Beamonteses y agramonteses
- Xabier Sagüés Goñi
En 1512 Fernando de Aragón, dicho “El Católico”, con la inestimable ayuda y colaboración de la facción Beamontesa de Nabarra, invade militarmente el Viejo Reino (cuya corona siempre pretendió) con la complicidad de la famosa bula papal, y la burda excusa de la presunta desviación religiosa de los entonces Reyes legítimos de Nabarra Juan y Cathalina, y afirmando que después de pacificar el reino devolvería la corona a los navarros. Las preguntas del millón: ¿a quién iba a entregar la corona de Navarra?, ¿a quién querían coronar los Beamont?, ¿qué acuerdos secretos tenía Fernando con estos últimos? Fernando no era precisamente muy de fiar. Para entender el comportamiento y el apoyo tan decidido que mantuvieron en la conquista, algo muy suculento les tuvo que ofrecer y más viendo las sucesivas y numerosas quejas de los Beamont pretendiendo durante muchos años por lo menos el Virreinato en Nabarra, cosa que no consiguieron, ya que tanto Fernando como su nieto Carlos y el hijo de este Felipe no se fiaban en absoluto de ellos -como demuestra el hecho de la construcción de la ciudadela de Pamplona, principalmente para defenderse de los navarros-.
Cuando, sobre todo a partir de 1521, se vieron castellanos (no aragoneses) y españoles, y que por lo mismo podían ir a América y de paso emparentar con la nobleza española, ellos y los demás nobles navarros se olvidaron de la Nabarra de allende los Pirineos que “asombraría al mundo”, de sus auténticos monarcas, de los virreinatos y demás sueños ilusorios y se dedicaron a otros asuntos más asequibles y jugosos.