“La vacunación ha abierto un puerta para llegar al final del túnel. Pero el camino es complicado”

Hace apenas unos días que comenzamos este 2021, y ya se encuentra el pobre en una situación de angustia y ansiedad. Él, pensaba ser un año normalito, los años acabados en 1 nunca ha sido especialmente relevantes y menos después de un 2020 que ya por su nombre es un año redondo, heredero de los felices años 20 al mismo tiempo que nadie se acuerda del feliz año 21. El 21 estaba preparado para lo típico de un año normal: alguna catástrofe natural, algún pequeño conflicto internacional, sus olas de calor y de frío, sus políticos con más de lo mismo… como mucho, estaba preparado para la aplicación del brexit. Pero sin esperarlo, se ha encontrado siendo el año de la esperanza mundial para una solución a una pandemia también mundial. Poco tiene que agradecerle al 20. Hasta su herencia, ha sido una herencia envenenada. Nos ha dejado comenzando las vacunaciones como si el remedio ya estuviera aquí, como si todo fuera ya un camino de rosas. Por eso, el 21 se siente demasiado observado. Es verdad que lo miran con ternura y con una sonrisa: para el verano iremos a la playa, las próximas navidades serán como las de siempre… Es verdad que puede pasar a la historia como el año en que se acabó con la mayor pandemia mundial, pero el 21 -de carácter no muy optimista todo hay que decirlo-, se siente agobiado por tanta esperanza puesta en él, porque cuanto más alta sea la esperanza mayor será la decepción. Es verdad que el comienzo de la vacunación ha abierto una puerta para llegar al final del túnel, pero el camino es complicado, quizá la esperanza excesiva y el 21 sólo sea parte de ese túnel y de constantes desilusiones y frustraciones. Es normal que la más mínima perspectiva de solución multiplique la esperanza más de lo conveniente y también que algunos consideren que más vale vivir con esperanza que afrontar el año desde el pesimismo. Pero creo que debiéramos liberar al 2021 de esa presión, porque en el camino se van a encontrar tropiezos - ójala sean pocos- y siendo más realistas que idealistas, tenemos que asumir que un problema difícil no se resuelve rápida y fácilmente. No es por deprimir, pero tenemos que ser conscientes que esto es una carrera larga y de obstáculos, que no podemos desesperarnos a la mínima ni a la máxima, que la cuestión es avanzar poco a poco por un territorio inexplorado que nos puede dar sorpresas. Según los científicos podemos prever varias dificultades que no son necesarias pero sí posibles. Los medios especializados señalan que desconocemos por ejemplo la duración de la inmunidad de las vacunas y desconocemos cómo va a influir en su propagación el proceso de mutación que sufre el virus. Por otra parte, vacunación no significa desaparición de las medidas de prevención, la relajación de las medidas se efectuará progresivamente en función de la evolución de la vacunación. El presidente de la Sociedad Española de Inmunología estima que seguiremos con mascarilla hasta 2022. Es importante señalar también que hablamos de los países desarrollados, pero la pandemia es mundial y según Oxfam, en los países pobres y durante 2021 sólo se vacunará el 10 por ciento de la población: una pandemia mundial sólo se vence si se controla a nivel mundial. Siempre nos queda lo positivo: aprender. Una pena que lo aprendido se vaya olvidando progresivamente, que aprender no sea siempre lo mismo que retener indefinidamente y que lo que ahora aprendemos se nos vaya olvidando rápidamente cuando la situación vuelva a la normalidad. Por el momento, podemos aprender que cuanta más inversión en investigación y desarrollo, cuanta más importancia se dé a la atención primaria, menos son los efectos y más fácil la contención de las enfermedades. Podemos aprender que hay problemas que no entienden de fronteras, muros o papeles, que las soluciones y las prevenciones deben de ser mundiales o los problemas se convertirán también en mundiales -hambre luego emigración, por ejemplo-. Podemos aprender a distinguir lo importante de lo que no lo es. Lástima que en unos pocos meses dejemos de valorar lo importante que es estar sano y tener médicos y hospitales cerca. Lo importante que es vernos la cara, acercarnos a nuestras familias y a nuestros amigos, tocarnos y juntarnos seis, dieciséis o veintiséis, no tener que elegir entre dejar a nuestros mayores solos o arriesgarnos al contagio… lo importante que es vivir sin miedo, perder un poco de libertad para ganarla con creces o que los remedios sanitarios no dependen de las ideas políticas. Yo creo que una dosis de paciencia, de tener claro el final a pesar de los tropezones, de no abandonar los rituales de geles, distancias y desinfecciones, bajarán un poco la presión de este 2021 y se verá más capaz de asumirse como un año de transición que como un año de final definitivo. José María Marco Ojer, profesor de Filosofía

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Es verdad que el comienzo de la vacunación ha abierto una puerta para llegar al final del túnel, pero el camino es complicado

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