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Rafael Izaguirre, la voz de Huarte

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Rafael Izaguirre, la voz de Huarte
  • Ángel Inda
Publicado el 01/05/2021 a las 09:44
El pasado vienes 23 de abril falleció a la edad de 95 años Rafael Izaguirre, el mejor cantante de todos los tiempos en Huarte.
La mejor voz por antonomasia de la villa cebollera recibió hace nueve años en la Iglesia San Juan Evangelista de su pueblo natal un merecido homenaje por parte de la Rondalla Armonía, con la que había cantado en diversas ocasiones. Un sencillo homenaje para reconocer los méritos de un fontanero que lucía una hermosa voz después de tantos años haciendo gala de ella, tanto en su faceta recreativa como religiosa, gran animador tanto de las sobremesas como de los funerales en los que no faltaba nunca su responso espléndido A tus manos, cantado a tres voces como respuesta por el coro parroquial, llamando la atención siempre lo bien que se canta en Huarte, cuya Coral Virgen Blanca llegó a obtener premios importantes en los concursos de Ejea de los Cababalleros y Tolosa con Rafael de solista.
Rafael Izaguirre era conocido en Huarte por su gran afición a la música, no habiéndose negado nunca a aportar su mejor instrumento, la voz, en cuantos momentos era requerido, por lo que solía decir: “La música me ha hecho millonario. Todos me dan millones de gracias después de cantar”.
Porque Izaguirre era toda una institución en Huarte. Como lo fue Josetxo Aquerreta El Francés. Juntos protagonizaron más de una divertida vivencia. Como la que les ocurrió un sábado en que decidieron ir a confesarse a Pamplona. Al llegar a la Plaza del Castillo miraron el reloj y, como les pareció un poco pronto, optaron por echar unos potes en la calle San Nicolás. Tropezaron con el Euskalduna, donde solía haber atracciones en la calle con una presentadora. Se subieron al escenario, le quitaron el micrófono a la animadora, se liaron a cantar y el público sólo quería, pidiendo a gritos, que cantaran los de Huarte. Total que se les hicieron las mil y volvieron a casa sin confesar.
En otra ocasión lograron cruzar la frontera francesa y fueron sorprendidos por los gendarmes, que al ver que no llevaban documentación procedieron a detenerles. Los dos mozos cebolleros, ni cortos ni perezosos, sin perder la calma, trataron de explicarles inútilmente su procedencia y, como no había forma de entenderse, decidieron cantarles una jotas bravas con el mejor estilo navarro, por lo que la gendarmería gala no tuvo más remedio que claudicar y dejarles pasar entre sonrisas y buen humor por la ocurrencia.
En otra ocasión, cantando un solo en inglés con el Orfeón Pamplonés en el Monasterio de la Oliva, al terminar se le acercó un monje y le dijo: “Ha cantado usted muy bien, pero yo, que he estado muchos años en Inglaterra, domino perfectamente el inglés y no le he entendido nada”. A lo que el bueno de Rafael contestó: “Lo mismo me pasa a mí, que soy fontanero. Me dice el director canta esto y lo mismo si está en latín, inglés o alemán, como se escribe lo leo, sin más historias”.
Hasta los 86 años cantó en fiestas de Huarte la famosa Salve de Hilarión Eslava, así como el solo del villancico Perogrullo y la misa Pastorela. Era un fuera de serie, que podía haber vivido de la música en los tiempos actuales, sin necesidad de llevar al hombro el cesto de las herramientas de fontanero. Siempre se le recordará tras 65 años cantando de solista en el Orfeón Pamplonés a las órdenes de José Antonio Huarte primero y con Jesús Mari Beltza después. El gran maestro Huarte lo define así: “Tenía un voz maravillosa hasta bien entrado en años, ya muy mayor de edad. Cantó en el Teatro Real un solo y lo hizo espléndidamente. Tenía una voz con un timbre exquisito, amplia tesitura, potente, muy expresivo y muy buen solfista. Se podía confiar en él en cualquier solo, con una voz dulce en el registro medio y muy potente en el agudo, con una buena colocación de la voz”.
De fuerte carácter religioso, deja esposa (Conchita Mugueta), hija (Mª Blanca-Benigno Guijarro) y cuatro nietos (Carmen, Rafael, Javier y Beatriz). A instancias de su esposa, cuando el alzheimer empezó a asomarse en su mente le grabé un disco con los mejores momentos de tantas bodas y celebraciones que habíamos protagonizado los dos, él como barítono y yo como organista. Por eso en el último adiós volvió a oírse su voz dentro de un emotivo silencio y en la esquela aparecía esta leyenda: “Cantaré eternamente las misericordias del Señor”.
Fontanero de oficio, solucionó cientos de emergencias domésticas por reventones de cañería y fallos de instalaciones sanitarias. Esa parte de su vida ya le concede un lugar en la historia de la villa cebollera, pero palidece ante el virtuosismo que le ha permitido ser considerado el cantante por antonomasia de Huarte, la voz del pueblo.

El autor es organista de Huarte
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