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Reflexiones de 30 años en la vida del emprendedor navarro Javier Mayo Mayo

Javier Mayo Mayo, fundador de la empresa JAR, relata en su libro ‘El voy y vengo de un vaquero’ parte de su trepidante vida, en la que ha acariciado sus logros y ha aprendido de los fracasos

Ampliar El rostro de Javier Mayo Mayo, en la portada de su libro 'El voy y vengo de un vaquero'
El rostro de Javier Mayo Mayo, en la portada de su libro 'El voy y vengo de un vaquero'Cedida
Publicado el 03/07/2022 a las 06:00
Los ojos y la voz de Javier Mayo Mayo transmiten sabiduría y emoción a partes iguales cuando habla de su vida y de 'El voy y vengo de un vaquero', el libro que ha escrito sobre un tercio de ella, el periodo que transcurre desde su niñez hasta la creación en 1969 de JAR, una empresa que hoy exporta productos de protección, señalización y construcción(su casco es el producto más emblemático) a los cinco continentes.
El relato de su vida, y del libro, arranca en Villava, donde se mudó con su familia a los dos años (nació en Sangüesa en 1938). A los 14 años puso fin a su etapa escolar y empezó a trabajar como vaquero a las órdenes de su padre, que le asignó el ordeño de tres vacas dos veces al día y el reparto de leche a domicilio. Hasta los 20 años estuvo alternando este trabajo con otros como vendedor de fruta, patatas y huevos.
Portada de 'El voy y vengo de un vaquero', de Javier Mayo Mayo
Portada de 'El voy y vengo de un vaquero', de Javier Mayo MayoCedida
Ya en esta época vivió experiencias que forjaron su personalidad. “Informado de la gran demanda de huevos en San Sebastián en esa época y de su alta cotización, compré varias docenas en Santo Domingo. Los llevé con un camionero de Villava y allí, tras muchas discusiones con los tres mosqueteros que había contratado, que resultaron ser unos maleantes, tuve que imponer mi carácter para explicar cómo se tenían que hacer las entregas y acordar su sueldo”, recuerda Javier Mayo.
La vaquería se fue a la ruina abatida por las enfermedades de los bovinos y junto con sus cuatro hermanos y sus padres se trasladó al centro de Pamplona, donde la familia adquirió en traspaso una tintorería. Pero las cosas no fueron bien y tras el fallecimiento de su padre a los 60 años, Javier decidió buscarse la vida en Monrovia y desde allí ayudar económicamente a la familia, Una decisión que la tomó “poniendo las luces largas”, como él mismo expresa, una actitud vital que se repetirá en muchos momentos de su vida.

Javier Mayo creó su propio lema personal: “Mi destino lo construí, no esperé a que llegara”

Como no puede ser de otra manera, su libro hace una importante parada en los 30 meses que pasó allí, donde hasta se contagió de malaria. Fue un periodo con momentos duros, ásperos y hasta sórdidos.
Javier Mayo cuenta, entre otros episodios en Monrovia recogidos en el libro, uno que ha marcado su vida: “Una compañera de viaje, Eulalia, murió allí en el hospital (un barracón donde todos los pacientes estaban mezclados y las familias comían en el suelo) por la malaria. Como único representante de ella, el celador me dijo que al ser blanca los servicios gratuitos quedaban anulados y que si quería que la enterraran había que pagar 75 dólares, ellos me indicaban el suelo marcado en el cementerio que estaba junto al hospital. Con la ayuda de Peter (compañero de habitación) y un boy de su trabajo nos dirigimos allí con el cuerpo envuelto en sábanas. Después de cavar el agujero que no se aproximaba ni de lejos a las medidas mínimas exigidas (terminaba en redondo y no tenía más de 80 centímetros de profundidad) tuvimos que enterrarla de pie, empujando la cabeza para abajo y tapando el agujero con al menos 20 centímetros de tierra, acompañados de calor, olor y moscas insoportables. Fue muy desagradable y me dejó un recuerdo muy triste. Que descanse en paz, Eulalia”.
Javier Mayo relata otra de estas experiencias: “Un domingo en la playa, Peter me propone atracar el Banco de Liberia: si aceptas ya somos tres, tú, yo y la metralleta.
¿Quién era Peter? Un personaje huido perteneciente a las SS de la Gestapo, de dos metros de altura, de entre 35 a 40 años y comandante médico, que dormía con la metralleta debajo de la cama. Un sábado durante la siesta volaron la puerta lanzándose sobre mí tres personas, una de ellas encañonándome la boca me partió dos dientes y me hundió la nuez, preguntándome dónde estaba Peter. Ante la insistencia de mi desconocimiento se marcharon quedándome cuatro horas llorando, bloqueado, sangrando y sin apenas poder respirar con la nuez que no volvía a su sitio. Busqué a Peter en una Vespa asegurándome de que no me seguían. Cuando lo encontré me posicionó la nuez. Despidiéndonos con un gran abrazo y un adiós hasta siempre, esa misma noche desapareció en un barco a Japón”.
Fueron momentos terribles los vividos por Javier Mayo en Liberia, que marcaron el devenir posterior de su vida.
El libro sigue su relato, ya al regreso de Liberia, con la creación por Javier Mayo de una empresa de industria metálica con un amigo y posteriormente, con el germen de lo que hoy es la empresa JAR. Su nombre son las siglas de Javier y Angelines Reunidos. Angelines Orofino es su mujer, con la que tiene cuatro hijos y diez nietos, cinco chicos y cinco chicas.
El voy y vengo de un vaquero relata así los primeros 30 años de la vida de Javier Mayo Mayo.
JAR es una empresa a la que muchos relacionamos con las fiestas de San Fermín gracias a Nacleto, el popular personaje que acompañaba a la retransmisión de los encierros en una de las campañas que realizó JAR.

¡FELICES FIESTAS DE SAN FERMÍN!

El popular Nacleto, en la campaña que realizó JAR por las fiestas de San Fermín
El popular Nacleto, en la campaña que realizó JAR por las fiestas de San FermínCedida
El relevo generacional de JAR está ya consolidado hoy con las dos hijas de Javier Mayo Mayo que llevan con éxito la empresa. “JAR por la igualdad” no solo es una frase, hoy es una realidad.

JAR POR LA IGUALDAD

JAR, siempre en cabeza
JAR, siempre en cabezaCedida
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