Al mediodía, los joaldunak del zanpantzar de Zubieta se desplazarán a Ituren y éstos les devolverán la visita
A ella le pone muy nerviosa que él haga siempre lo mismo. Que cuando los dos caminan juntos por el pasillo de casa, él se detenga ante el cuadro que un día les regaló el lesakarra Juan Carlos Pikabea. "¿Ya estás de nuevo?", se queja ella cada vez que ocurre. Y él no dice nada, atrapado por el cuadro de igual forma que un recluso por la cárcel.
Los dedos de él recorren distintas porciones de la obra, como pretendiendo reproducir los trazos del pincel del autor. Ella, resignada, espera. Conforme sus yemas avanzan, él pronuncia en voz alta qué es lo que acarician. "El gorro... Cónico...", empieza. "Sus cintas ... ¡De muchos colores!... La pelliza... De oveja, para no pasar frío...". Ella espera. Los dedos de él continúan. "Las enaguas... Tienen puntillas... Y el hisopo... De crines de caballo".
- Cariño, se nos hace tarde -le dice ella a él con cierto hastío.
- ¿Los oyes? -le responde él.
- Cariño...
- Los cencerros.
- Por favor...
- ¿Oyes como suenan a lo lejos? Ya comienza a temblar el suelo...
La paciencia de ella se agota siempre en el mismo instante. En éste. Y siempre reacciona igual: se va a la habitación y deja solo en el pasillo a él, quien, también siempre, piensa para sí mismo: "Pobre, le enfada no entender los cuadros como yo".
Ella regresa.
- ¡Eres ciego, ci-e-go, ¿te acuerdas?! - le grita a él.
Y se vuelve a ir.
Él sonríe.
(Hoy al mediodía, los joaldunak del zanpantzar de Zubieta se desplazarán a Ituren ymañana los de Ituren devolverán la visita. Cuatro kilómetros a pie entre ambas localidades, en un espectáculo carnavalesco para ver, escuchar y, sobre todo, sentir)
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