Matriculaciones
La venta de coches eléctricos supera por primera vez en la historia a los diésel en Navarra
En marzo se matricularon 67 turismos de baterías frente a 60 de gasóleo

Actualizado el 12/04/2022 a las 16:20
Tarde o temprano tenía que ocurrir. El ocaso de los coches de combustión ha alcanzado un nuevo hito, algo inimaginable hace muy pocos años: durante marzo se matricularon en Navarra más coches eléctricos nuevos que diésel. Fueron 67 turismos de baterías frente a 60 de gasóleo, según los datos facilitados por la Asociación Nacional de Fabricantes de Automóviles y Camiones (Anfac). Bien es cierto que esta situación se produce sobre todo por la brutal caída en las ventas de los vehículos diésel en los últimos años, junto con la cada vez más vigorosa demanda de eléctricos, pero también es verdad que supone una señal muy clara del cambio de los tiempos.
El comprador navarro va perdiendo el miedo poco a poco a la electrificación, algo a lo que además está contribuyendo la escalada en el precio de los carburantes fósiles y la creciente, aunque todavía limitada, red de recarga. También han tenido mucho que ver las ayudas públicas a la compra de eléctricos tanto estatales, mediante el plan Moves, como las propiamente navarras, gracias a una generosa deducción fiscal del 30%. Entre ambas se logra un descuento muy jugoso que coloca a los eléctricos casi a la par de un coche convencional similar en tamaño, prestaciones y equipamiento.
El vuelco en las matriculaciones de eléctricos y diésel se ha producido en un intervalo de muy pocos meses. Hace poco más de un año, en enero de 2021, se comercializaban diez veces más coches de gasóleo que de baterías. Así, por los 109 turismos diésel se colocaron solo 11 eléctricos. Un mes después la proporción bajo a la mitad, con cinco con motor de gasóleo por cada coche de baterías, y, hace ahora un año, pasó a ser de tres a uno. A lo largo del año pasado esta diferencia se fue estrechando más y más, con algún altibajo, hasta llegar al actual sorpaso.
Tanto en agosto del año pasado y en enero de este año la venta de eléctricos pasó rozando el larguero de los diésel con una exigua diferencia de solo dos unidades. Esta rápida mutación que está sufriendo el mercado del automóvil nuevo en Navarra coincide con una descorazonadora caída de las matriculaciones de la que no levanta cabeza. Se han juntado las peores circunstancias posibles, que sufren un bache histórico en las ventas. A la desaceleración económica que se sufría ya antes de la pandemia se sumó la crisis sanitaria, la posterior escasez de microchips de redujo las existencias de coches nuevos a vender y la desorientación de los potenciales compradores ante la cantidad de tecnologías motrices, que en muchos casos les lleva a retrasar la decisión de compra hasta que se aclare el panorama. La guerra de Ucrania y la escalada de los precios de los carburantes han venido a agravar aún más esta crisis.
El mercado de los coches nuevos se había regido hasta ahora por una regla que se cumplía a rajatabla: el aumento del empleo y la disponibilidad de crédito siempre repercutían en un aumento de las matriculaciones. Esta sintonía que parecía estar escrita en piedra ha quedado hecha añicos por la nueva realidad, ya que la afiliación a la Seguridad Social está en valores récord y los bancos están deseando prestar dinero, pero las ventas de coches no dejan de desplomarse. Los concesionarios tratan de aprender a toda prisa las nuevas reglas de juego que rigen un negocio que, hasta la fecha, había sido muy próspero.
El último dato de matriculaciones en Navarra resulta demoledor con una caída en marzo del 30,7% respecto a unas ventas del año pasado que no eran tan desastrosas como en 2020, pero tampoco eran brillantes. Así, el pasado mes se comercializaron en Navarra 498 coches nuevos por los 719 de un año atrás, pero en 2019 fueron 913 y 1.169 en 2018. No se trata de un problema circunscrito al mercado en Navarra, ni siquiera en España, sino que afecta a todo el continente. Los diferentes fabricantes están adaptándose a marchas forzadas y reestructurando sus redes comerciales, estrategias que en Navarra han provocado en los últimos meses el cierre de cuatro concesionarios históricos: Ford Irusa, Opel Asmovil, Citroen Cirmauto y, más recientemente, Citroen Beola Motor.
El diésel vuelve a la marginalidad tras dejar atrás su era dorada
A rey muerto, rey puesto. El espectacular éxito de ventas que llegaron a alcanzar los coches diésel hace una década, ya que entre 2008 y 2012 prácticamente tres de cada cuatro turismos nuevos en Navarra se movían con gasóleo, resultó ser el canto del cisne para esta tecnología. Este reinado inició una repentina y acelerada decadencia tras estallar el fraude de las emisiones de óxidos de nitrógeno que protagonizó Volkswagen en septiembre de 2015 y que, posteriormente, salpicó al resto de fabricantes. Las restricciones a la movilidad que impusieron las grandes ciudades de toda Europa a la circulación de estos coches llevó a los automovilistas a dar la espalda a un combustible que había liderado indiscutiblemente el mercado durante veinte años.

Quienes pintan canas recordaran que, antiguamente, los coches de gasóleo se veían como el patito feo de la automoción. Eran vehículos lentos, ruidosos y toscos que solo empleaban los taxistas y los profesionales que necesitaban recorrer grandes distancias. El grueso de las ventas eran de gasolina. Esto cambió radicalmente cuando la sobrealimentación con turbo se popularizó y, sobre todo, a partir de los nuevos sistemas de inyección directa a mediados de los 90 del siglo pasado. Aunque seguían siendo menos finos que sus hermanos de gasolina, los diésel les fueron comiendo la tostada gracias a la combinación perfecta entre prestaciones y bajos consumos.
Lo que el gran público no sabía y los fabricantes se callaron fue que la cuadratura del círculo se logró elevando las presiones y temperaturas de combustión tanto que se generaban muchos gases tóxicos. Las sucesivas normativas europeas endurecieron los requisitos técnicos para contrarrestar este problema, pero los fabricantes encontraron la forma de torear las pruebas de homologación para saltarse los límites impuestos.