Más de un centenar de familias aisladas

Una noche en vela. Decenas de familias se quedaron este viernes aisladas en Villava durante parte de la madrugada y hasta bien entrada la mañana por el desbordamiento del río Ultzama en su desembocadura con el Arga. La urbanización Martiket y las calles Errondoa, Arga, Ultzama y Donapea sufrieron los mayores daños materiales. No obstante, la altura del agua no llegó a los niveles de 2013. Los avisos por SMS, las sirenas de los coche patrullas y los timbrazos en los portales permitieron que buena parte de los vecinos pudieran poner a salvo sus vehículos. Después se refugiaron en sus casas, de las que ya no pudieron salir durante varias horas. Así pasó en toda la urbanización Martiket, en los 7 portales de la calle Errondoa y en los 5 portales de la calle Arga. En total, más de cien familias. En la calle Ultzama, el agua también entró en los ocho portales “un palmo”. Suficiente para dañar varios ascensores. “Tenemos que esperar a que vengan los técnicos para que lo miren”, explicaba Jesús Hidalgo. En los dos bloques junto a la desembocadura del Ultzama, hay una docena de comercios y talleres. Los dueños acudieron por la noche a sellar puertas y poner a salvo máquinas y productos. En cuanto bajó el nivel del agua acudieron a limpiar y evaluar daños. “Hay menos destrozo que en el 2013”, explicaban las dueñas de la peluquería Sonia, en la calle Arga, que por la tarde ya estaban atendiendo a los clientes. Es la misma frase que pronunciaba el dueño del bar Arga, unos metros más arriba. “Todavía hay que ver si funcionan todas las máquinas”, comentaba con el escobón en mano. El patio interior de esta calle alberga un aparcamiento con trasteros. No hay vehículos dañados pero sí numerosos objetos almacenados. Por la tarde, la Mancomunidad colocó contenedores y los vecinos fueron sacando muebles y otros enseres. “Hay mucho barro”, comentaban dos jóvenes tras sacar un sofá. En talleres Júcar, de la calle Errondoa, reinaba la desolación. “Vamos a tener que meter muchas horas y a ver cómo quedan las máquinas”, contaba un trabajador. Aguas arriba, la papelera San Andrés también ha sufrido daños importantes “sobre todo en la zona de compuertas, que está más cercana al río”, según un trabajador. No obstante, la hilera de sacos colocados en los portones evitó daños mayores en el almacén. Hacia las cinco de la madrugada, el agua alcanzó su máximo nivel y anegó la rotonda a la altura de la calle Pedro de Atarrabia y Andrészar. A timbrazos de madrugada Antonio Martínez-Illán estaba todavía despierto a la 1.30 horas de la madrugada del jueves al viernes, trabajando, en su vivienda del nº 6 de la urbanización Martiket, cuando escuchó el timbre, así como los avisos por megáfono. Agentes de Policía Local advertían a los vecinos de la zona para que quitaran los coches de la calle, llevándolos al polígono de Areta, para ponerlos así a salvo de la incipiente crecida del río. “Alejé el coche hacia la zona del Don Carlos y luego la noche ha sido un continuo crecer del río”. A las 4 de la mañana, relata este profesor de la Universidad de Navarra, la crecida subía ya hasta mitad de la calle, mientras que a las 7.30 había arrastrado los contenedores varios metros. “Como estábamos avisados con antelación, hemos intentado salir con tiempo. El trayecto hasta el colegio de mis hijos, que normalmente nos lleva diez minutos, nos ha costado una hora. Salir de aquí hoy ha sido una odisea”. Martínez-Illán se confesaba agradecido a la labor de los agentes de policía. “El sistema de alertas de SMS ha funcionado bien. Nos ha puesto en aviso con tiempo y ha evitado males mayores”. Hasta diez horas sin poder salir de casa Las dos manzanas entre las calles Errondoa, Arga y Ultzama de Villava volvieron a ser unas islas, como ya pasó hace seis años. Medio centenar de familias de diez portales permanecieron hasta diez horas aisladas en sus pisos, sin poder pisar la calle. La calle Errondoa se convirtió hacia las dos de la madrugada en una corriente que arrastró a varios vehículos y contenedores hacia el parque fluvial. Los vecinos de los portales 2 al 14 no pudieron salir de sus viviendas hasta el mediodía. El agua bajaba con fuerza. Un bordillo frenó a un coche arrastrado por la corriente y también un contenedor de basura. Al menos otros dos contenedores siguieron aguas abajo, según relataban los vecinos. Zaida, vecina de la calle Errondoa, no pudo llevar a sus dos hijos al colegio. Al igual que el resto de vecinos, esta familia permaneció diez horas aislada en su piso. “No hemos podido dormir por los nervios y por el ruido del agua”, explicaba esta mujer. Durante toda la noche los vecinos salían a los balcones y grababan vídeos de la corriente que arrastraba ramas, vallas y otros objetos. La calle Arga va perpendicular al río Ultzama en el punto donde confluye con el Arga. El portal número 5 es el más próximo a la orilla. Una vecina explica que la fachada todavía tiene la marca de las inundaciones de 2013. Entonces alcanzó 1,5 metros. Este viernes se quedó en los 80 centímetros, pero de nuevo hubo que limpiar todo el barro acumulado.

Más de un centenar de familias aisladas

Tras poner a salvo sus vehículos, los vecinos de Martiket y de las calles Errondoa, Ultzama y Arga pasaron la noche en vela

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