EL Carnaval en su esencia pura concluyó ayer en href="https://www.diariodenavarra.es/enlaces.asp?id=http://navarra.definde.com/ficha-evento/carnaval-de-alsasua-9716" target="_blank">Alsasua y Lantz consumido por el fuego. La comitiva del Aker (Macho cabrío), con los más de un centenar de Momotxorros abriéndose paso entre visitantes y vecinos con golpes y alaridos, avanzó por las calles de la primera localidad en un periplo de amplia participación, marcado acento rural y aspecto intimidatorio.
En su trigésima edición desde el impulso dado por los miembros de la hoy Asociación Pro-Carnaval, la manifestación de máscaras -con Juan Tramposos, Cintas y Sorginak-, incluyó un Akelarre en la plaza Zumalakarregi, con el fuego como elemento central de una representación de signo ancestral.
Poco antes de las siete y media de la tarde, los aledaños del frontón Zelandi bullían de gentío con manos y sábanas embadurnadas de sangre en la ceremonia del vestuario del Momotxorro, simbiosis humana y bovina y emblema del Carnaval de Alsasua. La organización dispuso de una cuba llena de sangre para que los disfrazados se impregnasen rostros y manos antes de aventurarse a su empresa anárquica de intimidación.
Los elementos básicos que componen la escenificación compusieron el guión de un espectáculo difundido en fechas recientes en el Festival Internacional de Máscaras de Pernik (Bulgaria) y recopilados en un montaje audiovisual que pudo verse el pasado fin de semana en el Centro Cultural Iortia.
El fin de Miel Otxin
El mismo elemento redujo a cenizas en Lantz a Miel Otxin, el espigado bandido de piel de jabalí, rematado en un sombrero cónico de vivos colores, que en épocas pretéritas mantuvo en vilo a la población por sus fechorías. A últimas horas de ayer, la justicia se imponía con su sentencia a muerte, representada con tres tiros de gracia y su condena a la hoguera en medio de una fina lluvia. De nada sirvieron sus últimos intentos de escapatoria entre el anonimato de los vecinos vestidos de txatxos para ser reo tras ser denunciado por Ziripot, el orondo y bonachón personaje de paja que ayer encarnó de nuevo Joseba Ariztegi Juanena. En su novena aparición embutido en un cuerpo de 25 kilogramos de helechos resistió como pudo a las embestidas del Zaldiko, en la piel de Luis Mariñelarena Saralegi desde que hace 16 años sucedió en su revitalización a Esteban Ziga.
La transformación de Ariztegi en Ziripot despertó una gran expectación en el desván, donde la habilidad de Juan María y Ricardo Eugui Zigar, Unai Sarasibar Ziga y José María Mariñelarena Saralegi, entre otros, en el cosido de los sacos de helechos, fue propio de avezados sastres.
Mientras, David Mariñelarena, a la sazón alcalde de una población de poco más de 130 habitantes y que ayer recibió a cerca de 2.000 personas, desvelaba la clave del sentimiento del Carnaval: "Es algo que está muy metido. Con él hemos crecido". En un año, los últimos rescoldos revivirán en Lantz y Alsasua en una fiesta marcada a fuego vivo.
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