Llegó el adelanto horario. Y con él, el horario de verano. Los relojes se adelantaron esta madrugada una hora: a las
02.00 fueron las 03.00 y se produjo así un ritual anual que se viene produciendo desde 1981. Un cambio que deja un día de 23 horas, con una hora menos de sueño y una hora más de luz por las tardes.
El cambio horario, según los expertos, influye en el organismo aunque aseguran que hay que relativizar su impacto, porque se trata de un "pequeño jet lag".
Durante los tres o cuatro primeros días del nuevo horario estival podrá ser habitual, tal y como señala la
Sociedad Española del Sueño, la sensación de cansancio a lo que se sumará una mayor dificultad para irse a la cama como consecuencia de la alteración del reloj biológico.
El cambio, que se produce desde su adopción en la Unión Europea en 1981, trastocará los relojes y, en teoría, ayudará a ahorrar cerca de 300 millones de euros, según las estimaciones del Instituto para la Diversificación y Ahorro Energético (IDAE).
La medida se viene aplicando desde 1981 en toda la Unión Europea. El cambio de hora comenzó a generalizarse, aunque de manera desigual, a partir de 1974, cuando se produjo la primera crisis del petróleo y algunos países decidieron adelantar sus relojes para poder aprovechar mejor la luz del sol y consumir así menos electricidad en iluminación.
Los
niños y los
ancianos, junto con las personas que se acuestan más tarde y no suelen madrugar, serán
los que más sientan este cambio.
Selección DN+