Las primeras sonrisas de la inmunidad en Navarra

No tienen del todo claro que sean inmunes después de recibir la segunda dosis de la vacuna y de haber transcurrido ya los 6 días recomendados. Lo que sí saben es que, aunque deben continuar siendo cautos, sí que podrán abrazar “un poquito” a los suyos. Y abrazar un poquito, para José Francisco Guerrero ‘Pacho’, de 70 años, Soledad Segarra Vázquez, de 88, y Florentina Alves Pitillas, de 82, significa poder “volver a la vida”. El 18 de enero comenzó la administración de la segunda dosis en los centros de mayores de la comunidad. Esta fase, como ocurrió con la primera el 27 de diciembre, arrancó en la residencia El Vergel de Pamplona, donde viven Pacho, Soledad y Florentina. “¿Qué sentimos?”, los tres sonríen bajo las mascarillas, incluso sueltan alguna que otra carcajada. “Nos sentimos tranquilos y protegidos”, responden. Florentina, Soledad y Pacho ponen rostro al miedo, la soledad, la inquietud, la tristeza, los datos y, hoy, también la alegría. Han recibido una segunda oportunidad y la quieren aprovechar. “¡Porque no nos queremos morir!”, deja claro Pacho, quien fue la primera persona en inocularse la vacuna en Navarra. Pacho sueña con abrazar a sus dos nietos y Soledad a los dos hijos que hace un año no ve, los mismos “achuchones” que dará Florentina a su familia, aunque ella también añade que sueña con “abrazar” un plato de arroz con leche. “Quiero aprovechar todo lo que pueda en esta vida”, afirma, con firmeza, bajando la mascarilla y enseñando lo que esconde la tela. José Francisco Guerrero, Pacho (70 años): “Necesito abrazar a mis dos nietos” De niño le llamaban Pachi y el nombre derivó en Pacho, así es como se le conoce hoy en Pamplona. Desde hace ocho años reside en la residencia El Vergel, donde el 27 de diciembre recibió la vacuna contra la covid. Fue el primero en toda Navarra. “Cuando yo era muy reticente a la vacuna”, admite. Pacho había sufrido un infarto tres años antes y creía que sería contraproducente. “Pero me explicaron que me vendría bien y acepté”. Se crió en el Casco Viejo de Pamplona y no tardó en saltar a la cabina de un tráiler y recorrer Europa transportando frenos. También trabajó 20 años como relojero en la calle San Nicolás. “El tiempo ha pasado muy rápido”, resopla. “Aunque este año demasiado lento”. Su vida de jubilado antes de la pandemia consistía en salir a pasear, almorzar, leer prensa y ayudar como voluntario a los técnicos de mantenimiento del centro. “No paro en todo el día”. El 18 de enero recibió la segunda dosis y esta vez no fue el primero sino el 14. “El pinchazo fue más fuerte, pero no dolió”, recuerda. Al hablar de sueños, lo tiene claro: “Hace meses que no veo a mis nietos. Necesito abrazarlos, comer con ellos... y dejar de hablar de este tema”. Florentina Alves Pitillas (82 años): "Quiero aprovechar todo en mi vida" En plena pandemia y tras salir de un quirófano por una operación de pecho, es consciente del riesgo que corre. Por ello, al preguntarle qué siente al recibir la segunda dosis de la vacuna el 18 de enero, Florentina Alves Pitillas, de 82 años, extiende los brazos y se abraza a una sonrisa indescriptible. Sucede en segundos. “Hoy me encuentro más tranquila y protegida. Ahora solo quiero poder ir a casa y achuchar, achuchar y achuchar”. Su sonrisa, su gesto, descubre un torrente de emociones. “Ha sido un año muy duro, de mucha tristeza... He estado encerrada en la habitación y unos días en el hospital. Se han juntado muchas cosas. Quiero abrazar a mis hijos y que me lleven por ahí a comer arroz con marisco y arroz con leche”. Florentina no deja de sonreír. “Quiero aprovechar todo lo que pueda en esta vida”. Y avisa: “¡Todo lo que pueda hacer lo haré!”. Soledad Segarra Vázquez (88 años): "Ahora abrazaré un poquito, pero solo un poco" “A nuestra edad solo sueñas con que todo esta pandemia termine para que todo el mundo se encuentre bien”. Nacida en Zaragoza hace 88 años, Soledad Segarra Vázquez cuenta que se mudó con su marido a Pamplona hace más de sesenta años. “Este año de pandemia lo he vivido con mucho sufrimiento, pero ahora estoy más tranquila, más protegida”, reconoce. “A partir ahora, -sonríe- abrazaré un poquito más, pero solo un poco, porque da un poco de apuro por ellos”. Soledad solicita que el periodista le tome la fotografía un poco antes que a sus compañeros. Su hijo aparecerá en breve en la residencia y no quiere hacerle esperar. Demasiado tiempo alejados. Entonces, se baja coqueta la mascarilla y muestra un rostro cansado, cargado de felicidad.

Las primeras sonrisas de la inmunidad en Navarra

José Francisco Guerrero, de 70 años, Soledad Segarra Vázquez, de 88, y Florentina Alves Pitillas, 82, de la residencia El Vergel, ya son inmunes tras haber cumplido una semana desde la 2ª dosis de la vacuna . Esto es lo que sienten.

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