Es progreso que la meteorología sea capaz de predecir cuándo va a haber nevadas, dónde y con qué intensidad. Permite organizar mejor la vida de la gente, sus movimientos y las actividades económicas o laborales, además de prevenir accidentes y eliminar riesgos innecesarios. Pero no es progreso que se destine el trabajo de cuarenta personas y un ejército de lámparas de luz cálida gigantes para que se dispute un partido de fútbol exactamente a la hora en la que la ciencia estima que es la menos adecuada. No es progreso que las decisiones se tomen solamente por criterios económicos (televisiones). Es un triunfo más de la inmediatez sobre la inteligencia. Una sociedad madura rechazaría un despilfarro humano y energético como este (en lugar de celebrarlo) y comprendería que el progreso tiene más que ver con aceptar que a veces conviene esperar, reflexionar y buscar soluciones creativas, inteligentes y sostenibles. Y encima, para rematar la jugada, ¡se quejan del estado del césped! Lo que desvía el debate del progreso para entrar de pleno en el terreno del absurdo.