Hay cosas que mejor no tocarlas. Es lo que le ha pasado a la máscara mortuoria de la momia de
Tutankamón, que vivía tan a gusto hasta que
un restaurador quiso mejorarla. Y el resultado es una
pifia mayúscula. El desaguisado comenzó cuando, en una sesión de limpieza, la barba postiza de uno de los iconos más conocidos del Antiguo Egipto se desprendió. Urgía una delicada labor de restauración, encargo que ejecutó, sin embargo, todo un manazas. Porque a la persona que se le encomendó la tarea no se le ocurrió otra cosa que
pegar la pieza con pegamento industrial. Es como para si para limpiar el lienzo de 'Las meninas' se empleara lejía. La noticia
ha sobresaltado a los egiptólogos de medio mundo, que observan con preocupación cómo domina la chapuza en el
Museo Egipcio de El Cairo.
No hace falta recurrir a la lupa para percatarse del fiasco.
Una gruesa capa de masilla se interpone entre la barbilla y la perilla del apuesto rey. Algunas de las versiones que tratan de explicar el accidente dicen que, a la vista del desatino, un trabajador provisto de una espátula quiso rebajar la capa de pegamento. Pero fue casi peor el remedio que la enfermedad, porque infligió algunos arañazos en el rostro de la figura.
Ante el cúmulo de negligencias, alguien del propio museo ha denunciado los hechos de forma anónima por el temor a las represalias. Gracias a la
onda expansiva de Twitter, la imagen ha dado la vuelta al mundo, para desesperación del museo cairota, cuya reputación está por los suelos ante la acumulación de despropósitos.
La orden de que la pieza no pasara por el laboratorio y se le hiciera una
cirugía pedestre y de urgencia viene de arriba, de lo más alto de la jerarquía directiva de la institución. Con la decisión se pretendía que la obra, unas de las más admiradas, no tuviera que se retirada de la exposición. Para colmo de males,
los daños parecen irreversibles, pues se utilizó un potente pegamento, Epoxi, de probada capacidad para soldar materiales disímiles como piedra y metal, pero absolutamente inapropiado para tratar una joya de la arqueología.
Aparte de su valor histórico, la pieza es toda una obra de arte. La máscara de Tutankamón está
revestida de hoja de oro y adornada con incrustaciones de vidrio coloreado de azul y piedras semipreciosas. Los ojos, de cuarzo y obsidiana, están remarcados con lapilázuli.
Por de pronto, el Ministerio de Cultura egipcio ha creado una
comisión para esclarecer lo ocurrido. La entidad está desbordada por problemas. El museo alberga 100.000 piezas que se exhiben de forma caótica.
Un recorrido por la entidad es todo un desafío para los turistas y los egiptólogos aficionados más esforzados. Los objetos permanecen identificados de manera rudimentaria y el discurso expositivo despista al visitante, por muy acostumbrado que esté al desorden.
Para rebajar la penuria que afecta al museo, las autoridades quieren recabar la
ayuda financiera alemana. Al mismo tiempo, una docena de expertos ha sido consultada para mejorar la imagen de un museo al que le crecen los enanos. No en vano, los amantes de lo ajeno desvalijaron una de las salas aprovechando la escasa vigilancia policial en enero de 2011. A raíz del robo, el
Ejército se hizo presente entre los objetos faraónicos para disuadir a los ladrones.
Selección DN+
Una verguenza
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