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Obituario

Charo Solchaga, la mujer que cantaba al oído de los Iruña’ko

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Charo Solchaga, en una imagen tomada en 2014JAVIER SESMA
Publicado el 21/02/2022 a las 11:36
En casa de Charo Solchaga todo el mundo era bienvenido. Cada mañana de siete de julio desde hace ni se sabe, Charo abría la puerta del 54 de la calle Mayor. Franqueaba el paso a familiares y amigos, los propios y los de sus tres hijos (Carmen, Jose Mari y Charo) y su nieto Gonzalo y los agasajaba con tentempiés y bebidas. El ambiente del balcón parecía una prolongación elevada de la multitud de la calle. Usted podía tocar en la puerta y sumarse a la fiesta. ¡Cuántos miles disfrutaron de la procesión o de los Gigantes y de la jota que cantaba Mari Cruz Corral desde ese lugar! Charo Solchaga era 7 de julio. No porque fuera devota del santo y sanferminera, que lo era mucho, sino porque había sabido entender que la generosidad, la vitalidad y la alegría son la esencia de la fiesta…, y de la vida. Así, de una forma sencilla. Un día te abría su casa y con la misma naturalidad con la que te ofrecía un café y pastas te veías envuelto en una conversación amable. Entendía la charla como un ejercicio de conocimiento divertido. Porque el humor era una materia prima que manejaba con habilidad. Te atrapaba con esa mirada en la que le nacía la sonrisa que se le extendía por todo el rostro. En algún momento del intercambio se producía la chispa y sabías ya que formabas parte de su vida. Y ella, de la tuya. Había venido al mundo en 1931. Era de origen tafallés pero pamplonesa desde siempre de la calle Mayor. Tenía 90 años. Se nos fue el sábado. Supo interpretar la partitura de la vida que compartió y disfrutó con su marido Alberto Huarte Myers, guitarrista de Los Iruña´ko que falleció en 2011. En alguna ocasión me dijo que ella le cantaba al oído y a él aquello le entusiasmaba. La casa de Charo lo era también de la música. Allí compartieron encuentros y fiesta los Iruña´ko, artistas como su cuñado el guitarrista flamenco Carlos Itoiz, o su sobrina la soprano y compositora Maite Itoiz y su marido John Kelly . En la casa de los Huarte Solchaga se respiraba fiesta y buen humor. Las paredes de alguna habitación reproducen todavía hoy fotos y recuerdos de los años de gloria del grupo pamplonés y si pudieran hablar confirmarían este relato. Su casa era un escenario con músicos, cantantes e instrumentistas y algarabía pero detrás de todo, sutilmente, con la elegancia del tiento y la mano fina de los buenos directores, allí estaba Charo. Era la energía y la delicadeza, la generosidad y el humor; la mujer que cantaba al oído de Alberto, el de los Iruñako. Y nos hacía a todos disfrutar y reír. DEP
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