Cuando la novela sobre San Francisco Javier que Ramón Vilaró había escrito en 2001 se tradujo al japonés diez años más tarde, un golpe de suerte hizo que se aquella edición se agotara rápido. Fue gracias al entonces primer ministro, Naoto Kan, que compró cinco libros en un acto público en una librería. Tres examinaban la catástrofe de Fukushima, otro biografiaba a un político nipón y el quinto era su novela histórica, que la editorial navarra Eunate ha vuelto a lanzar y que Diario de Navarra pondrá a la venta desde este domingo. Se titula Dainichi, que es cómo le dijeron a San Francisco Javier cómo se nombraba a la divinidad, al ser supremo, en japonés. “La uso durante meses hasta que descubrió que se refería en realidad al Buda supremo. Yo no lo calificaría ni de error, porque Japón es un poco como viajar a Marte. Estoy seguro que muchos hombres de negocios vuelven convencidos de que han hecho un gran negocio cuando en realidad les han dicho lo contrario”, bromea el periodista catalán, que estará en el Club de Lectura de Diario de Navarra el jueves 1 de diciembre (19 horas).
¿Por qué dedicó este libro a Francisco de Javier y por qué a su paso por Japón?
Fui corresponsal en Tokio de 1985 a 1989. En Japón descubrí que los japoneses, cuando hablaban de España, citaban la figura de Xabieru, desde los libros de texto hasta las tesis doctorales. En la historia de Japón hay un momento en el que la figura de Francisco Javier abre las puertas de Japón a Occidente o al revés. Comencé a interesarme, a documentarme.. y decidí ceñir la novela a su llegada y su salida de Francisco Javier de Japón.
Una novela con parte de ficción ¿y mucho de realidad?
Francisco Javier fue el primer corresponsal extranjero en aquel país. Tenemos sus cartas, sus diarios en los que describe no solo su interés por propagar el cristianismo sino que además es un cronista que relata cómo vive y se comporta la gente, sus tradiciones. A mí me fascinó su faceta de personaje muy aguerrido y aventurero. Hoy en día viajar es fácil, pero en aquel tiempo no. Embarcó en Setúbal, al lado de Lisboa, rodeó todo el continente africano, para pasar un año en lo que hoy es Mozambique y llegar a Goa, en la India. Después viajó a Indonesia, a las Molucas, volvió a Goa y a Malaca y se interesó por entrar en China, que estaba cerrada a cal y canto. Conoció a un exsamurái, que había tenido que salir por pies del país, acusado de un asesinato no aclarado, y le empieza a hablar de Japón. Así que embarca en un junco de un pirata chino y va a Japón.
¿Hasta qué punto pudo influir en Japón?
Japón había permanecido completamente cerrado a la influencia de otras culturas. Marco Polo oyó hablar en China de Zipango, un país con palacios decorados de oro. Después unos navegantes portugueses a los que se les rompió el barco y quedaron a la deriva llegaron a las costas de Japón, pero se volvieron. El primer occidental documentado que llega a Japón es San Francisco Javier, acompañado por un novicio y dos jesuitas. Y lleva una serie de artefactos técnicos novedosos para los japoneses, como el catalejo, el reloj o conocimientos de astronomía. Javier empezó a crear autos sacramentales, obras teatrales, para propagar la religión católica, y parece que a los japoneses les encantaban. Consiguió bautizar a mucha gente y en Kagoshima recibe el beneplácito del daimio, el señor feudal para propagar la religión. Pero Javier sabe que si no convence al mandamás, al que hacía las funciones de emperador, no tendrá éxito.
¿Lo consiguió?
Empieza todo su periplo, se va a Yamaguchi, de ahí a lo que hoy es Osaka, después hasta Miako, pero no logra que le reciban porque llega harapiento por el viaje y las penurias del trayecto. En cambio, en otras partes Javier sí usó la pompa de la religión: las mejores ropas o las entradas bajo palio, por lo que comenzó a recibir el beneplácito de los señores feudales. Pero también tuvo conflictos en la sociedad japonesa, sobre todo con los budistas por las limosnas de las que sobrevivían.
¿Qué ven hoy los japoneses de hoy en la figura de Francisco Javier?
La Compañía de Jesús está muy presente en Japón, sobre todo en el mundo universitario. Los católicos son un minoría, no llegan a un millón en un país de 127, pero siguen teniendo bastante influencia.
A un español del siglo XXI, ¿qué puede significar San Francisco Javier?
Es el gran desconocido. Cuando se habla de los jesuitas, Loyola es el fundador, el personaje que aglutina todo. Pero me dicen que dentro de los jesuitas hay dos tendencias: Loyola es el gran patriarca, pero hay muchos devotos de Francisco, entre ellos los que pasan por ser los más aventureros.
¿Fue uno de los primeros aventureros de la historia?
Para mí sí, un aventurero con la mochila de la fe católica y de la implantación de una nueva orden religiosa en tierras tan lejanas y extrañas. Es el aguerrido que quiere ir a China, que va a Japón, y regresa para intentar entrar en China y morir a sus puertas, en Sanzián. No era ningún místico recluido en su convento. Iba por delante su impulso de misionero aventurero, como los que existen hoy. En conflictos que he vivido en Timor, Filipinas, Corea del Sur, te encuentras, si no a un jesuita, sí a un misionero o a una monja, en el anonimato, haciendo funciones sanitarias, educativas y además intentando expandir la religión católica. Tengo mucho respeto por esos javieres anónimos que siguen presentes.
DNI
Ramón Vilaró Giralt nació en 1945 en Vic aunque reside en Lloret de Mar (Girona). Periodista, escritor y documentalista, ha sido entre otros cargos corresponsal en Bruselas, Washington y Tokio, sobre todo para El País. Casado, tiene cinco ahijados y siete nietos.
Por 16,90 euros con el Diario
Los lectores de Diario de Navarra podrán adquirir con el periódico el domingo Dainichi. La epopeya de Francisco Javier enJapón por 16, 90 euros. El libro incluye un acceso QR al documental El legado de San Francisco Javier en Japón. Un navarro en tierra de los daimios, que Vilaró codirigió en 2007.