“Es momento de pensar en el nuevo Servicio Navarro de Salud. La pandemia ha evidenciado sus carencias”

Todas las crisis tienen cuatro fases: previa, crisis propiamente dicha, adaptación y nueva realidad. La fase previa es aquella en la que todas las organizaciones deben preparar planes de contingencia para cuando se desate una emergencia. La segunda etapa comienza en el momento en que se desencadene la crisis. Entonces la prioridad es mitigar los daños, y ganar tiempo, si es que eso es posible. La siguiente fase es la de adaptación, que es en la que nos encontramos. En esta etapa es necesario hacer frente a las causas subyacentes de la crisis y progresar hacia una nueva realidad, que no una nueva normalidad, porque por definición la normalidad nunca es nueva. Por último, la cuarta etapa, la nueva realidad, corresponde a la que se presenta cuando se supera la crisis. Llegaremos a ese momento cuando se consiga inmunidad colectiva o de grupo, que no de rebaño, porque las personas forman grupos y no rebaños. Aunque todavía no nos encontremos en esta situación, ya es momento de pensar en el nuevo Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea, porque la pandemia ha puesto en evidencia sus carencias. Los cambios no pueden limitarse a los habituales, los que pregonan todos los grupos políticos a coro, como aumentar el gasto y “potenciar la Atención Primaria”, aunque nadie concrete en qué consiste esto último. Otro tópico que se repite, aunque en este caso por fortuna no de forma unánime, es el que dice que hay que emplear en exclusiva los centros y servicios públicos. Afortunadamente este criterio no se ha tenido en cuenta en las dos oleadas de la pandemia. No se debe repetir lo mismo de siempre sin reformar el sistema. Si se hace lo mismo gastando más, conseguiremos los mismos resultados, pero mucho más caros. Es el momento de la innovación y de la reforma profunda. En esta reforma deben ser indiscutibles la universalidad y la financiación pública, todo lo demás debería estar sujeto a revisión. Es hora de pensar en una Atención Primaria más eficaz, con más capacidad de resolución, que recupere la accesibilidad perdida y que cuente con la plantilla y los recursos adecuados. Sin embargo, no basta con aumentar el gasto de la Atención Primaria. El modelo de este nivel asistencial es el mismo desde mediados de los años 80 y ya ha llegado el momento de revisarlo. Esto quiere decir que hay que cuestionar su misión, su estrategia, su modelo retributivo, su accesibilidad, su organización interna, la continuidad asistencial y sobre todo su cartera de servicios. Es el momento de decidir si queremos una Atención Primaria funcionarial o profesional. Si queremos una atención primaria con métodos clásicos de administración pública o queremos una gestión profesional. El modelo de gestión de nuestros hospitales es todavía más antiguo, porque es el de los años 60 y principios de los 70, cuando se jerarquizaron la mayoría de los hospitales de la Seguridad Social. Lo único que ha cambiado desde entonces es su estructura directiva, mucho más numerosa ahora, y su gestión, que se ha burocratizado hasta el extremo, y que ahora es mucho más administrativa, como también ocurre en la Atención Primaria. Debemos abandonar un modelo de gestión propio de un negociado de la administración, en el que prima el cumplimiento de la norma y que se centra en el control del volumen de actividad y del gasto. Ni en Atención Primaria ni en los hospitales se puede continuar con una gestión de los profesionales estrictamente funcionarial; con un modelo retributivo arcaico que no contempla la evaluación del desempeño; y con un sistema de selección de profesionales anticuado e ineficiente. El sistema de salud exige una gestión profesional, dirigida a satisfacer las necesidades de los pacientes y enfocada a la calidad, los costes, la eficiencia y la efectividad. Para mejorar nuestro sistema de salud es imprescindible que se conceda prioridad al paciente, al ciudadano y al contribuyente. Esto quiere decir que el sistema de salud se debe planificar y gestionar poniendo a los tres en primer lugar, siempre antes que los intereses particulares, corporativos o de partido. Ya es hora de anteponer los intereses de los pacientes a los de los propios servicios; de respetar a los profesionales, que son quienes saben qué hay que hacer y cómo; de gestionar el sistema de salud como un servicio público y no como una administración pública del siglo XIX; y también de preocuparse de la formación de los administradores sanitarios del siglo XXI. En resumen, es imprescindible reconocer que nuestro sistema de salud necesita una profunda reforma, libre de prejuicios ideológicos, centrada en buscar lo mejor para el paciente, el ciudadano y el contribuyente. Cuanto antes, mejor. Javier Carnicero Giménez de Azcárate Ex Director Gerente del Servicio Navarro de Salud-Osasunbidea (entonces Servicio Regional de Salud).

“Es momento de pensar en el nuevo Servicio Navarro de Salud. La pandemia ha evidenciado sus carencias”

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