Fernando Gurich: "Dar forma al balonmano de un país es increíble"

El balonmano le ha llevado a que una vez al mes recorra 2.087 kilómetros de ida y otros tantos de vuelta para ver a su mujer. Fernando Gurich echa de menos Navarra, pero vivir su primera experiencia profesional como técnico de balonmano le empujaba a cruzar fronteras. El navarro dejó todo hace más de un año para tomar las riendas de la selección sub18 de Eslovaquia, que dirige junto con el centro de alto rendimiento de Bratislava. Cuando salió la oportunidad, ¿se lo pensó mucho? Al principio sí porque oyes Eslovaquia y no es ni Francia, ni Alemania, ni ninguna potencia. Me frenó un poquito. Y esto se sumó con tener que dejar a mi pareja, mi familia y mis amigos en Navarra para ir a un sitio en el que no sabes lo que vas a encontrar. ¿Y qué le motivó? Tener una experiencia extranjera, conocer otro balonmano. Allí tiene dos funciones principales: dirigir a la selección sub18 y coordinar el centro de alto rendimiento. Han montado ocho centros de alto rendimiento en todo el país. Sólo de balonmano. Y yo soy el responsable del centro de alto rendimiento de Bratislava, que es el más grande. Trabajo no me falta (bromea). Sumado a esto, cada mes más o menos tengo una concentración con la selección. ¿Y cómo lleva confeccionar la lista, sobre todo al principio cuando no los conocía tanto? Al principio tiré de la lista anterior y de los partidos que pude ver. Ahora veo unos tres o cuatro partidos a la semana de categoría juvenil. De la primera lista a la última, he cambiado nueve jugadores, que es bastante. ¿Cómo gestionaron sus jugadores este cambio? Ellos son muy respetuosos, pero achacan más los cambios a que ellos están haciendo algo mal y no a que un compañero está haciendo algo bien. Lo sufren mucho y, en ese sentido, yo lo paso un poco mal y se lo intento explicar. Tienen que aprender a cómo progresar porque no todo es blanco o negro. El problema, entre comillas, no es el balonmano, sino el cambio en la forma de pensar, y cambiar una mentalidad lleva mucho tiempo. ¿Es lo que más le está costando? Sí. Y esto me ha hecho también a mí adaptar la forma de trabajar. Por ejemplo, los jugadores aquí entienden que ganar es bueno y perder, malo. Hay que cambiar esto y hacerles entender que hay que valorar el esfuerzo. Estas diferencias no son algo negativo, de hecho es positivo. Aprendes. Además, implementa el coaching. ¿Cuándo comenzó a desarrollarlo? Cuando dejé Anaitasuna, como entrenador me planteé en qué podía crecer. En mi opinión, somos muy malos en general en la gestión de los jugadores. Con estas herramientas podemos sacar más de ellos. Me saqué el título de experto en coaching deportivo y empresarial. Y ahora estoy estudiando psicología por la UNED. ¿Cómo lo pone en práctica? Donde más lo he podido poner en práctica es en la selección navarra juvenil. Yo creo que a los chavales les gusta. Muchas personas pueden pensar que lo del coaching es un cuento chino, pero cuando lo aplicas te das cuenta de que los chavales se interesan. ¿Y son cuentos chinos? No, para mí no es magia. Es tener herramientas para que aprendan a combatir la adversidad, por ejemplo, y que sean realistas con la realidad. Lo de Simeone de que hay que creer y tal es un cuento. Eso sí que es un cuento. ¿Le ha interesado esta faceta suya a la Federación de Eslovaquia a la hora de contratarle? Sí, porque ellos son de hacer las cosas como se dice y punto. Por ejemplo, me encontré con un chico que mide 2.14 metros y pesa 130 kilos con 17 años y le tenían saltando un metro de altura, que le iban a romper las rodillas. Y aquí es ‘si se rompe, se rompe’: el que sale es un superhombre, pero el que se rompe, se rompe en dos. No es la idea que esto siga funcionando así. A este chico a jugar le podemos enseñar, pero no a medir 2.14 metros. Si le amoldamos la cabeza o le ayudamos, saldrá adelante. ¿Y qué es lo que más cuesta gestionar en un equipo de balonmano? Creo que en un equipo de élite, aunque a mí no me ha tocado estar, la gestión de los egos. Pero, a nivel menos profesional, y por lo que estoy viendo en Eslovaquia, es que el chaval que tiene proyección es egoísta. Y yo lo entiendo. Aquí con 400 euros vive una familia, así que su familia puede vivir del balonmano. Entonces, ¿cómo no van a ser egoístas? Si pueden cobrar 500 euros limpios, pisan a quien haga falta. Hacerles entender que es más fácil llegar colaborando entre ellos es complicado. Y un segundo punto que me interesa son los estudios. En Eslovaquia ven ese dinero fácil y es complicado hacerles ver que tienen que estudiar. Y todo esto en su primera experiencia profesional. Aunque haya trabajado en mis equipos anteriores con jugadores como Eduardo Gurbindo, Niko Mindegia o Cristian Martínez, para mí esto siempre ha sido como un hobby. Tenía mi trabajo -era comercial- y lo compaginaba con entrenar. Ahora, es una locura. Lo que me ha lanzado es que, si no lo hubiera hecho, me habría quedado con el gusanillo de no haberlo intentado. ¿Se planteaba antes llegar a un nivel profesional? Para ser honesto, no lo he visto hasta ahora. Siempre he tenido un trabajo digno con un sueldo digno y por eso siempre lo he tenido como hobby. De hecho me llamaron equipos de la B en incluso de Asobal en su día, pero tal y como están las cosas y con la garantía de cobro que hay en algunos lados, no me quería arriesgar a dejarlo todo, irme lejos de mi casa, y a saber si iba a cobrar el cuarto mes. O sea que está feliz ahora. Sí, sí, sí. Es increíble porque estamos dando forma al balonmano de un país. Eso es muy chulo. Si llego a tener allí a mis amigos, la familia y mi mujer, estaría encantado. Sobre todo lo llevo mal por la distancia con mi mujer, pero lo sobrellevamos. Ella es la que más me ha animado a venir. Al final es una experiencia para los dos y creo que, cuando estamos juntos, disfrutamos más el tiempo.

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