La novela iniciática para Severina

El silencio, la memoria, la emancipación, los duelos... La última novela de la escritora catalana Imma Monsó abre un abanico de temas sobre los que conversar. Quedó reflejado en la charla que mantuvo el lunes en la Feria del Libro de Navarra con Katixa Castellano, autora del blog Deborahlibros, a propósito de La maestra y la Bestia, la historia de Severina, una maestra de 19 años con una vida muy solitaria que en los años sesenta llega a un pueblo montañés catalán con la pretensión de ver la nieve, tener una habitación propia y socializarse. “Pero para una persona muy reservada o tímida como ella, quizá un pueblo pequeño no es el sitio más adecuado para socializarse porque un pueblo tiene mil ojos y estás siempre fiscalizado por todo el mundo”, anotó Monsó. “Y a la vez que decepcionante, será su gran momento porque le abre al mundo, a la vida y al entorno político social que ella ignora”, añadió la autora sobre Severina, que tendrá “una historia de amor algo salvaje” con uno de los vecinos, apodado La Bestia. Autora de novelas sobre “personajes femeninos muy potentes donde el tiempo era muy acelerado, en consonancia con el actual”, quiso para esta “un ritmo más dulce, sosegado, moroso”, que es el predominante, excepto por el epílogo, ambientado en el tiempo actual, una ruptura incómoda para algunos lectores. “En ese salto temporal se nota cómo vivimos ahora y cómo vivíamos entonces”. Severina ha crecido en la ignorancia e ingenuidad, cuando imperaba el silencio, con un padre con actividad clandestina antifranquista. Unas consecuencias las del silencio que pueden extenderse durante generaciones. Porque aunque alguien quiera documentarse sobre qué ocurrió, “la documentación no da la información más necesaria: la de la vivencia interna”, remarcó Monsó, en cuya novela todo se vive a través de la subjetividad de Severina. “Y ese tiempo interno es muy importante para lograr transmitir nuestra vivencia de la historia a nuestros descendientes: es la subjetividad, donde suceden las cosas”, defendió y se remitió al filósofo francés Bergson, para quien el tiempo objetivo, el que marcan los relojes y mide los días, no existe en la realidad y la única vivencia verdaderamente real es la subjetiva . Por eso remarcó Monsó lo fundamental de recoger testimonios de supervivientes. “Una vez mueran, poca cosa quedará para combatir el totalitarismo, el fascismo que está llegando, pues solo queda el pensamiento binario y fiarse de la posverdad y de las mentiras que se cuentan”. EL ENCUENTRO CON LOS OTROS De vuelta a la novela, la madre de Severina, también maestra, es quien la educa de niña. Y aunque de ideas republicanas, no quiere adoctrinarla en estas, “como tampoco sobre los libros de texto del Régimen”. “Lo he pensado después”, señaló Monsó, “hay un cierto tono antifundamentalista en esta opción de Simona [la madre], antipensamiento binario que ahora tenemos tan de moda con todo tan polarizado. Y es que Simona prefiere desconcertarla, insistiéndole en que ha de tener pensamientos propios. Castellano se detuvo en los duelos. Porque cuando Severina llega al pueblo “ha perdido mucho”, a sus padres siendo muy joven, y esa tristeza está presente, aunque también “las ganas de ser autosuficiente y una reivindicación positiva de la soledad”. Hablar de duelos fue conocer sobre Monsó: los ha conocido, muy importantes -su padre murió cuando ella tenía 7 años y ha tenido una viudedad muy joven- y quizá por eso en la novela “están condensados todos esos duelos”. Y siguiendo con “cuestiones autobiográficas claras”, narró que su madre era maestra y su primera plaza la ocupó en la Ribagorza, donde conoció a su padre. Es más, la novela surgió de la imagen de su madre llegando a ese pueblo que tantas veces le contó, “una llegada como la de una especie de extraterrestre, de una chica muy distinta a las que había allí; una llegada, por otra parte, muy sorpresiva, porque, aunque eran chicas muy muy jóvenes, las maestras eran las fuerzas vivas del pueblo”. Pero sintió Monsó que le faltaba algo. Y en eso pensaba cuando se dio una casualidad: halló en Internet información sobre su padre, del que desconocía su trayectoria e ideas políticas, por la que un diputado de la época le agradecía haberle ayudado a cruzar la montaña. “Buscamos en el archivo de represaliados que publicó la Generalitat en 2017 y encontré que tenía un expediente de un consejo de guerra sumarísimo”. Así supo que había huido a Francia y que, cuando volvió, haber sido secretario de la CNT en su pueblo le llevó dos años a un campo de concentración con la amenaza de la condena a muerte. “Me sorprendió muchísimo no haber oído jamás en la familia hablar de esto. Con esos silencios que descubres te das cuenta de su peso. Los veinte últimos años hemos cambiado más que los cien anteriores”, reflexionó. Y aunque la dictadura es un escenario, no se trata de una novela política, sino iniciática para Severina. Y es que, desde muy pequeña, la protagonista ha tenido una revelación de la pérdida y la finitud, impregnándose en ella el pensamiento de que siempre tendrá que estar preparada para perderlo todo y a todos. “Ser autosuficiente no es el camino, no le va a llevar a una vida plena. Por eso cuando va al pueblo es casi un encuentro político descubrir a los otros”, concluyó Monsó.

La novela iniciática para Severina

Imma Monsó firma la historia de una maestra que en los sesenta llega a un pueblo buscando ver la nieve, tener habitación propia y socializarse

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