'El Tuli': "En el otro mundo se celebra San Fermín. Estoy seguro"

Jesús Ilundáin Zaragüeta, el Tuli, esperaba este viernes para la entrevista en la puerta del ayuntamiento, entremezclado entre los turistas que, móvil en mano, retrataban la fachada consistorial. A unos pocos metros, otros se inmortalizan subidos al vallado del encierro sin reparar -y la mayoría sin saber- que ese hombre será el que hoy se convierta en protagonista de una noticia que recorrerá el mundo, la del cohete de San Fermín. Una votación popular entre los empadronados de Pamplona mayores de 18 años le lleva, a las doce del mediodía, al balcón gracias al apoyo recibido por el 40,3% de las 9.380 personas que participaron en este proceso. El Tuli se ponía así en cabeza de una lista de candidatos que completaban la Federación de Peñas, Comedor París 365, el colectivo Sanfermines en Igualdad, el grupo de dantzas Oberena y la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH). Fueron la Comparsa de Gigantes y Cabezudos y la asociación de comerciantes del Ensanche quienes impulsaron la candidatura de este pamplonés de 85 años, casado con Paquita de la Fuente Pascual, con una hija, Amaia, y una nieta, Irune Baranda. Y hoy, Jesús Ilundáin Zaragüeta, el hijo de un camarero y una ama de casa de la calle Jarauta, el trabajador jubilado de la Caja Laboral, el pamplonés que vivía el chupinazo desde una esquina de la cuesta de Santo Domingo - “lo más cerca que me permite la edad”- sin verlo pero oyendo lo suficiente para que a la par que se anuda el pañuelo se le haga otro en la garganta, será rescatado de ese anonimato para prender la mecha. “¿Responsabilidad, nervios? Pues no... Quizá como he sido árbitro muchos años eso me ha curtido”, se ríe. Qué diferencia entre aquel primer cohete que usted recuerda en la plaza del Castillo lanzado por un brigada de jardines y el de ahora ante miles de personas. A mí me gusta más el de ahora, entre otras cosas porque se lanza desde el Ayuntamiento. Antes íbamos cuatro críos y algún mayor, poca cosa. No recuerdo muy bien cuando se hizo el cambio a la casa consistorial pero sí se me han quedado grabados los años en los que como estaba de obras el Ayuntamiento se trasladó al edificio de artes y oficios, enfrente del Corte Inglés. Justo al lado estaba el cuartel militar con un almacén que daba a la calle. Mientras los mayores se entretenían con el cohete, los pequeños metíamos la mano para sacar algarroba, que era muy dulce. Y ahora que es usted el protagonista, ¿nervioso? Nada. Sigo durmiendo mis ocho horas. Quizá en el momento justo me ponga, pero tampoco lo creo, soy de dominarme bastante bien. La que está como un flan es mi mujer (se ríe). ¿Ni tan siquiera se le alteró el pulso cuando se enteró? Más que nervios, sentí una gran emoción. Se cumplía un sueño que nunca pensé podría hacerlo realidad. Mi familia estaba de vacaciones en Cambrils y desde el Ayuntamiento me dijeron que debía quedarme por si salía elegido. Aquel viernes (se refiere al viernes 17, cuando se hizo pública la elección), me llamaron que fuera a las cinco y cuarto, luego a las cinco y media y al final que las cuatro y media. Así que en lugar de estar nervioso por ver cómo había ido la votación estaba un poco loco con tanto cambio de hora. Cuando llegué, el alcalde me dijo que cinco votos había sacado, y pensé, hombre la familia, y así entre risas apareció la chica de protocolo y fue cuando me comentó que había ganado por goleada. “Imposible”, dije una y otra vez. Era lo único que podía hablar. Estaba con mi yerno (Luis Baranda Alfonso), que se encargó de llamar a mi mujer y a la hija. No paraban de llorar. Y a los días, cuando me reuní con ellas, al verme, otra vez a lágrima viva. Dijo que se iba a ceñir al discurso clásico de ‘pamploneses, pamplonesas, viva y gora San Fermín. ¿Sigue con la misma idea? Sí, sí. Desde el Ayuntamiento me han pedido que diga también ‘iruindarrak’, que espero no se me olvide. Llevo la palabra escrita en una chuleta, me la he aprendido de memoria, pero bueno, a veces se me atraganta, así que me la apuntaré en la mano. Ya saldrá, seguro. ¿Quién le va a acompañar al Ayuntamiento? En el balcón, por protocolo, solo puedo estar con el alcalde. Pero conmigo por ahí cerca estará mi mujer, mi hija, su marido y la nieta. Me da pena no poder llevar a más gente, pero las invitaciones son las que son y no cabemos todos. Pero si hubiera podido, estarían también gente de la peña, como Eneko Hualde, o las Edurnes, como yo las llamo (Edurne Peralta y Edurne Hualde), que han sido junto con otros los que movieron todo para que me propusieran. ¿Y a quién va a tener muy presente en el balcón? A Javier Itoiz, un sanferminero cien por cien de la peña, a Ángel Alcate, con quién siempre hacía turno de bar en el Bronce y que murió un 7 de julio, a Cleto, peñista también, al antiguo presidente Miguel o a Guti... Tanta gente que ya no está... Mira, en el otro mundo se celebra San Fermín. Estoy seguro porque son muchos los que sentían muy hondo la fiesta. ¿Tiene pensado celebrar el día 6 de alguna manera especial? Pues no, haré lo de todos los años. A las 11 de la mañana saldré de casa, con mis alpargatas, de blanco, con el pañuelo en el bolsillo y la camisa de la peña al hombro. Después del cohete me tomaré un par de cañas, me iré a casa a comer y a las seis estaré en el Riau Riau. Y cuando no había... ¿Cómo llenaba la tarde? Yo iba, hubiera o no. Si no salía nadie, me gustaba recorrer la calle Mayor para recordar y entraba a la capilla a hablar con el santo, porque yo con San Fermín hablo todos los días. Perdone, le he interrumpido. Siga con su día. Poteo, cena con la peña o en un bar al lado, y salimos de bares, con paradas en verbenas y otras peñas, hasta las dianas de las siete de la mañana. ¡Con 85 años! Sí, pero bueno, un solo día. El resto me retiro para las dos de la mañana. Hay un sevillano muy gracioso que me dice todos los años que me quite la careta, que debajo hay un hombre mucho más joven (risas). Este año no podrá dar ni un paso. Le han votado más de 3.000 personas. Estoy sorprendido. Quizá me ha apoyado tanta gente porque se sienten un poco reflejados en mí, en un pamplonés más que siente muy hondo las fiestas de San Fermín y las disfruta en la calle y con su peña. Creo que ha gustado mi querer por estas fiestas. Hablando de peñas, ¿han cambiado mucho en estos años? Sí. Ahora muchas cuadrillas ya no hacen tanta vida de peña, no van a la escalera... Parece que sólo buscan un sitio para comer o cenar. Y la peña es algo que une todo el año, no únicamente en San Fermín. También ha cambiado el papel de la mujer en la fiesta. Aquí a mejor, ¡a mucho mejor! Fui de los pioneros, cuando me tocó ser presidente en 1974, en que ellas fueran socias de pleno derecho y que, tras los toros, pudieran ir con la charanga porque estaba mal visto que también salieran bailando de la plaza. A mí eso me ponía de los nervios. Me imagino que predicaría con el ejemplo en casa. Por supuesto. Mi mujer es socia, como mi hija y mi nieta en cuanto nació. A Paquita nunca le he mandado a casa, como algunos de mi época hacían. Yo estaba más a gusto disfrutando con mi mujer y si ahora no viene es porque se cansa. Con la edad ya se ha ganado un sitio en sombra en los toros. ¡Ni loco! Allí ni meriendan. Además, tengo el mismo sitio desde hace sesenta años donde a partir del quinto toro me da sombra y puedo estirar las “garrillas” porque no soy muy alto. De los siete que éramos de cuadrilla únicamente quedo yo. Pero lo bueno de ser de una peña es que nunca estás sólo, nos arropamos entre todos. Y, además, dentro de poco los voy a necesitar para saltar a la arena tras el último toro (risas). “Me puse de rodillas, canté y me siguieron” ¿Por qué no quiere decir el año en que instauró el cántico a San Fermín? Para no dar pistas a los que ahora quieren atribuírselo. Yo no había comentado nada de esta historia y de repente aparece uno por ahí que dice que fue él. Le pregunté cuándo, me dijo una fecha, saqué las cuentas y resulta que entonces él tendría unos siete años. Así que mejor me callo, que los que conocen a fondo San Fermín ya saben en qué año. Sólo diré que era un 10 de julio. ¿Y por qué no quería decir nada? Me daba apuro que pensaran que era un fanfarrón. Pero antes de que el mérito se lo lleve otro, prefiero arriesgarme y decir la verdad. Pues cuéntemela. Llegué al encierro con otro chaval de Pamplona que trabajaba en Francia. ¡Qué rabia no acordarme de su nombre! Y allí estábamos los dos, después de toda la noche de bares, pero no borrachos, que yo siempre he sabido parar. Entonces había costumbre de bajar casi hasta la puerta de los corrales y allí esperando comencé a cantar. Me vino a la cabeza una estrofa de la peña la Única porque citaba el encierro. Y sin más, me arrodillé. Mi sorpresa fue cuando aquel muchacho también lo hizo. Al día siguiente, lo volvimos a hacer y ya había unos diez imitándonos, y así fue aumentando. ¿Y cuando pudieron cantar al santo? Al tercer o cuarto año. Una de las monjas del Hospital Militar, que estaba en el edificio actual de Educación, se le ocurrió sacar una figura que tenían de San Fermín. La adornó con dos velas y un pañuelo, así que cambiamos de dirección hasta que se puso la hornacina. ¿Y lo de blandir el periódico? Pues eso ya no lo sé. Ese rito ya no es mío (risas). Hasta que usted no ha sido elegido para tirar el cohete, mucha gente desconocía esta historia. Es que ya te digo que me daba apuro que pensaran que era una fantasmada. Así que únicamente lo conocían Javier Itoiz, de la peña El Bronce, mi mujer y, por supuesto mis padres. Aquella avenida General Jarauta El 24 de marzo de 1931, en el cuarto piso del número 81 de la avenida General Jarauta (hoy Jarauta a secas) nacía el primer hijo de un camarero del Casino Eslava y una ama de casa. “Después vendrían mis dos hermanos. En 1996 murieron mi madre y mis dos hermanos. Aquello fue durísimo. Contaba los días que me quedaba a mí”. San Fermín corre por sus venas gracias a su padre. “Aún con el enorme trabajo que tenía esos días, se las apañaba para bailar al rey negro y correr el encierro. Salía por la puerta de atrás del casino a la Estafeta y yo le veía escondido en el portal donde, con 15 años, intentábamos zafarnos de los municipales para entrar en carrera”. Él comenzó a trabajar como recadero en el ultramarinos Casa Oscoz con 14 años. “Eran años duros y había que ayudar en casa”. Siguió como recadero para almacén Ciganda y, tras la mili en Canarias, entró en la fábrica de frenos Vendi Ibérica. “Cuando tenía 45 años, Juan José Armendáriz, el fundador el Torneo Boscos donde yo era árbitro, me dijo si quería trabajar en Caja Laboral. Y allí me jubilé”. Una mantequilla, una canción y un mote Jesús Ilundáin recordaba perfectamente el día en que pasó a llamarse el “Tuli”. “Fue por la cosa más tonta. Yo era jugador del fútbol con el Rochapeano y en 1955 subimos a regional, así que organizamos una comida para celebrarlo”. En la sobremesa comenzaron las canciones. “Y no sé por qué, igual es que la oía mucho y la tenía metida en la cabeza, se me ocurrió entonar la de un anuncio de mantequilla. Aún la recuerdo, ‘si te quieres conservar guapa y lozana, con el tuli, de Tulipán”. Y me vine arriba con la estrofa. A la gente le hizo tanta gracia que desde aquella comida me comenzaron a llamar Tuli. ¡A mí, que no me gustaba nada esa mantequilla!”. Tenía 24 años y ya había dejado atrás sus ganas de pilotar un avión que le hizo irse de voluntario para hacer la ‘mili’ en Aviación en Canarias. “Y me perdí dos años de San Fermín. Entonces sí lloré, y mucho. Me acuerdo que todos los días cogía el programa de fiestas que me habían mandado de casa y lo leía para imaginar que estaba haciendo la gente. Una tortura”, recordó, ahora sí, riendo. En corto EL UNIFORME PARA TODOS LOS DÍAS De blanco, por supuesto, con el pañuelico y las alpargatas de cintas azules, a juego con la blusa de la peña. Y una visera para el sol en los toros. EL MEJOR ALMUERZO No almuerzo nunca. LA MEJOR MERIENDA El bacalao un poco picante. Pero acompañado con una botella de vino fresca, sino no se aguanta. LA MEJOR BEBIDA Para mí la cerveza con limón. Esa no me deja resaca. Lo malo es que te lleva mucho al baño (risas). UNA CANCIÓN La del encierro y la del himno de la peña el Bronce. SU GIGANTE O KILIKI FAVORITO El rey negro porque lo bailaba mi padre. CON QUÉ SE LE SIGUEN PONIENDO LOS PELOS DE PUNTA Con algo fuera de las fiestas, cuando veo a extranjeros en la hornacina cantando a San Fermín. SAN FERMÍN NO SERÍA LO MISMO... Sin el encierro. SAN FERMÍN, EN CUADRILLA O EN FAMILIA ¿Y por qué no los dos juntos? Yo lo he hecho.

'El Tuli': "En el otro mundo se celebra San Fermín. Estoy seguro"

Más de 3.000 personas han querido que hoy sea Jesús Ilundáin Zaragüeta, el Tuli, quién tire el cohete. Gracias a la votación popular este pamplonés de 85 años será protagonista de lo que pensaba era un sueño imposible.

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