Fueron la compra por excelencia del boom turístico español de los años sesenta e inundaron los hogares de todo el país desde un lugar privilegiado: encima del televisor. Hoy las
muñecas "typical spanish" viven sus últimas horas acuciadas por la crisis.
Las
muñecas de Marín, aquellas
gitanillas vestidas de flamenca símbolo de la España de la época, dejarán de fabricarse en
Chiclana de la Frontera (Cádiz) ya que la compañía que las vio nacer, tras
86 años de existencia, echa el
cierre acuciada por la
crisis económica y la
competencia de los productos asiáticos.
"Decimos adiós a un
icono cultural", afirmó Lourdes Marín, última gerente de la empresa y nieta del fundador,
José Marín Verdugo, un chiclanero amante de la pintura que se estableció en Madrid para cumplir su sueño de dedicarse al arte.
Sin embargo, no fueron los pinceles los que dieron fama internacional a Marín, que, en los años de mayor esplendor llegó a
emplear a más de cien personas.
"Empezó casi por casualidad", afirmó Lourdes recordando los inicios de su abuelo, quien, cuando agotó los recursos que tenía para vivir en la capital española, comenzó a diseñar en su pensión muñecas y
figuras de toros que puso a la venta en la Plaza Mayor madrileña.
"Poco a poco todo lo que iba haciendo lo iba vendiendo" y así, con la comercialización de estos primeros artículos,
fabricados en trapo, nació una de las empresas más importantes de la industria del souvenir "typical spanish".
Marín regresó a Chiclana y comenzó a fabricar en un
taller familiar. Tras un pequeño parón durante los años de la posguerra, la compañía se embarcó en sus años de mayor éxito, en los que se introdujeron
nuevos materiales como el plástico y la porcelana y se comercializaron
unidades personalizadas con trajes de época diseñados por Ana, hija del precursor.
Con la llegada a la empresa de la
segunda generación, comandada por Ernesto Marín, hijo del fundador y actual alcalde de Chiclana, llegaron también nuevos productos:
saleros, imanes y portanotas, algunos de los cuales se fabricaban fuera de la empresa, pero con un diseño cerrado.
"Año tras año los clientes recibían las novedades", apuntó la última responsable de la empresa, pero pocos estaban ya dispuestos a pagar los
diez euros que costaba en el mercado la flamenca de
21 centímetros.
El cierre de la fábrica también ha traído consigo la
desaparición del museo dedicado a las muñecas e instalado desde 2011 en uno de los polígonos industriales a la entrada de la ciudad, adonde se trasladaron para facilitar la llegada de los autobuses de
turistas.
Ahora la familia espera que sus artículos puedan volver a ser expuestos en algún espacio del centro, donde estuvo la primera fábrica, ya que tanto visitantes como chiclaneros los reconocen como
parte de la idiosincrasia de la ciudad.
Hasta entonces la gitana, aquella que
llegó a vestir diseños de Victorio y Lucchino y a convertirse en
improvisada actriz de reparto de muchas de las películas de Almodóvar, pasará de las estanterías de los comercios a convertirse en
objeto de coleccionismo. Eso sí, sin olvidar la gracia y el garbo que ha paseado por medio mundo.
Selección DN+