Atentados en París
Algunas de las vidas rotas por los atentados de París
Actualizada 16/11/2015 a las 08:52
Dos cargadores para un cumpleaños en 'La Belle Equipe'
- En 'La Belle Equipe', en el 92 de la Rue Charonne se celebraba un cumpleaños y en lugar de regalos, los de la fiesta recibieron dos cargadores de balas de fusil de asalto

Comienzan a conocerse las identidades de los fallecidos en los ataques del pasado viernes.
- colpisa. parís
En 'La Belle Equipe', en el 92 de la Rue Charonne se celebraba un cumpleaños y en lugar de regalos, los de la fiesta recibieron dos cargadores de balas de fusil de asalto. Cayeron 19 personas. Dos tipos llegaron a bordo del Polo negro que encontró la Policía el domingo por la mañana y empapelaron la esquina de plomo. No pararon hasta que no quedó nadie en pie. Hay impactos de bala en la pared del restaurante, en el local japonés de al lado, en la acera de enfrente...
Mariam y Jeanette habían tomado hace unos meses las riendas de un negocio con más de 30 años de historia, un bar de barrio remodelado, un sitio en el que los jóvenes acudían a tomar una cerveza sin pensar que sería la última. Amar lleva 20 años en esa terraza. "El viernes venía hacia aquí, pero salí tarde de una reunión y eso me salvó la vida", recuerda frente al escenario del tiroteo al que se han acercado cientos de personas en un río que se fue haciendo cada vez más denso.
DISPARAR A LA DIVERSIDAD
Los vecinos dibujan a las encargadas del local, Jeannette y Mariam, como dos chicas simpáticas que tenían ilusión por el negocio. No se sabe nada de ellas y los vecinos creen que han muerto cuatro miembros de su familia. El cumpleaños era de una de ellas pero a las 21.37 horas, el horror se sumó a la fiesta. "Escuchamos las metralletas desde casa. Estábamos aterrados. Duró unos minutos. Después todo eran gritos", explica Mohammed, jubilado de 70 años que llegó de Argelia con 18.
Los terroristas eligieron el lugar más improbable para sembrar plomo. El barrio alrededor de Charonne es un cóctel más o menos pacífico de religiones, colores y nacionalidades. "Aquí vivimos en paz. Quizás eso es lo que no soportan". Trivisoara tiene 33 años, es tunecina, limpia oficinas y viste chilaba y pañuelo. Está plantada en una esquina, como un poste, como si estuviera vacía, pero cuando mira a los ojos al reportero, rompe a llorar y a pedir perdón. "Es el horror. Adoro este país, esta gente. Casi no he vuelto a mi país.¿Cómo es posible? El Islam no es esto. ¡No somos esto!". Soilih, de 58 años, birrete, babucha y chilaba, nacido en las islas Comores, admite que desde el viernes la gente le mira "distinto". "Ha crecido el rechazo hacia nosotros".
Mariam y Jeanette habían tomado hace unos meses las riendas de un negocio con más de 30 años de historia, un bar de barrio remodelado, un sitio en el que los jóvenes acudían a tomar una cerveza sin pensar que sería la última. Amar lleva 20 años en esa terraza. "El viernes venía hacia aquí, pero salí tarde de una reunión y eso me salvó la vida", recuerda frente al escenario del tiroteo al que se han acercado cientos de personas en un río que se fue haciendo cada vez más denso.
DISPARAR A LA DIVERSIDAD
Los vecinos dibujan a las encargadas del local, Jeannette y Mariam, como dos chicas simpáticas que tenían ilusión por el negocio. No se sabe nada de ellas y los vecinos creen que han muerto cuatro miembros de su familia. El cumpleaños era de una de ellas pero a las 21.37 horas, el horror se sumó a la fiesta. "Escuchamos las metralletas desde casa. Estábamos aterrados. Duró unos minutos. Después todo eran gritos", explica Mohammed, jubilado de 70 años que llegó de Argelia con 18.
Los terroristas eligieron el lugar más improbable para sembrar plomo. El barrio alrededor de Charonne es un cóctel más o menos pacífico de religiones, colores y nacionalidades. "Aquí vivimos en paz. Quizás eso es lo que no soportan". Trivisoara tiene 33 años, es tunecina, limpia oficinas y viste chilaba y pañuelo. Está plantada en una esquina, como un poste, como si estuviera vacía, pero cuando mira a los ojos al reportero, rompe a llorar y a pedir perdón. "Es el horror. Adoro este país, esta gente. Casi no he vuelto a mi país.¿Cómo es posible? El Islam no es esto. ¡No somos esto!". Soilih, de 58 años, birrete, babucha y chilaba, nacido en las islas Comores, admite que desde el viernes la gente le mira "distinto". "Ha crecido el rechazo hacia nosotros".
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