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PERSONAJES DE LAS FIESTAS

El director de la banda del maestro Bravo cumple 20 años

Florentino Gallego, burladés de 56 años, casado y padre de tres hijos, ingresó en la agrupación con apenas 14 años, un sueño hecho realidad

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Florentino Gallego, en la plaza de toros, donde pone música con la banda del maestro Bravo
  • JOANA PERNAUT. PAMPLONA
Actualizado el 12/08/2020 a las 13:22
"Miguel Ríos ha venido a la plaza y no la ha llenado. Nosotros la tenemos llena todos los días". Ésta consideración se la repite a sus músicos Florentino Gallego. Este burladés de 56 años lleva 20 al frente de la banda del maestro Bravo, la que a diario pone música en el coso pamplonés en Sanfermines y por las calles de la ciudad.

Casado y padre de tres hijos de entre 19 y 27 años, ingresó en la formación con apenas 14 y es de los pocos que conoció a quien da nombre a la agrupación, el maestro Bravo.

Con la música en los genes por el lado paterno, su padre le empezó a enseñar cuando tenía 5 años y entró en el Conservatorio con 9. Ya de niño, desde Burlada, subía con su padre a ver el encierro y contemplaba a la banda. "Si yo pudiera tocar en ella...", anhelaba.

Fue un mes de junio cuando su padre Florencio, quien tocaba el saxofón en la peña Aldapa, lo llevó a casa del maestro. "Era mayor, imponía y me dijo: 'Toca el clarinete, que tengo uno ahí'. Toque y me planteó: '¿Quieres tocar en San Fermín?' Buf, buf... Ahí comencé", reproduce quien se lo pasaba "bomba" con el clarinete, un instrumento que se compró con un dinero que sacó de donde pudo.

Más tarde, le llegó la hora de coger la batuta, por cierto, fabricada por él con un corcho de sidra y una caña de pescar. Al frente, tiene a 22 músicos, muchos profesionales, y él es de los mayores, cuando en su origen, la edad media de la banda alcanzaba los 70 años.

"A MI MADRE LE HEMOS ROTO LOS OÍDOS"

Para la película de toda su trayectoria en la banda, de fondo, pondría el pasodoble 'Encierro'. Una canción que la banda toca los días 7 y 14. "Es emocionante, damos una vuelta al ruedo y la gente saca los pañuelos, formando una ola roja, que toca la fibra", confiesa, quien siempre "da la nota" en alpargatas.

Desde el ruedo, donde "pasan fresco" y el aroma intenso de la sangre del toro atrae a los mosquitos, ha visto a generaciones que se sientan en los mismos asientos. "Si no hubiera estado en la banda, tocaría en una peña o en alguna orquesta". Siempre, en algo relacionado con la música. Una música que ha vivido con "grandísimos compañeros" y que no se le apaga nunca en su cabeza. Especialmente, si se trata de la canción 'Clavelitos'.

Empleado de Volkswagen, aprovecha los descansos en la fábrica para crear el logo de la banda y, en la cadena, diseña cambios en los repertorios. La música no cesa en su interior ni con el Pobre de Mí. "Me dura días", sonríe este amante de todos los estilos.

Gallego vuelve la mirada atrás. "A mi madre, Pili, le hemos roto los oídos. Ella de música no tenía ni idea", recuerda, y puntualiza que son dos hermanos, ambos integrantes de la banda, y una hermana.

Su mujer, María José, "aguanta la música". "Ella y todas nuestras mujeres son las verdaderas heroínas, bastante hacen", ensalza. A su vez, confiesa que María José dirige en casa; mientras que él sólo lo hace en el ruedo. Un escenario donde ejerce de una especie de psicólogo-sociólogo. "Si veo que hay cristales, tocamos 'Paquito el chocolatero' para que no tiren vidrio", ejemplifica.

SI EL MAESTRO LEVANTARA LA CABEZA...

Gallego considera que si el maestro Bravo levantara la cabeza estaría orgulloso de los apoyos que recibe la banda, muy significativos en 2011. Un año en el que el futuro de la banda se vio en peligro, en parte, por las cuentas. "Nos llegaron muestras de cariño de Australia, Nueva Zelanda... Salimos reforzados", resume quien informa de que manejan un presupuesto "ajustadísimo, igual que en 2008". Aquel 2011, probablemente, fue más consciente de algo que ya sabía: "Sin la banda, no sabría qué hacer en San Fermín".

En ella vivió el fatídico montón del pasado año. "Tras tocar, estábamos arriba, en la plaza, y vi a un compañero de mi hijo. Pasé pánico", califica. Sus evocaciones también le trasladan a los Sanfermines de 1978. "Estaba con mi padre y le pedí que fuéramos a la plaza. Sabía que el maestro estaría allí. Y así era. Toda la plaza estaba vacía y lo encontramos dando vueltas y diciendo: '¿Ahora qué?'. Nos lo llevamos a tomar un caldico y luego a casa".

Al hablar del maestro, un recuerdo lleva a otro. "Una anécdota graciosa fue cuando le dieron un refresco en lata. Nunca había visto una lata, no sabía ni cómo abrirla. Encima, se la dieron agitada...", ríe.

Sus Sanfermines, actualmente, los vive de día, aunque los fuegos constituyen uno de sus momentos favoritos. Gallego escoge no mirar al futuro: "Prefiero quedarme con lo bonito del pasado y del presente". Y el punto y final lo pone con una canción para los tiempos que corren: "Todos queremos más...".
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