Permanencia e identidad
Vaya por delante que Osasuna está llamado a pelear por la permanencia por sus recursos (aunque en tope salarial supera a seis equipos), que hace nada pisó el terreno prohibido de los puestos de descenso, que atravesó la amargura de trece partidos sin ganar, que los árbitros le desquiciaron y que se halla inmerso en una temporada sin precedentes para todos por la Covid.
La carga física y las lesiones han golpeado a un equipo que ha fundamentado su éxito en un ritmo vertiginoso en las dos últimas temporadas. El periodista Sid Lowe hizo célebre en The Guardian la frase cuando vio lo vio in situ en El Sadar. “Osasuna juega como si alguien le hubiera cortado sus cables de freno”. Y a todo ello, también pesa muchísimo el año sin público en la grada. El alma está en silencio.
Vaya por delante además que se está cumpliendo con el objetivo numérico. Gozar de siete puntos de margen cuando restan 27 es para estar satisfechos. Los empates son valiosos, aunque gracias a resultados ajenos claro. Un par de victorias certificarán casi seguro la continuidad por segunda campaña consecutiva. Un éxito.
Seguir en Primera es la mejor noticia para ver en un futuro este nuevo Sadar lleno hasta la bandera. Llegará el día. La salvación garantiza estabilidad y crecimiento social y económico aparte del deportivo. Permite seguir desarrollando proyectos. No es solo encarrilar el pago de las obras sino también poner el foco en la recompra de una parte de Tajonar o ser más poderoso para defender el patrimonio de jugadores de la casa. Hay que darle valor a competir en lo más alto.
Dicho todo esto, y sin entrar en contradicción con lo anterior, el momento actual invita a ir al rincón de pensar. A Osasuna le sujeta la clasificación y su bloque compite, pero el juego ha mutado. No entusiasma. Aunque está el beneficio de la duda de ser un año tan atípico que debe pasarse como sea, el osasunismo se aburre.
El sábado se vio algo insólito. Hasta el minuto 90 no lanzó ni un solo tiro. Y eso que jugaron todos los delanteros. No ha podido marcar a Valladolid, Huesca y Getafe. Casi ni lo ha merecido. Incluso ha podido perder contra los tres. Falta agitación, desborde y verticalidad, la seña de Arrasate. De ambición anda escaso Osasuna, aquel de estilo reconocible. Siempre se ha sabido a qué juega. Dotarse de eso es tener un tesoro. Ahora juega a ser más conservador. ¿Por miedo? A su último rival le hizo 23 faltas.
Cualquier camino es válido si llegas al resultado. Esto es así. O no. Osasuna, siendo lo que es, no es solo una tabla de excel llena de números. Es identidad. Son intangibles. Es un equipo llamado a emocionar y hacer sentir a su afición. Aunque no esté, sufre y vibra desde el salón de casa. Es el reto de entrenador y jugadores en este mes y medio de competición, ahora con el corazón del Chimy latiendo. Permanencia, sí. Volver a ser Osasuna y enganchar, también.