"A ver cuándo nos vamos de vacaciones”, le dice a
José Javier de la Era su mujer. Él lo cuenta y sonríe a medias, como una forma de explicar que, desde que se jubiló, y van seis años largos, casi no para en casa. Es defensor sin matices del
envejecimiento activo, un eslogan tal vez muy manido, pero menos puesto en práctica. No sucede así en la
Asociación de Mayores Lacarra. Con sede en la
calle Estafeta de
Pamplona y cinco años de andadura, suman ya más de 200 socios en proyectos solidarios y de formación, el de las
Huertas Amigas es el más conocido, pero su mochila tiene aún capacidad para mucho más. Y en ello están.
José Javier de la Era Francés, ‘Chacho’. nació en la
calle Navarrería, en el número 12. Con 6 años se mudaron a
Dormitalería. Son dos hermanos. El padre murió cuando él tenía 9 meses. “Los curas propusieron a mi madre que nos llevara a la
Providencia, pero no quiso saber nada, quería que estuviéramos en casa, aunque no tuviéramos más que pan para comer”, rescata el carácter de una mujer valiente:
Pilar Francés Castillo, repartidora durante años de Diario de Navarra. “Yo le acompañaba a la rotativa de la
calle Zapatería, ella preparaba los periódicos para los pueblos, nada más salir de la máquina, y luego, de 4 a 8 de la mañana, vendíamos en la
Plaza del Castillo”, continúa el relato. José Javier estudió electricidad en
Virgen del Camino, y compaginaba las clases con el reparto de periódicos. “Como se podía”, y ella, la madre, de modista y cocinera el resto de horas. Se recuerda también de cordelero, junto al
Redín. Ayudaba a
Juanito Elizari en verano. “No era más que un niño, pero aprendíamos”, describe un pasaje cotidiano en la Pamplona de los 50.
José Javier se empleó en Ignacio Soria, y estudió oficialía entretanto, “porque hacían falta los dineros en casa”. Hasta que la crisis engulló la empresa en 1983. “Fuimos a Madrid con la marcha de trabajadores”. Pero no pudo ser. Luego trabajó en una empresa de frío. “Me tuve que reciclar”, recorre una trayectoria laboral siempre muy de la mano de la reivindicación. “Muchos de los que estamos en Lacarra venimos del mundo sindical, sobre todo de Solidari”, apuntala José Javier los inicios de una entidad que ayudó a fundar. “Seríamos unos 40”, enriquece las cifras Victorio Goyenaga Tornaría, otro de los socios.
El histórico concejal tudelano
José Mari Lacarra da nombre a la entidad, una especie de homenaje al edil fallecido. “Nos han tocado las décadas laborales de los 60 y 70, nos hemos movido mucho y aún guardamos ganas de trabajar, no estábamos dispuestos a quedarnos con la partida del club de jubilados y nos preguntamos ¿Y ahora qué?”, describen un retiro de personas aún en forma. Se estrenaron en 2011. “Coincidió justo con el primer recorte a las pensiones y decidimos que teníamos que defender a los mayores”, señala Goyenaga.
HUERTAS AMIGAS Y MÁS
Complicado resumir en pocas líneas la labor de Lacarra. Reparten toneladas de verdura y hortalizas en el
Banco de Alimentos de
Berriozar y en un centro de acogida de mujer. Atienden la distribución de alimentos en Sarriguren, colaboran con Apoyo Mutuo en ayuda de familias desahuciadas, programan charlas sobre economía, muerte digna... Y para 2016 esbozan dos nuevos frentes: el de acompañamiento a mayores solos, y el del club de lectura, empeño este de
Javier Zubiri, recientemente fallecido.
“He ido a la universidad ya jubilado”, prosigue José Javier. Estudió cuatro años
Ciencias Sociales y Humanidades. Compartió pupitre con Victorio y con tantos otros. Otra experiencia enriquecedora, con el propósito de no anquilosarse en el club de jubilados de la esquina. Las puertas de Lacarra, insisten, están abiertas para todo el que se quiera sumar. “Somos mayores, pero aún no creo que viejos”, evidencian poco antes de bajar al pincho de las once. “Eso todos los días”. Porque el voluntariado, al menos en el caso de José Javier, no ha restado espacio a la vida social, a la del Casco Antiguo, para un pamplonés que pasó también por la Chantrea y ahora vive en la Rochapea.
Los sábados toca vuelta con los amigos que conoce desde que vestía pantalón corto. “Primero
Jarauta, luego el
Iruña, y a
San Gregorio, y de allí a casa”, recorre con la vista el callejero. Los miércoles no olvidan la merienda con los amigos del monte, los de la peña Irunsheme. Esa tampoco puede fallar. Para algo están los grupos de WhatsApp. Y aún queda tiempo para bandear las campañas de la catedral. Describe cuánta adrenalina soltó en
San Fermín Txikito, “20 minutos sin parar”. “Fui con un amigo, Esteban Vaquero, lo recomiendo, es una buena terapia”, sostiene. Acaba de llegar de Berriozar, de descargar un furgón de alimentos. Y por la tarde irá a por un armario que alguien cede a quien lo necesita.
José Javier se emociona fácil. Lo confiesa, ya al final de la conversación, al cobijo de su txapela. Parece un hombre serio sin serlo. “Soy de lágrima fácil”, menciona tanta gente solidaria y apunta a una persona rodeada de color,
Miren Asiáin Lora. Autora del logotipo de Lacarra, y de singulares postales, diseñadas para Huertas Amigas. “Lo ha hecho sin cobrar y las postales son nuestro medio de agradecimiento a los colaboradores”, sostiene con la mirada otra historia de generosidad.
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