Más de 2.500 personas aprovecharon el buen tiempo y recorrieron ayer las calles de Tafalla para acompañar a una cabalgata de carnaval llena de colorido, música y mucha originalidad, donde hasta los mismos gigantes llevaron su propio antifaz
UN Julio César, con su corona de laurel, acompañado por el mismo diablo. Galletas de chocolate, txalaparteros, piratas, obreros, toreros... Los más variados personajes se dieron cita ayer en el href="https://www.diariodenavarra.es/enlaces.asp?id=http://navarra.definde.com/ficha-evento/carnavales-de-tafalla-11294" target="_blank">carnaval de Tafalla donde, además de la fiesta, reinó la originalidad. Más de 2.500 personas acompañaron a todos los seres imaginables en una cabalgata llena de colorido en la que hasta los mismos gigantes llevaron su propio antifaz.
Una improvisada oficina pegada a un taca-taca, con teclado de ordenador, teléfono y libros incorporados, entre otros muchos "titos"; una mesa con ruedas con una pizarra, escuadra y cartabón, y más útiles escolares. Todo esto formaba parte de los disfraces de una peculiar cuadrilla tafallesa que decidió reivindicar la jubilación durante estos carnavales. Sus 15 miembros iban disfrazados de toda clase de profesiones, entre las que había una enfermera, un camarero, la pescadera, azafata, médico, frutera... "¡Abuelos trabajadores, uníos!", podía leerse en una de sus pancartas. "No estoy para cambios de euro... Lo mío era la peseta"; "¡Jubilación a los 82!", titulaban las otras.
Con un disfraz de profesora muy deteriorada por el tiempo, la Señora Graciela, secretaria de "Dirección Asistida", confesó estar entretenida trabajando. "Nada de 67, la jubilación a los 82. Hay que trabajar en salud. Si de la oficina, vamos al asilo...", decía irónicamente. Don Carlos, el maestro, le acompañaba en su manifestación denotando una avanzada vejez. Ellos, Juana Hualde Subirán y Juanjo Larrea Ruiz de Alegría, afirmaron llevar más de 22 años disfrazándose. Alberto Pérez Irigarai, bajo el papel de otro pintor al que no le dejan jubilarse, confesó que los disfraces los prepararon en poco más de una semana. "Se nos ocurrió porque hablamos mucho, nos gusta pensar los disfraces: el del año que viene ya lo tenemos en mente", aseguró Hualde, con su peluca blanca y unas marcadas arrugas en la cara.
La plaza del ayuntamiento ya vibraba con la fiesta momentos antes de que empezara oficialmente el carnaval. Cientos de personas preparaban una vario pinta cabalgata, mientras la Txaranga Malatxo, de Tafalla, junto a los Pamploneses Masaranduba, con su batukada, se encargaban de poner música a una mañana soleada y animosa. Antes de que dieran las doce, 20 sevillanas bailaban a ritmo de Peret, con sus vestidos de lunares, largas trenzas negras decoradas con una peineta, y un camión que hacía las veces de bodega improvisada: dentro guardaban un jamón de jabugo, 50 litros de vino blanco, cervezas, aceitunas y "mucha marcha", como explicó Eduardo Gambarte Liberal, una de las flamencas. "Hemos preparado el disfraz a última hora, al final todos los años nos pasa lo mismo", confesó.
Los niños inauguraron los primeros pasos de la cabalgata, ataviados con toda clase de disfraces. Hasta un grupo de boxeadores aupó a uno de los suyos en el ring, y lo llevaron a cuestas a duras penas. Barcos de cartón, unos payasos que trajeron el circo y enormes insectos abarrotaron las calles de Tafalla. Padres con sus hijos y grupos de jóvenes, incluso los mayores, todos disfrutaron un año más de un carnaval que brilló por ser una fiesta en la que todos, escondidos bajo su disfraz, participaron y vivieron al máximo.
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