Colegio García GaldeanoLa necesidad de estrechar lazos entre los integrantes del centro llevó al colegio García Galdeano a modificar su método de enseñanza
El tren de los sueños
La necesidad de estrechar lazos entre los integrantes del centro llevó al colegio García Galdeano a modificar su método de enseñanza
- PAULA BERROA
- MARÍA DOMÍNGUEZ y JAVIER ROBLES. Pamplona
"Eres muy buen coordinador", "tocas muy bien los instrumentos musicales", "te esfuerzas mucho en clase". Alegría Vallés Alonso, maestra de sexto de Primaria del colegio público García Galdeano de Pamplona, recuerda algunas de las frases que decían sus alumnos en una terapia que organizó a principios del segundo trimestre escolar. Niños que han sido educados en otros países y que a sus 11 años conviven con otros chicos y chicas de distinta cultura, idioma y nivel académico. Vallés sintió que la inseguridad les cohibía a la hora de participar en clase, por lo que organizó una terapia en la biblioteca, entre mantas y cojines, donde sentó a los niños y les animó a que "piropeasen" al compañero de al lado. Buscaba que los alumnos llegasen a clase confiados y con ganas de mejorar. Ahora, estas cualidades están reflejadas en diecisiete diplomas en blanco y negro que adornan la pared del aula de sexto, y que recuerdan cada día a los niños aquello por lo que deben sentirse orgullosos de sí mismos.
La necesidad de estrechar lazos entre los integrantes del colegio público García Galdeano, situado en el barrio pamplonés de la Chantrea, fue uno de los motores que empujó al centro a realizar cambios en su método de enseñanza. La diversidad cultural es una realidad a la que han tenido que adaptarse. El 75% de los 215 alumnos del centro son inmigrantes o provienen de alguna minoría étnica. Una multiculturalidad que se aprecia nada más abrir las puertas del edificio, dar los primeros pasos y encontrar el aula de apoyo y de la apyma con un cartel traducido hasta en seis idiomas: chino, árabe, euskera, egipcio, inglés y francés. La entrada del edificio no es una excepción. Un ascensor, al final del pasillo principal, también con las instrucciones de uso traducidas, permite desplazarse por los dos pisos del colegio y comprobar que todas las puertas de las aulas indican en distintas lenguas a qué curso pertenecen o para qué actividad se emplea cada una.
Son las 12.00 horas y, como cada semana, los alumnos de sexto de Primaria comienzan el curso interactivo. Sonrientes, observan la llegada de las tres invitadas que, voluntariamente, acuden al aula para trabajar con ellos. Ana Aldaz Falcón, madre de un alumno de segundo de infantil, junto con las estudiantes de magisterio de la UPNA Ainara Zubiria y Noemí Orbegozo colaboran en esta sesión con Alegría Vallés, maestra interina que ha regresado al García Galdeano tras dos años enseñando en otra escuela.
Organizan la clase agrupando a los niños en cuatro mesas, y formando grupos de cinco personas elegidas al azar por la profesora. El objetivo es alternarlos todas las semanas para que no se limiten a relacionarse siempre con la misma gente, de forma que se enriquezcan con las cualidades que tiene cada uno de los diecisiete niños que conforma la clase.
"¡El tiempo empieza ya!". Vallés da por comenzada la sesión. Los pequeños, a sus 11 y 12 años, comienzan a leer en su respectivo grupo las preguntas en voz alta. Consultan en su libro, debaten y ríen, mirando de reojo el cronómetro que desde la pizarra digital les advierte que deben ser más rápidos. La materia para trabajar: las cargas eléctricas. Cuatro mesas, cuatro actividades y diez minutos para resolverlas. "¡Se acabó el tiempo!, grita Vallés. " "Entonces, ¿copiamos esto?", plantea dubitativa Ángeles Daniela Contreras, alumna boliviana de 11 años. "No", interrumpe Noemí Orbegozo, estudiante de Magisterio de la UPNA: "Quiero que lo pongáis con vuestras palabras". Los alumnos recogen sus libros y cambian de mesa para comenzar el siguiente ejercicio.
Una pared repleta de paneles con pinceladas azules, verdes y rojas, carteles con dibujos de electrodomésticos realizados por los pequeños y un corcho con diplomas conforman la decoración del aula. "Son distintos y entre todos forman la esencia de la clase", afirma Vallés. La maestra cuenta que, aunque alguno se haya incorporado recientemente, la mayoría de ellos se conoce desde hace años. "Tienen un punto muy afectivo entre ellos. Son geniales", expresa orgullosa.
Los alumnos de este colegio público son niños de entre 4 y 12 años que provienen de diferentes zonas del mundo y que han sido educados de manera distinta, "todas ellas válidas", destaca Vallés. Estas diferencias culturales e idiomáticas entre los miembros del García Galdeano eran, y siguen siendo, una dificultad para que los profesores se relacionen con los familiares de los niños y conozcan sus necesidades reales. Las características del centro, ubicado en la calle Valtierra de la Chantrea, y rodeado de torres de viviendas, son un reflejo del barrio, que cuenta con un 11,3% de población extranjera y cuya tasa de paro es 4 puntos superior a la media de la Comunidad foral, concretamente del 17.23%.
Hace tres años, el colegio se adhirió al método educativo conocido como Comunidades de Aprendizaje, con el objetivo de buscar la participación activa de la comunidad y de los padres en las actividades y decisiones del centro. Se propusieron realizar cambios para abrirse tanto a las familias como al entorno social, y así mejorar el rendimiento escolar de los niños. Sintieron la necesidad de conocer y colaborar con las familias para satisfacer las carencias que intuían que muchos pequeños tenían, pero que hasta entonces no conocían por falta de contacto. Padres, niños y alumnos se enrolaron en una aventura para caminar juntos hacia un modelo de colegio ideal, de forma que entre todos pudiesen mejorar tanto las condiciones del colegio como las relaciones entre sus miembros.
Desde 2011, el Tren de los Sueños preside las paredes del pasillo principal del centro. Se trata de un mural compuesto por todos aquellos deseos que padres, niños y profesores tuvieron, ansiosos por realizar cambios. María Teresa Rosagaray Luelmo, una de las madres implicadas en este proyecto y cuyas dos hijas estudian en el García Galdeano, recuerda que llegaban felices a casa y le preguntaban: "¿Mamá, qué deseos podemos pedir?". Todos los sueños que entonces expresaron están ordenados en cartulinas bajo el dibujo de un colorido tren con distintos vagones y un destino: 'la estación esperanza'.
César Berrozpe Toral, padre voluntario con un hijo en el centro e integrante de la apyma, se involucró con este proyecto desde el principio. Fue él quien dibujó, junto a su mujer, el mural del edificio. "Queríamos algo que llamase la atención. También se barajó la posibilidad de hacer un barco o animales, porque queríamos un medio que transportase los sueños". Berrozpe asegura que leer los sueños fue revelador por la implicación de los alumnos del colegio. "Se notaba que había cosas pensadas entre ellos". Una experiencia que recuerda con agrado la estudiante de sexto Alexia Gil Janices: "Lo mejor de escribir las ideas en el mural fue poder hablar con todos los compañeros y así ver qué necesitábamos".
Los deseos fueron depositados en un buzón que fabricaron los alumnos de tercero de Primaria, y todos fueron contemplados por los responsables de la iniciativa. Para David Ortiz Tomás, estudiante de sexto de Primaria, se nota la mejoría en el centro desde entonces. ?Algunas cosas sí que hemos hecho. Otras todavía faltan, pero yo creo que el colegio ahora es más divertido?. Unos globos de colores dibujados en cartulinas y pegados en otra de las paredes del edificio recogen aquellos deseos que ya se han cumplido en estos tres años.
Algunos alumnos soñaron con tener un ordenador por aula, aunque Óscar Gusano Ibáñez, secretario del centro, asegura que al ser un colegio de infantil y primaria la "tecnología no estaba dentro de las prioridades". No obstante, a raíz de este deseo, les dotaron de 10 ordenadores que fueron a parar al aula de informática. Actualmente, los alumnos pertenecientes a los cursos de cuarto, quinto y sexto de Primaria disponen tanto de un ordenador como de una pizarra digital en clase. El proceso de modernización del centro está siendo lento por las condiciones antiguas de las instalaciones, pero los alumnos mayores se están viendo beneficiados, asegura Gusano, que espera que los niños de tercero cuenten pronto "con la misma oportunidad".
"Me acuerdo que pedimos que nos firmara Messi un balón de fútbol", narra sonriente Insa Demba Cisse, alumno senegalés de sexto de Primaria, señalando hacia el mural. "Pero al final conseguimos que nos lo firmaran todos los jugadores del Barcelona". Demba confiesa que cuando les dijeron que tenían que "pedir sueños" no pensó en tener un ordenador en clase porque prefería que el patio del colegio contara con redes de fútbol. Sin embargo, reconoce que ahora no podría estar en clase sin ordenador o pizarra digital. "Es mucho más divertido".
Implicación de los padres
Los sueños fueron el punto de partida: la guía que orientó a los responsables del colegio para crear unas comisiones encargadas de llevarlos a cabo, con la implicación de los padres en las actividades y su asistencia a reuniones quincenales. Actualmente existen siete comisiones (extraescolares-comedor, infraestructuras, bibliotecas, festejos, voluntariado, comedor y nuevas tecnologías) formadas por padres voluntarios y profesores, que se reúnen para organizar nuevas actividades en el colegio y debatir la manera en la que pueden alcanzar todas las aspiraciones previstas. Óscar Gusano Ibáñez señala que por lo general participan las familias que están más asentadas. "Necesitamos más gente porque sólo así conocemos las carencias y aspiraciones de las familias", apunta. Las comisiones encargadas de dar forma a los sueños cuentan con una media de dos padres en cada una. El secretario narra que, pese a que la participación no es tan nutrida como le gustaría, "los pocos que están trabajan muy duro para que esto salga adelante".
El colegio, según explican los implicados, ha dejado de ser un lugar de paso y se ha convertido en un espacio de comunicación, ayuda e intercambio de cualidades. Laura Cordón Martínez, maestra de segundo Infantil y encargada de la comisión de extraescolares, confiesa que hay familias en el centro con carencias económicas que se ven reflejadas en la vestimenta o el rostro de los pequeños al llegar a clase. La profesora cuenta que el mural ha sacado a la luz ilusiones de los niños y que ha supuesto retos para los profesores, pero que existen insuficiencias en las familias que "quizá por vergüenza" nunca se mencionaron. "No van a pedir que quieren comer un plato de lentejas todos los días", confiesa Martínez. Es por ello que el Tren de los Sueños ha desviado en ocasiones su recorrido por necesidades que así lo han requerido. El ropero que se organiza quincenalmente los jueves en el centro es un ejemplo de ello.
En el sótano del edificio, tras un pasillo estrecho, se encuentra el aula donde algunas familias acuden con sus hijos a por las prendas que más necesitan. Mientras las madres escogen y prueban a sus niños el abrigo o el jersey que van a llevarse a casa, los más pequeños corren por el sótano, juegan y se colocan en fila para recibir las rebanadas de pan con nocilla, jamón o queso que madres voluntarias han preparado para ellos. Martínez declara que son "siempre las mismas familias las que asisten". En esta línea, el secretario Óscar Gusano cuenta que hay niños que llegan por las mañanas apáticos y que, como niños que son, "no les cuesta decir que han llegado al colegio sin desayunar". Con la ayuda del Banco de Alimentos, el centro comenzó en marzo a ofrecer quincenalmente leche, zumo y galletas para satisfacer una necesidad a la que no han dudado en dar prioridad.
La maestra de primero de Infantil Paz Olleta Alzueta destaca el giro que el centro ha dado desde que comenzó a trabajar en él hace 6 años. Alzueta asegura que los educadores ponen mucha ilusión y horas de trabajo para que el tren "no se pare", y sostiene que es probable que con el tiempo surjan nuevas necesidades o haya sueños que renovar. "Puede que incluso haya que dar alguna vuelta a algo porque no está funcionando bien", matiza. No obstante, las ganas de seguir y asemejarse a un posible García Galdeano ideal permanecen intactas o aumentan, como asegura María Teresa Rosagaray Luelmo, madre voluntaria: "Cuanto más lo veo, más me gusta".