Se cumple el 55 aniversario del pintor navarro Julio Martín-Caro Soto

"Henry Miller dice que los artistas fraguan su obra con sangre, sudor, lágrimas y con todo eso amasan una masa de la que nace una hermosa canción. Esta es la vida que vivíamos, estos eran nuestros ideales, este era Julio Martín-Caro”. Así se refería el artista José Antonio Eslava a su coetáneo, amigo y también pintor durante la mesa redonda celebrada en el Salón de Actos del Museo de Navarra a las doce de la mañana de este domingo, un homenaje que conmemoró el 55 aniversario de la muerte de Martín-Caro Soto. Ambos artistas junto con otros pocos compañeros compartieron peripecias en el Madrid de los años 50 y 60, donde experimentaron una vida bohemia llena de una pasión común por el arte y un compromiso radical que les llevó a soportar también penalidades “Éramos muy pobres. No cambiábamos de jerséis ni comíamos todos los días pollo. Íbamos a restaurantes muy baratos de siete pesetas la comida. La vida era muy dura”, recordó Eslava. Sin embargo, esas dificultades no devoraron las ilusiones y el ánimo de Martín-Caro y compañía, quienes disfrutaban de una vida que “seguía siendo bella”. Al testimonio de Eslava se sumaron otras voces que conocieron a Julio, como Carlos Catalán, conservador y restaurador de obras de arte, Francisco Javier Zubiaur, doctor en Historia del Arte y antiguo director del Museo de Navarra. El coloquio estuvo moderado por Enrique Martín-Caro Soto, hermano del pintor y presidente de la Asociación de Arte Julio Martín-Caro. A pesar del paso del tiempo, las palabras de cariño, intensas y emotivas, de los interlocutores parecían dedicadas a alguien que apenas acababa de irse, en una conversación que se quedaba corta para todo lo que podían hablar de aquel joven que falleció a los 35 años, pero que logró que su arte llegase a cuatro continentes: Europa, América, África y Asia. UNA VIDA COMPROMETIDA Durante los cuarenta minutos que duró el acto se abordó la trayectoria del artista, así como el contenido de la misma. Según compartieron desde la mesa redonda, Julio Martín-Caro destacó como una persona cultivada, aficionada a las obras de Albert Camus, Dostoievski, Kafka y a la música de Bach, Beethoven y Mozart, entre otros. “Pero por encima de todo Julio era pintor. Consagró su vida al desarrollo de su arte. Vivía para su pintura. Sudaba trementina”, expresó Carlos Catalán. Destacaron la verdad de su pintura, “su angustia genuina”, pero también la calidad de sus tintas, a la par “sin ninguna pega” de obras expresionistas como las del grupo CoBrA. “La obra de Julio Martín-Caro es el expresionismo más auténtico y desgarrado que he visto”, confesó Catalán. Su constante experimentación, curiosidad e inconformismo le llevó a estar a la altura de las vanguardias de la época, con la apuesta por una obra comprometida de su visión del mundo. Javier Zubiaur abordó la inquietud del pintor por las “entrañas del ser humano” y plasmar el espíritu doloroso de su propia condición. Su muerte prematura frenó una trayectoria compuesta de numerosas evoluciones y cambios, con una selección de temas que aumentaban el riesgo de ser un incomprendido, algo que, revela el propio Zubiaur, sí que le ocurrió durante su vida. Todo esto en un joven con prisas por aprender y crear su obra debido a una salud frágil y un presentimiento de que su muerte se acercaba. “Tenía esa conciencia, esa urgencia”, afirmó Eslava. ENCUENTRO FAMILIAR Buena parte del público que acudió al homenaje no solo compartía una conexión artística con Julio, sino también familiar. Enrique Martín-Caro estuvo acompañado por sus hijos en este momento “tan especial” para la familia. La Asociación está conformada por la familia Martín-Caro y este evento ha sido el resultado de un trabajo por reconstruir la vida artística de Julio en España. Enrique Martín Caro emigró a Venezuela donde formó la familia que ahora preserva el legado de su hermano. Desde hace cinco años viven en La Rioja. Este domingo el homenaje también supuso un reencuentro de amigos y familiares. “Julio nos unió a todos hoy”, manifestó Tehyra Martín Caro, sobrina del protagonista de la jornada. Al finalizar el acto, la familia agradeció la colaboración del Ayuntamiento de Pamplona y del Museo, que ha hecho posible este homenaje y anunció que estaban trabajando conjuntamente para una exposición de la obra de Julio La elección del Museo para la celebración del aniversario respondió a los propios deseos del artista. “Julio siempre quiso tener su obra aquí. El Museo ha sido el guardián de la mayor cantidad de obras en todas sus fases”, contó Tehyra Martín-Caro. Desde la familia se destaca la visibilidad que llegó a alcanzar Julio en una época donde traspasar la frontera suponía una mayor dificultad. “Que en los años sesenta la obra de Martín-Caro estuviese en Asia y que otros países lejanos entendiesen su pintura era algo que no sucedía con cualquier artista”, explicó la sobrina del pintor. Pero por encima de todo la familia asegura que él siempre quiso ser recordado como “un artista navarro que logró que su obra trascendiera”. “Ese era su orgullo, lo que siempre quiso reflejar. Su origen estuvo aquí”, redondeó Tehyra Martín-Caro.

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Este domingo se celebró en el Museo de Navarra una mesa redonda para homenajear su figura

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