Por toda Europa se han repetido este año las conmemoraciones del primer gran conflicto bélico europeo de 1914-1918, llamado entonces la
Gran Guerra por la escalada de horror que supuso. Es difícil imaginar motivos por los cuales
Estella podría atesorar algún recuerdo de un episodio histórico que le fue tan ajeno, pero las conexiones del destino son peregrinas.
El pasado año el
Museo Etnográfico de Navarra Julio Caro Baroja recibió una donación relacionada con este aniversario. Se trataba de un casco de la
I Guerra Mundial legado por un vecino de Estella,
Juan Echebarne Elcarte, que pertenecía a su familia. La pieza se exhibe ahora en el patio del
Museo del Carlismo hasta su marcha dentro de unas semanas a Bayona para participar en una muestra sobre la citada guerra.
¿Cómo llegó la pieza a Estella? No se trata del capricho de un coleccionista, sino que el casco es testimonio de la peripecia personal de
Jean Etchebarne, un recluta francés que recaló en la ciudad del Ega después de desertar del frente. Aquí retomaría su vida y fundaría su familia y su negocio hasta su muerte, en el ya lejano 1956.
Sin embargo, la reconstrucción del rastro de este objeto ha permitido al Museo Etnográfico relatar una biografía que empieza en la localidad de Saugis (cantón de Mauléon), en el país vasco francés en 1896. Etchebarne se dedicaba allí a la agricultura y con sólo 19 años es llamado a filas aunque inicialmente, en 1915, se le había descartado por debilidad. Los sangrientos campos de batalla causan una honda impresión en Etchebarne. “Aquello era insoportable, miles y miles de hombres, franceses, alemanes, de todo, muertos por los campos”, relata su hijo, Juan Echebarne Elcarte haciéndose eco de las historias que oyó a su padre. El museo etnográfico ha reconstruido la vida de Etchebarne a través de los archivos oficiales franceses y en los documentos se constatan dos deserciones. Una primera en 1916, aunque después fue detenido en San Juan de Pie de Puerto y enviado de nuevo al combate, y una segunda en 1917, tras la que ya no volvería a Francia. “Por lo que yo sabía sólo huyó una vez, pero parece que fueron más por los documentos”, se extraña Echebarne. El hijo narra también algunos detalles más que relacionan a Estella con la Gran Guerra. “Al cruzar la frontera, en Pasajes, se encontró con otro desertor, Juan Bautista Lamaison, y juntos vinieron a Estella”. Esta segunda huida, en la que estuvo a punto de morir al cruzar los Pirineos, sería también el origen de otra familia estellesa, ya que los Lamaison continúan también en la ciudad con un negocio que aún se mantiene en activo.
Pero Jean Etchebarne no se quedaría inmediatamente en Estella. En 1921 decidió probar suerte en Argentina, donde emigró para trabajar en oficios relacionados con el metal. Regresó a Estella de nuevo en 1931, aunque no está muy claro que desease quedarse definitivamente. “En realidad pretendía volver a Argentina, pero la segunda vez tuvo problemas con los papeles, que por su deserción no estaban totalmente en regla”, asegura Juan Echebarne. Así pues, en Estella quedaría asentado de por vida.
EDIFICIO EN PIE
La huella de su paso por la ciudad es visible aún hoy día. Jean Etchebarne construyó una casa que sigue en pie en lo que hoy es la
calle Príncipe de Viana, en pleno centro de la ciudad. “Entonces sólo había huertas alrededor”, puntualiza su hijo. En el mismo edificio y con las destrezas aprendidas en Argentina abrió un negocio de reparación de radiadores y otros trabajos relacionados con la mecánica que todavía esta rotulado con su nombre.
El casco es lo único que queda de toda esta azarosa historia. “Tenía muchas fotos de mi padre, algunas del tiempo de la guerra, pero las quemé todas”, confiesa Echebarne, que no suponía que estos recuerdos, con el tiempo, podrían ser objeto de una investigación histórica.
Para su exposición el casco ha sido restaurado y documentado. Se trata de una pieza del
modelo Adrian, empleado por la Infantería francesa, realizado en acero que sustituyó a anteriores protecciones realizadas sólo en tela y cuero, que les hacían muy vulnerables a los ataques de los alemanes. El casco lleva soldada la chapa de identificación de Etchebarne, en la que puede leerse el año de su incorporación a filas, 1916. El museo también ha conseguido el
documento de reclutamiento del joven soldado, en el que constan todos sus datos de identidad y que se muestra en el panel que se explica también todo el contexto histórico que rodea esta biografía personal.
Selección DN+