El mal tiempo es conversación recurrente en un verano, el de 2014, que quiere pasar desapercibido, casi de puntillas, por buena parte de Navarra. También por Pamplona. No queda más remedio que amarrar el chubasquero y no perder de vista el paraguas. Con eso se salva una tarde de paseo, pero los sectores que dependen en gran medida de la meteorología se ahogan cuando la lluvia aprieta. Piscinas, heladerías y terrazas se vacían. Estas últimas mitigan el clima adverso de la primera quincena de agosto con el evidente aumento de turistas, pero sólo en las zonas más céntricas de la ciudad, como la Plaza del Castillo.
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