Ramón Trujillo, Kizkitza Larrea y Alfonso Nagore tienen en común haber estado al borde de la muerte. Lejos de temerla, y a pesar del trauma, han aprendido a valorar más la vida y a sus familias
HAN estado al borde de la muerte y pueden contarlo. Coinciden en que no hubo túneles, ni luces. Por el contrario, la ausencia de recuerdos en ese momento crítico, cuando oscilaron entre la vida y la muerte, les ha hecho perder el miedo. Al menos a la muerte porque miedo, y mucho, sí se pasa cuando uno comienza a ser consciente de la situación.
La soledad en la UCI o la dependencia del hospital son procesos muy duros que, según los expertos, son habituales cuando se pasa por situaciones críticas.
Ramón Trujillo Ascanio, cirujano del antiguo Virgen del Camino, 61 años, casado y con dos hijos, superó una parada cardíaca debido a una arritmia con fibrilación ventricular. Kizkitza Larrea Astiz, 36 años, casada y con una hija de tres, sobrevivió a un choque frontal en la carretera pero con innumerables lesiones internas. Y Alfonso Nagore Ibáñez, 69 años, casado y con 4 hijos, ha sufrido tres paradas cardíacas, la primera en 1996 cuando ocupaba una jefatura en Caja Rural. Los tres contaron su experiencia durante una nueva edición de los "Desayunos con salud", que se celebró ayer bajo el lema "Yo sé valorar la palabra salud".
Junto a ellos tres expertos, Juan Mª Guergué, jefe de la UCI; José Ramón Carmona, jefe de la Unidad Coronaria del CHN y el psicólogo Juan Ignacio Arrarás, así como la consejera de Salud, María Kutz, destacaron la importancia de la familia en estas situaciones. "También entra en crisis", dijo Guergué. "Cuando un paciente sufre un episodio vital puede ser un momento para cambiar su enfoque de vida", añadió Carmona. Y en esa transición el papel del médico es esencial. "Muchas veces no nos damos cuenta".
Por eso, Arrarás insistió en que la clave en todo proceso crítico es la información, a pacientes y familiares. "Hay que saber transmitir que hay un plan, cierta sensación de control". En la UCI, añadió, se viven emociones intensas pero el trabajo no termina ahí. Después hay un proceso de adaptación a la nueva vida durante el que muchos pacientes se sienten una carga, indicó.
Cambio de actitud
Ramón Trujillo reconoce que ha desarrollado "cierta dependencia" del hospital. "Lo paso mal si estoy lejos", añade. El 4 de febrero de 2010 sufrió una parada cardíaca y estuvo 20 días en la UCI. "No era consciente", afirma. Por contra, relata que lo más duro es el sentimiento de dependencia familiar, el miedo a estar solo y la decisión de reincorporarse al trabajo. "No sabía si podía ubicarme de nuevo en mi trabajo", apunta.
Tras una situación crítica "aprendes lo bello que es vivir. Es un tópico. Pero a mí me ha enseñado más que la muerte no es tan terrible. No tengo mal recuerdo".
Su condición de médico le ha permitido ver la enfermedad desde los dos lados de la mesa. "Siempre me han dicho que era cercano con los pacientes. Ahora me he vuelto más cercano, les comprendo mejor e igual de forma peligrosa me pongo en su situación. Pasar la raya es una situación un poco incómoda, es difícil". Además, el experto señala que "siempre se hecha en falta información. Es la deuda que tenemos. Hay que aprender a informar ".
Por su parte, Kizkitza Larrea, vecina de Muskitz y conserje, no está recuperada todavía. Sufrió un grave accidente de tráfico el 14 de julio de 2010 y pasó 40 días en la UCI. "Estaba reventada. Pasé mucho miedo en la UCI. Te sientes sola", dijo, aunque valora mucho el trabajo de las personas en esa unidad. "Hay que cuidarlas, no sobrecargarlas", añade. El accidente cambió todo, explica. "No sé que va a pasar con mi vida. Voy a perder el trabajo. Necesito tener una persona 24 horas porque soy dependiente y no puedo ni atender bien a mi hija".
Larrea recuerda que durante días lloró y lloró por impotencia. Ahora le puede la incertidumbre y la preocupación por su hija, que también sufre lesiones. "No me enteré de nada y creo que cuando me muera tampoco lo haré y yo era de las que tenía mucho miedo a la muerte". Con todo, afirma que sus relaciones se han reforzado e insiste en que es esencial "decir lo que se da por hecho a los seres queridos: un te quiero, cuánto me ayudas o qué importante eres para mí. He aprendido no sólo a valorar, sino a decir".
También se ha volcado en los demás Alfonso Nagore, que ya ha pasado por tres paradas cardíacas. Antes lo primero era el trabajo, dijo. Luego las preferencias cambiaron. La familia pasó a primer lugar. "También me he hecho más solidario. Colaboro a través de Cáritas con un grupo de portugueses en Santa Lucía. El corazón me pedía dar", explica. Ahora vive con tranquilidad su proceso. "Lo he asumido porque el tiempo es la mejor medicina. A medida que cumplo años soy consciente de que la vida se acaba". Nagore añade que le ayudan sus creencias religiosas. "En algún momento llega el fin y otros más jóvenes han fallecido. Igual me revelé un poco cuando era más joven y me daba miedo salir fuera de Pamplona pero ahora lo veo con más naturalidad".
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