejara el gato en mi casa, que se lo cuidaría hasta que se encontrara una solución por la mañana. Y ella me dijo: “Lo único que me queda es mi niño y mi gato”. Al final me llevé al gato. Me he encargado del cuidado de muchos gatos (sonríe). La guerra no queda tan lejos. La gente tiene que despertar. La guerra de Ucrania es una guerra en las puertas de Navarra. De nuestros hogares. No hay que olvidar que Zaragoza alberga una de las bases más importantes de la OTAN. Esto significa que si Putin bombardea las bases militares... mañana podemos despertar o no. Yo solo pido que la gente sea consciente de que todo es muy serio y que es nuestra guerra. Pero también la de Europa. También la de Navarra. Cuando un hermano o una hermana está sufriendo una situación tan extrema hay que ayudar. Y cuando uno se convierte en voluntario la vida cambia por completo. ¿Desde Navarra trabajan con asociaciones amigas en Ucrania? Junto a las enfermeras establecemos retos y los cumplimos. En Ucrania mantenemos relación con la organización ‘Mujeres por el futuro’, un grupo que antes de la guerra trabajaba principalmente contra la violencia de género. A ellas les enviamos los camiones y a su vez los conducen hasta adentrarse a pocos kilómetros de los combates. Esos transportes los conducen chicas muy jóvenes, sin chalecos antibalas y sorteando a los soldados rusos. Se meten de lleno en el corazón de la guerra y distribuyen todo lo que se dona en Navarra. Al llegar a los puntos de encuentro, otras mujeres se acercan con coches y furgonetas y la ayuda se reparte rápidamente. Las conservas navarras han entrado en Mariupol y Mykolaiv, ciudades arrasadas. Es decir, los niños están sobreviviendo gracias a la comida de Navarra. Por eso, cuando tengo un bajón pienso en ello. Y en todo lo que tengo preparado para llevar. ¿Cuál fue el chispazo que prendió este reto? Ahora estamos centrados en retos más pequeños y humanitarios. Como por ejemplo los juguetes. Se me ocurrió el día que visitábamos el Ayuntamiento de Pamplona, frente al alcalde Maya. Al escucharle decir que un empresario compraba regalos en Navidad para los niños más necesitados, se me ocurrió que igual se podría hacer algo así en Ucrania. Son retos llenos de bondad. ¿Tienen los regalos preparados? Sí, los tenemos guardados en una nave. Y nosotras estamos planeando viajar con ellos y ayudar en el reparto. Trabajamos con dos organizaciones amigas en Ucrania. Y Xristina, una de las coordinadoras, nos contó que tienen 560 niños y niñas bajo su custodia, 80 viven en Skole. ¿Qué supone un regalo para un niño que lleva sufriendo un año de guerra? En un día como San Nicolás, un regalo de Navidad simboliza que no están abandonados a pesar de todo lo que están sufriendo y que este mundo no es tan cruel. ¿Qué tipo de niños los recibirán? Los 80 niños y niñas de Skole tienen entre 6 meses y 16 años. No han podido salir de Ucrania porque están solos o porque sus madres no tienen fuerzas suficientes para escapar. Son personas sin voz. Apartadas. Personas que solo quieren recibir abrazos y sentirse escuchadas. Cuando les conocí por primera vez me quería morir de tanta tristeza. Vivían y viven en un palacio abandonado. Entre escombros. Y nos miraban a los ojos. Me abrazaban y me decían: “Dime que todo va a salir bien”. Allí tienen comida y ropa, porque la ONG de Xristina les ayuda, pero no tienen futuro. Se sentían animales tirados en un bosque. Navarra es su esperanza.

“Navarra está en la primera línea de ayuda en la guerra de Ucrania”

Desde el segundo día de guerra ha sido la persona referente de los envíos humanitarios de Navarra a Ucrania; siempre ha permanecido junto a las personas refugiadas, gestionando en la sombra

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