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Obituarios

Luis Hernando de Larramendi, impulsor del Museo del Carlismo

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Luis Hernando de LarramendiCEDIDA
  • Manuel Martorell / Juan Cruz Alli
Publicado el 20/02/2022 a las 09:01
La muerte de Luis Hernando de Larramendi el pasado 11 de febrero ha tenido gran repercusión mediática, incluso en el extranjero, destacando sobre todo el papel de su familia en el desarrollo de Mapfre como principal compañía española de seguros. Menos importancia se ha dado a la orientación que, bajo los principios sociales de la Iglesia, tanto él como su padre, verdadero refundador de Mapfre, dieron a la gestión empresarial. Lo mismo se podría decir del impresionante impulso que dio a los estudios históricos del carlismo, en muchos casos estrechamente relacionados con Navarra, a través de la Fundación Ignacio Larramendi.
De ella han salido los principales trabajos explicando la participación del carlismo en la Guerra Civil, con obras de referencia, como la de Julio Aróstegui sobre los Combatientes requetés. También otras no menos relevantes sobre sus posiciones antifranquistas, en consonancia con la postura política de esta familia con profunda raigambre legitimista. Como solía decir Ignacio Hernando de Larramendi y Montiano, padre de Luis, “ninguno de nosotros reconocimos en ningún momento la legitimidad del Gobierno de Franco ni admitimos ningún favor de él”. De hecho, el Gobierno franquista prohibió en plena guerra El sistema tradicional, libro escrito por el abuelo de Luis, que solamente pudo ver la luz cuando en la década de 1950, al crear la editorial Cálamo, los Larramendi sortearon la censura dándole otro título, como si fuera una obra nueva.
Se da la circunstancia de que Cálamo fue la editorial que se atrevió a publicar el primer libro -Picasso y el toro- que, bajo la Dictadura, trataba con una perspectiva positiva la obra del pintor malagueño. Como abogado, Luis se unió al despacho madrileño de Españoleto 26 que, junto a otros letrados carlistas, colaboraba con el que tenía, en la misma calle, el Partido Comunista, compartiendo la defensa frente a los tribunales franquistas de trabajadores, estudiantes y opositores víctimas de la represión. Sobre la aportación de Luis y la Fundación Larramendi a la historia reciente del carlismo basta repasar, además del ya citado de Aróstegui, algunos de los últimos títulos: Requetés, La cámara en el macuto, Cartas de un requeté del Tercio del Rey, El carlismo durante el primer franquismo, Retorno a la lealtad, Rebeldía carlista o El final de una ilusión.
No menos trascendencia fue el impulso que Luis, desde la Fundación, dio al proyecto del Museo del Carlismo en Estella, inmediatamente después de que así lo aprobaran, en 1997 y por unanimidad, todos los grupos políticos del Parlamento Foral. Entregó seis millones de pesetas, una cantidad nada despreciable aquellos años, para acondicionar y proteger en el Monasterio de Irache los primeros fondos que servirían de base para que el Museo pudiera iniciar su andadura. Igualmente presentó una primera propuesta museística elaborada por el prestigioso restaurador arquitectónico Rafael Manzano -Medina Zahara, catedral de Sevilla, Museo del Prado…- con guion del hispanista Stanley G. Payne que, a diferencia de la que finalmente se asumió, incluía una reflexión sobre la represión en la retaguardia durante la Guerra Civil y catalogaba como “III Guerra Carlista” la transcurrida entre 1872 y 1876, episodio bélico que en la actual exposición es presentado erróneamente como “II Guerra Carlista”, tras quitarle la categoría de “guerra” a la desarrollada fundamentalmente en Cataluña entre 1846 y 1849.
Y precisamente para dar mayor impulso al Museo de Estella participó en el Comité Asesor, hasta su fulminante disolución en 2018 a instancias de Izquierda-Ezkerra, aprovechando que en esos momentos sus parlamentarios eran imprescindibles para sostener el Gobierno de Navarra. Pero si hay algo especialmente memorable de esta vida que el cáncer acaba de apagar es el sincero espíritu de colaboración de una persona que, partiendo de posiciones tradicionalistas, supo dialogar y convivir con posturas ideológicamente muy distintas a las suyas, algo realmente encomiable en unos tiempos en que parece volvemos a quedar atrapados por el enfrentamiento fratricida.
Manuel Martorell es autor de ‘Retorno a la lealtad. El desafío carlista al franquismo’
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El pasado día 11 falleció en Madrid Luis Hernando de Larramendi. Me sorprendió la noticia cuando la conocí dos días después, porque, aun sabiendo de su delicado estado, siempre pensé que su fortaleza física y moral le permitirían superar la enfermedad. Como dijo en uno de sus versos fue uno de los que “lucharon valientes / hasta el último aliento, / hasta la tumba fría, / o hasta el último destierro.”
Luis era persona de bien, esposo y padre ejemplar, católico comprometido con la sociedad, n humanista, reconocido gestor del mundo de los seguros, mecenas de la cultura y tradicionalista. Su humanidad era entusiasta de las causas en las que se comprometió, generosa y desprendida, servicial y atenta. Amigo de sus amigos y siempre amable, porque todas las personas eran prójimos. Vivió una vida de servicio a su fe, a sus compromisos sociales y a la causa carlista. Su trayectoria vital la ha calificado el historiador Francisco Asín como la del “andador de sueños”, cuyo trabajo y buen sentido le hicieron ser “constructor de realidades”.
Fue un amante de Navarra, que conocía muy bien en todos los aspectos geográficos, históricos, culturales y económicos. Recorrió “el camino”, subió a Montejurra y apoyó económicamente la creación del Museo del Carlismo de Estella. Superó la Navarra del imaginario tradicionalista, porque percibía la sociedad y sus transformaciones con el realismo de un hombre de empresa. Los Larramendi apoyaron las expediciones atlánticas del capitán Etayo (1921-2006), Sagaseta de Ilurdoz y otros en la carabela Niña III (1992) conmemorando el V Centenario del descubrimiento.
No se pueden glosar todos los aspectos de su personalidad poliédrica. Su actividad empresarial en el mundo de los seguros siguió la estela marcada por su padre D. Ignacio (1921-2001), adaptando una mutualidad al mundo de las sociedades mercantiles y a su internacionalización. Apoyó activamente, asumiendo la presidencia, la restauración del movimiento empresarial católico a través de la Asociación Social Empresarial (ASE) para promocionar la doctrina social católica, que rechazaba tanto el intervencionismo estatista como el abstencionismo liberal, considerando la empresa una comunidad de convivencia, diálogo e intereses compartidos entre todos los que la integran.
Luis continuó el compromiso histórico familiar con el carlismo en la Fundación Ignacio Hernando de Larramendi, convertida en el centro más importantes de fondos y estudios del tradicionalismo y el carlismo.
La tradición carlista de la familia “Larramendi” la inició su abuelo D. Luis, que destacó en el ejercicio de la abogacía en la defensa del impresor anarquista Naquéns, que dio refugio a Mateo Morral tras el atentado contra Alfonso XIII. Fue secretario político de D. Jaime de Borbón. Colaborador directo de D. Alfonso Carlos en los conflictos con los cruzadistas, consejero de la Comunión Tradicionalista y redactor del decreto de 1936 que creó la Regencia. Su apoyo al regente D. Javier de Borbón-Parma y su propuesta de D. Duarte de Braganza como posibles herederos de aquel, le llevaron a enfrentarse con el conde de Rodezno, que propiciaba la sucesión carlista en D. Juan de Borbón.
Fue uno de los promotores del “Congreso de unidad carlista”, celebrado en mayo de 1986 en El Escorial en el que se fundó la Comunión Tradicionalista Carlista (CTC), defensora de la continuidad dogmática del tradicionalismo carlista histórico, aunque “tronovacantista”, por no apoyar a un pretendiente al trono, en un carlismo sin rey.
Larramendi no aceptó el “neocarlismo” del Partido Carlista, porque para él el carlismo sólo era la expresión histórica, social y política del tradicionalismo español, no entendiendo aquel sin éste. A pesar de sus diferencias políticas, mantuvo la relación familiar con la dinastía Borbón-Parma, que le honró con la condición de caballero de la Sacra y Militar Orden Constantiniana de San Jorge de Parma y, recientemente, con la Real Orden de la Legitimidad Proscripta. El último homenaje recibido fue el premio al fomento de la cultura católica del CEU de Madrid.
Recordando a “Xenius”, podemos afirmar de su trayectoria: “Todo pasa. Pasan pompas y vanidades. Pasa la nombradía como la obscuridad. […] Una sola cosa […] te será contada, y es tu Obra Bien Hecha”. Son muchas las que nos deja Luis Hernando de Larramendi como legado de la vida fecunda de un “andador de sueños”, que vivió con los pies en la tierra y los ojos en el cielo.
Juan Cruz Alli fue presidente del Gobierno de Navarra
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