El último movimiento de
Vladímir Putin en ese tablero de
ajedrez en el que se ha convertido Ucrania ha sido mandar un
convoy de ayuda humanitaria para los habitantes del este de
Ucrania, en su gran mayoría rusófonos. Una jugada que causa quebraderos de cabeza en los países occidentales y en Kiev, donde el presidente ruso es el enemigo público número uno. En las calles de
Moscú -al igual que en otras ciudades rusas- la sensación es totalmente contraria. Putin ha alcanzado cotas de
popularidad que supera el
80% de aceptación y eso se traduce en muestras de amor, aprecio y negocio.
Eso último es lo que pensaron Anna Yefrémova e Iván Yershov, los diseñadores que se esconden detrás de la
marca Anyavanya. Decidieron que debían conmemorar las últimas "victorias" rusas, como llaman ellos a la anexión de Crimea y Sebastopol o los Juegos de Sochi, de alguna manera. Así, crearon varias
camisetas con Putin en diferentes posturas e indumentaria. Así, tenemos a Putin
de tipo duro, vestido con una cazadora (y la leyenda el más amable) o con una
camiseta floreada y con un cóctel con sombrilla disfrutando del sol en Crimea. Unas propuestas que han arrasado: en la primera jornada que se pusieron a la venta, se despacharon más de 5.000 prendas. Esto ha provocado que ya se está preparando una
segunda edición de las camisetas.
El
carisma de Putin atraviesa fronteras y llega hasta la archienemiga
América. Dos actores que conocieron tiempos mejores, como
Steven Seagal y Mickey Rourke, han mostrado públicamente su apoyo. El actor del pelo engominado, echado para atrás y terminado en coleta, capaz de tumbar enemigos a base de artes marciales sin moverse del sitio, ofreció un concierto en Sebastopol para apoyar a su "amigo" Vladímir. La especie de Blues que toca gustó, pero no tanto como las fotos que se hicieron los fanáticos de las películas de acción.
En la capital rusa, Rourke se paseó por un centro comercial de la plaza Roja y se topó con una de las tiendas donde venden las camisetas. El operadísimo actor no dudó en quitarse la que llevaba, enseñar su torso tatuado y enfundarse una con la cara del ocupante del Kremlin.
Los dependientes de la tienda enloquecieron. El actor estadounidense pagó la camiseta, colocó un autógrafo en otra y aseguró que Putin le caía bien. "Si no me gustara, yo no compraría la camiseta. Lo conocí un par de veces (a Putin) y él es un verdadero caballero, un tipo normal, muy 'cool'. Me miró directamente a los ojos. Creo que es un buen tipo. Si no lo hiciera, creo que no me pondría la camiseta", indicó Rourke, que tiene una novia rusa.
Por cierto, las camisetas se venden por 1.200 rublos,
unos 25 euros, y se pueden comprar en internet y parte de las ganancias se destinan a labores benéficas.
Selección DN+