Y ustedes, ¿de dónde vienen? ¿Vendrán de largo camino? Desde
Oriente llegaron a
Sangüesa Sus Majestades, los
Reyes Magos, para recorrer las calles de la ciudad hasta dar con el portal de
Belén. Siguiendo a la estrella en el cielo encapotado de la ciudad,
Melchor,
Gaspar y
Baltasar partieron a caballo desde el Ayuntamiento hasta la plazuela de Santa Catalina, donde encontrarían al niño Jesús. A pesar de los escasos siete grados que escondían a todos bajo abrigos y disfraces, el auto sacramental del
Misterio de los Reyes Magos se representó una vez más en Sangüesa para el disfrute de mayores y pequeños. El silencio de la multitud daba espacio a las voces de los intérpretes, que cantaban los diálogos originales del drama litúrgico editado por
José de Legarda en 1900.
116 años de representaciones teatrales guarda ya la ciudad cada mes de enero, “y va a perdurar, mínimo, 116 años más”, comentaba ángel Navallas, alcalde de la localidad.“La juventud viene empujando muy fuerte”. Navallas ha encarnado durante treinta años los papeles de los tres reyes, y no descarta hacerlo de nuevo. “Cada personaje cuenta con dos personas, por si fallase alguna de ellas. Pueden así turnarse, actuando un año cada una”. Recalcaba que los suplentes nunca iban a faltar, a pesar de la gran diversidad y cantidad de papeles, desde los reyes a los pastorcillos y zagales. “Los más mayores tardan unos veinte días en aprender o recordar sus diálogos, mientras que los niños llevan repitiendo sus frases desde hace un mes y medio”. El alcalde se encontraba satisfecho con la organización, destacando una vez más que “el proyecto está diseñado para que no falle”. Comentaba, también, que la solicitud de reconocimiento a nivel nacional (vía Gobierno de Navarra) de la emblemática representación, que ya es un bien turístico reconocido en Navarra, está todavía en trámites. La iniciativa, que surgió hace ya dos legislaturas, sigue en el aire. “Este tipo de procesos, es muy lento, y hay que tener paciencia”.
EL VIAJE
A las 11.30 horas, y arropados por una gran multitud de vecinos y visitantes, los reyes hicieron una primera parada en la calle Alfonso el Batallador. Las farolas y los balcones se convirtieron en los oasis y las palmeras, a ojos de los más embelesados, del desierto asiático que atravesaron durante su viaje. Fue allí donde divisaron la estrella. Tomando como guía su estela, pusieron rumbo a la
Plaza de Santo Domingo, ya muy cerca de la ciudad, y llegaron a los pies del castillo de Herodes. El palacio de Vallesantoro albergaba en su interior al rey y su centinela, y las espadas de dos soldados impedían el paso a sus puertas. Desconfiados de las palabras del monarca, los reyes continuaron su camino por la calle Santiago, siguiendo de nuevo el destello de su guía, hasta dar con la parroquia. A punto estaban de llegar al portal de Belén, a la plazuela de Santa Catalina, donde la
Sagrada Familia, los pastorcillos y las zagalillas, esperaban impacientes a los soberanos de las tierras de oriente. Una vez frente a ellos, se entregaron las ofrendas, y la adoración al niño, por fin tuvo lugar. Los auroros acabaron la obra con un canto al recién nacido y a los recién llegados, y dieron paso a la misa. Siguiendo las indicaciones del ángel en lo alto de un balcón, los reyes abandonaron la ciudad con un “adiós, nos vamos a Oriente”.
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