Rosa Ribas, Lorenzo Silva y Bernard Minier, reincidentes de largo recorrido

"Eso que estás contando seguro que es muy interesante, ¿por qué no lo pones por escrito?". La frase “fundacional” de don Juan, el profesor de la Rosa Ribas colegiala, pronunciada con mucha probabilidad para hacerla callar porque “era una niña muy habladora”, regresó ayer a su mente para rememorar aquellos primeros pasos que le llevaron a la escritura. Igual que el momento en que con 10 años debió salir a la pizarra para leer un cuento y al acabar vio “secarse una lagrimita” al chico que le gustaba. “¡Qué poder!, ¡he conseguido que se emocione!’, me dije. Y entonces quieres hacer eso el resto de tu vida”, descubrió de aquella escena. No obstante, su miedo a que le leyeran y le dijeran que no servía le hizo “empezar a publicar tan tarde” [en 2006, El pintor de Flandes, con 43 años]. “Porque no tenía plan B. Hasta que pensé que, si seguía así, iba a ser la típica pesada que en la residencia de abuelos les iba a estar dando la brasa diciendo ‘yo quería ser escritora’. No, lo hago, y si falla, falla”. Las cifras hablan: hoy firma una quincena de novelas, entre ellas la serie de la comisaria Cornelia Weber-Tejedor y, a cuatro manos con Sabine Hofmann, la de la reportera Ana Martí. Y tampoco han fallado las trayectorias de sus compañeros en la conversación Largo recorrido, el francés Bernard Minier, cuya primera novela dio inicio a la saga sobre el policía de Toulouse Martin Servaz, y el madrileño Lorenzo Silva, con más de 80 títulos de todos los géneros, incluida la serie de trece volúmenes que protagonizan los guardias civiles Bevilacqua y Chamorro. Reincidente en Pamplona Negra como Ribas y Silva, Minier contestó a la pregunta de la periodista Ana Oliveira sobre aquel escritor novel que, aunque empezó a escribir con 10 años, tenía 50 cuando publicó aquella Bajo el hielo (2011). Fue el experimento de alguien sin experiencia, resumió. Y palabras similares empleó Silva, “experimento y provocación de alguien que no tenía nada que perder” y que se quedó “perplejo” de que le dejaran publicar una novela. “Pensaba que muy pocas personas conseguían llegar a la vida de escritor y que naturalmente entre esas pocas no estaría yo”, reflexionó quien ejerció doce años como abogado. Los tres comparten ser autores de series con los mismos protagonistas, que no significa precisamente repetir fórmulas. “Es el reto mayor: no escribir dos veces la misma novela. Eso no me interesa”, confesó Minier, a quien la huelga de los controladores aéreos franceses impidió estar en Baluarte ayer. “Que salga no significa receta, sino que tenemos unos personajes que nos acompañan”, añadió, apostando por la idea desgranada por Silva sobre Bevilacqua y Chamorro en estos 28 años escribiendo sobre ellos: no pararles el reloj y contar a través de ellos “cómo el tiempo va arañando a los seres humanos”. “Y que son tan dúctiles, adaptables, maleables y transformables como lo soy yo como ser humano”, en palabras de Silva, cuyo argumento introdujo el de Minier. “Me parece muy interesante tener un personaje recurrente que cambia porque el contexto también cambia. Cuando empecé con Martin [Servaz] no pensaba que diez años después estaría con él, no era el plan. Pero el tiempo pasa, el personaje envejece, cambia, está divorciado, encuentra a alguien, vuelve a estar solo, sus hijos crecen... Es la vida misma: no sé qué va a pasar en la próxima novela igual que no sabemos qué va a pasar mañana”. Y eso que, añadió Ribas, no querría seguir escribiendo sobre sus personajes si ellos o ella están cansados. “Ninguna de las sagas pensé que lo iba a ser. Pero después me enamoro de los personajes: tienes todo ese universo creado, los conoces, has convivido tanto tiempo... que te cuesta abandonarlos. Pero no es correcto que los conviertas en una fórmula, trabajar con una plantilla. Si los quieres, tienes que saber cortar a tiempo, cuando todavía están vivos y tienen fuerza”. En su reivindicación sobre el género negro y sobre por qué el mundo académico no se hace eco de él, la autora catalana se refirió a “un elemento en su ADN que lo convierte en sospechoso de no ser de la misma calidad” que otros: el entretenimiento, existiendo todavía críticos para quienes “una novela es buena si no se entiende”. “Para muchos no importa la calidad del lenguaje, el esfuerzo formal”, señaló, mientras que Minier, para quien su primera obra supuso solo comprobar si era capaz de escribir una novela negra convincente, hoy piensa: “Me gusta tanto escribir novelas negras y me divierto tanto haciéndolo que de momento no tengo ganas de escribir otra cosa”.

Rosa Ribas, Lorenzo Silva y Bernard Minier, reincidentes de largo recorrido

Los tres autores de series, se rememoraron como noveles, hablaron de los personajes que llevan años acompañándoles y reivindicaron el género negro

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