A los ojos de
Salvador Arellano Torres, de 26 años, su tía
Rocamador Torres, de 56, posee ciertos rasgos, trazos de carácter, que hacen de ella una persona especial. Siendo apenas una niña vislumbró con claridad certera un futuro profesional ligado al periodismo y, pese a no haber pisado nunca una redacción, a lo largo de los últimos 20 años ha plasmado fielmente los acontecimientos que transcurrían a su alrededor valiéndose de la
s páginas de su diario personal. Rocamador, con síndrome de Down, ha dejado de lado la escritura en el último año porque su vista está cansada debido a una enfermedad degenerativa, “que a buen seguro se trata de alzhéimer, aunque no hemos podido constatarlo todavía”, señala Arellano, periodista especializado en fotografía documental y artífice del libro El plátano hamaca (20 euros), a la venta en las librerías Walden y Objetería Los Días Felices de Pamplona, así como en su web
www.salvadorarellano.com.
En él explica la historia de una mujer con gran capacidad de supervivencia.
“En este caso, el síndrome de Down es secundario. Un factor como puede serlo el hecho de ser mujer o de haber nacido en Navarra”, añade. Tanto es así que el joven no ha querido vincular su obra a ninguna asociación en favor de los derechos de este colectivo. “No lo he hecho, simplemente, porque el libro no va de eso. Su vida es mucho más y me he preocupado por que el lector, de buenas a primeras, no sea eso lo que ve de Rocadamador”, dice. Así, la portada del libro, en que aparece una rama sobre la cabeza de la protagonista, únicamente da una ligera idea de que algo ocurre. “La inercia hace que, ante algo así, reaccionemos para liberarnos de la rama. En cambio ella la deja estar”, dice.
Un libro al detalle
La obra es el resultado de
tres años de trabajo intermitente en el que se combinan con delicadeza textos extraídos del diario de la propia Rocamador con dibujos de su autoría que dejan entrever el deterioro de este último tiempo atrás. “En sus primeras creaciones se adivinaban las formas, que se van volviendo cada vez más y más abstractas hasta llegar al final del libro”, dice Arellano, quien ha dejado también su impronta en el libro a través de fotografías cotidianas que plasman el carácter y la realidad de su tía. “Es curioso cómo, con lo mucho que me gusta viajar, este primer trabajo se ha llevado a cabo sobre todo en interiores”, señala.
Una simple hojeada es suficiente para darse cuenta de la pasión de Rocamador por el café, la pintura y los papeles. “Organiza su vida en torno a sus pequeñas obsesiones. Cuando se dio cuenta de que le sacaba fotos, empezó a incorporar dibujos de cámaras”, dice.
Muchas de las imágenes esconden tras de sí una especie de juego. “En una de ellas, por ejemplo, se le ve aposentada frente a una máquina de escribir, pero si uno se fija bien se puede ver que los papeles no están bien colocados. Pero a ella le gusta simular que puede hacer cosas”, añade. Si algo tiene claro Arellano es que no ha querido caer “en el buenismo” con su obra. “Son personas que no tienen freno. Rocamador es muy cariñosa, pero cuando se enfada, se enfada a lo grande”, dice.
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