La epifanía de la Mano de Irulegi

Qué dice la Mano de Irulegi, qué no dice y “qué han querido algunos que diga y no dice”. Con estos puntos como base, Javier Andreu, catedrático de Historia Antigua y director del Diploma de Arqueología de la Universidad de Navarra, quiso el miércoles, en una charla organizada en Pamplona por la asociación cultural Pompaelo sobre “este hallazgo sensacional -la palabra escrita tiene un valor tremendo en los documentos antiguos”-, llamar a la prudencia -“quizá todos hemos corrido demasiado en el análisis de este documento”-, en referencia a “la parte de la sociedad navarra que lo ha convertido en un elemento superidentitario que convierte a todos los navarros en vascones y al vasco, en la lengua más hablada en Navarra desde la Antigüedad, que es a lo que no apuntan los testimonios de las fuentes con los que trabajan los historiadores de la Antigüedad” como él. Porque, añadió, la Mano, con sorioneku (que se podría traducir como “de buena fortuna”) como primera palabra del texto, no ha cambiado nada del conocimiento que hasta ahora se tenía de los antiguos vascones, sino que ha confirmado lo que la investigación sobre ellos contaba antes de noviembre de 2022, cuando el Gobierno de Navarra la presentó. Para Andreu, que como epigrafista observa que el verdadero atractivo de esta pieza se encuentra en ser un texto escrito sobre un soporte duradero, la Mano de Irulegi es “una muestra de la diversidad cultural de esta tierra en la Antigüedad, un documento sensacional desde todos los puntos de vista: arqueológico, lingüístico y social”. De hecho, que señale una lengua que nos es familiar hace que nos parezca algo propio y que 6.000 personas fueran a verla en diciembre, mientras que “el sensacional togado del siglo II procedente de Navarrería, dado por perdido y reencontrado” nos parezca “una cosa ajena siendo el mejor ejemplar en la península ibérica de estatuaria en bronce y uno de los mejores del Occidente romano”. Asumiendo “plenamente” el trabajo de los lingüistas que analizaron el texto Javier Velaza y Joaquín Gorrachategui y sus conclusiones, Andreu destacó que la Mano de Irulegi esté realizada en bronce, “lo que acerca al hábito epigráfico de las civilizaciones clásicas, y en particular de la romana, y aleja del hábito epigráfico de los iberos, que usaban mayoritariamente el plomo”. Parece que dos personas distintas escribieron en ella para componer cuatro líneas. Así, una realizó las líneas sobre las que escribir las palabras y esbozó los caracteres del texto y la otra persona, “aunque en esto hay discusión entre los dos lingüistas”, completó esas letras utilizando el puntillado, que acerca al hábito epigráfico celtibérico, indoeuropeo. “El signario empleado es ibérico, pero comparecen en él una serie de signos con peculiaridades para pensar que ha habido una adaptación del signario ibérico para incorporar los que dibujen fonemas que no existían en las lenguas ibérica y céltica pero sí en la vascónica”. En concreto, la T y dos R, representadas de manera diferente. “Eso, unido al término sorion, permite inequívocamente pensar que estamos en un texto escrito en lengua vascónica”. TRES POSTURAS QUE RECTIFICAR Sobre qué supuso la presentación hace dos meses y medio de la Mano, se apoyó en tuits que mostraban tres posturas “que en cierta medida hay que rectificar”. Se refirió primero a la negacionista, según la cual la Mano es falsa y se trata de un nuevo Iruña-Veleia. “No es científico”, dijo al respecto Andreu, “refugiarse en la falsificación cuando aparece un documento retante desde el punto de vista científico. Negar la evidencia no ayuda a que avance el conocimiento”. Además están quienes han leído la Mano desde la lengua celtibérica, defendiéndola como una tesera de hospitalidad, cuando “suelen ser manos entrelazadas y no para ser colgadas, como demuestra el orificio de la de Irulegi”. Por último, “los que han convertido la Mano en una especie de piedra Rosetta del euskera que va a cambiar, si no ha cambiado ya, la historia de Navarra y de Euskalherria”. “Adelanto”, continuó, “que ni ha cambiado la historia de Navarra ni ha resuelto ni va a resolver el misterio de la lengua vasca”, como ya expuso en público Gorrochategui a finales de año. ¿Se puede saber cómo de extendida estaba la lengua vascónica? Los rótulos monetales en los que mayoritariamente se emplea la lengua celtibérica y siempre el signario ibérico suponen que el vasco no fue ni la lengua mayoritaria ni la de la élite de esas poblaciones a las que las fuentes antiguas llaman vascones “porque la moneda es un acto de escritura de carácter oficial y el de la Mano de Irulegi, de carácter privado”. “Es evidente”, aportó Andreu, “que debió ser una lengua que se habló en el territorio, pero no parece que fuera la mayoritariamente escrita en él”. Y apoyó su argumento en la base de datos de lenguas paleohispánicas Hesperia, donde las inscripciones prelatinas que hay en Navarra “son mayoritariamente en celtibérico, concentradas en zonas muy concretas (Cascante, Fitero, Cintruénigo, Viana…), con apenas testimonios en la lengua vascónica”. ¿Qué implica? Que el valle medio del Ebro y ese territorio atribuido a los vascones antiguos fue un cruce cultural donde se mezclaban elementos célticos, ibéricos y vascónicos. Las evidencias que no son célticas y que remiten a la lengua vascónica son, además de la Mano de Irulegi, el bronce de Aranguren, otro pequeño bronce procedente de Olite y la inscripción de Andelo en un mosaico. VASCÓN NO ES 'EUSKALDUN' De modo que la primera conclusión es el “predominio absoluto de la lengua indoeuropea”. Es decir, “ser vascón no era ser euskaldun”, utilizando términos actuales. Además, que “no hay ninguna inscripción en el catálogo epigráfico de todo el Occidente romano en la que nadie se denomine así mismo como vascón”. Andreu se refirió igualmente a “algunos silencios” que a su juicio se han producido en el debate y en el estudio de la Mano de Irulegi, que debió quedar sepultada en una vivienda del oppidum de Irulegi en el contexto de la destrucción de este en torno al año 73-72 a.C., en la primera guerra civil de las tres que conoció la República romana, unas fechas antes de la fundación de Pompaelo. Porque la Mano, defendió el catedrático, es un documento en lengua vascónica, pero no se puede convertir en una evidencia de que los vascones eran unívocamente euskaldunes o de que Navarra era absolutamente vascónica: había otros pueblos que también escribieron y probablemente escribieron bastante más que los vascones, a juzgar con los testimonios epigráficos, señaló Andreu. “Pero nadie ha recordado que en el contexto de las guerras sertorianas se produce la entrada oficial de los vascones en la historia: había vascones en el territorio más o menos próximo a Calagurris (Calahorra), Cascante, Bursau (Borja) y a los berones que tradicionalmente ubicamos en el entorno de La Rioja. Esa zona es en la que se concentran los hallazgos epigráficos en lengua indoeuropea”. Y se refirió al yacimiento de La Custodia de Viana, “el yacimiento de Navarra que más textos epigráficos paleohispánicos ha dado y que no ha montado el revuelo de la Mano de Irulegi”. “Parece que hemos convertido a Irulegi en la gran capital de los vascones. Pero ni siquiera sabemos que Pompelo fuera la capital de los vascones”. Porque, en realidad, “Irulegi es un castro más y tras su destrucción se funda Pompelo”. Y si bien existen pocas evidencias de la lengua vascónica prelatina, mostró un recorrido por algunas de las evidencias de inscripciones en vasco antiguo, tanto contemporáneas a la Mano de Irulegi, del siglo I a.C., como de época Imperial romana, de finales del I y durante el siglo II d.C., más abundantes, para tratar de ubicar dónde estuvo el área neurálgica del territorio vascón, a su juicio no en Irulegi. “Es evidente” que fue una importante ciudad de vascones, pero “el corazón de los vascones”, donde se concentran las evidencias de nombres, de monedas, de nombres de divinidades, de ciudades... que remiten a la que ahora se llama lengua vascónica “hay que buscarlo más hacia el este de la cuenca de Pamplona: hacia la comarca de Sangüesa y hacia las Cinco Villas de Aragón”. En su opinión, prosiguió, Santa Criz de Eslava “puede ser un buen escenario en el que conocer no solo el origen de esa población de vascones, sino de caracterizar el proceso de mezcla cultural entre vascones y romanos”. “Porque Irulegi acabó en el 72, pero Santa Criz se convirtió en una monumental ciudad romana al menos hasta mediados del siglo III, y es una ciudad de vascones en territorio vascón pero no hay ningún solo elemento en la epigrafía claramente vascónicos, sino que más bien remiten a un contexto céltico”. En sus conclusiones, Andreu señaló que “el vasco actual es un vasco evolucionado de esa primera versión del vasco antiguo que ha tenido esta epifanía tan singular y grata, esta manifestación tan interesante en la forma de la Mano de Irulegi que abre cuestiones, resuelve otras, pero no cambia nada de lo que se sabía de los vascones ni revoluciona la historia antigua de Navarra”.

La epifanía de la Mano de Irulegi

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