La rivalidad se quedó en el pasado
El Osasuna-Sevilla de anoche estuvo marcado por la deportividad de ambos equipos en un partido físico, pero sano en los duelos
- B.B.S.
Los partidos entre Osasuna y Sevilla siempre eran sinónimo de expresiones como “batalla campal”, “máxima rivalidad” o “duelos donde saltaban chispas”. Todo ello en un contexto de innumerables faltas y tarjetas amarillas o expulsiones. Daba igual que fuera en la competición doméstica, la Copa del Rey o la UEFA. Bien lo saben jugadores navarros como Patxi Puñal, José Manuel Mateo o César Palacios. En el bando contrario formaban futbolistas de la talla de Pablo Alfaro, Javi Navarro, incluso el delegado hispalense Cristóbal Soria. Alta tensión en estado puro.
Sin embargo ayer todo fue diferente. La ausencia de público ya enfrió de por sí un ambiente gélido. Hasta Monchi, director deportivo del Sevilla, echó mano de un gorro para refugiarse del frío en el banquillo. Ahí, junto al presidente Pepe Castro, siguió el calentamiento de sus jugadores en una inusual estampa. Metros más arriba, y también abrigados, estaban los argentinos Chimy Ávila y Facu Roncaglia. Ambos lesionados fueron dos seguidores más en la grada. En el césped, ningún rifirrafe, tángana ni siquiera conato de pelea. Todo muy pacífico. El más nervioso parecía Roberto Torres, que en media hora le dio tiempo a hacerse amigo del técnico Lopetegui. Luego charlaron tras el pitido. Todo quedó en el césped.
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