Fernando Antoñanzas Torres, el montañero riojano que presenció cómo engulló la avalancha a su compañero y amigo de Los Arcos Felipe Zurbano Osés, emocionó ayer con su testimonio a las alrededor de mil personas que asistieron a su funeral.
VALOR. Es lo que define al logroñés Fernando Antoñanzas Torres, de 23 años. Valor para escapar del alud mortal (ya sobrevivió a otro en el Mont Blanc) que acabó el sábado con la vida de su compañero de ruta Felipe Zurbano Osés, vecino de Los Arcos de 34 años. Valor para recuperarse del shock y excavar con sus manos en medio de la avalancha del pico Sabocos en busca de su compañero.
Y valor para cerrar ayer el funeral de su amigo y explicar ante las mil personas que abarrotaban el templo lo sucedido.
Su relato conmovió a los presentes. Contó cómo el fallecido compartió con él alimento justo antes de iniciar el fatídico descenso y las veces que Felipe le contó el deseo de volver de nuevo al lugar de la mano de su hijo.
"¡Qué injusta es la montaña!. Yo estoy aquí y él no. He vuelto a nacer. ¡Hasta pronto, Felipe!". Esas fueron las últimas palabras del riojano, ya con la voz entrecortada, después de narrar de una forma concisa cómo sucedieron los acontecimientos momentos antes y después del fatídico accidente, instantes de desesperación que le dejaron en estado de shock.
"Él subió muy rápido la cumbre y, en todo momento, se preocupó mucho por mí. Una vez que comenzamos a bajar notamos que nuestras piernas comenzaron a hundirse en una nieve más ligera y... Yo le miré, corrí y tuve la suerte de agarrarme al único bloque de hielo que se quedó aferrado. Entonces, durante hora y media, no paré de gritar su nombre", recordó.
Y cavó también con sus manos desesperadamente, lo que le ocasionó congelaciones, con la convicción de encontrar a quien había sido su compañero de cordada en tantas ocasiones. No tuvo respuesta. El cuerpo fue hallado a la mañana siguiente, a unos dos metros de profundidad, noventa minutos después de que diera comienzo el dispositivo de búsqueda. Terminó así la esperanza para una familia, desconsolada ayer, pero arropada por allegados y vecinos.
Su propio tío, el capuchino Miguel Ángel Osés, fue quien presidió el funeral -que concelebraron doce religiosos más- y quien también recordó a su sobrino en la homilía. Osés, desde el púlpito, tuvo palabras de apoyo para la familia y citó, en concreto, a la viuda, Rita Ascorbe Sánchez-Marín, y a la madre del montañero, Isabel Lazcano Osés. "Todos lo estamos pasando mal. Él, como reza su esquela, siempre estuvo arriba, como la copa de los árboles rozando el azul y, esta vez, la montaña le dio la espalda", reflexionó Miguel Ángel Osés.
Muy querido
La ceremonia terminó sobre las seis y media de la tarde, una hora después de que comenzara nada más entrar la familia al templo. Con las cenizas del montañero a los pies del comulgatorio, transcurrió una misa funeral que se escuchó también, a través de megafonía, en el atrio donde se habían quedado sin poder entrar a la parroquia decenas de personas; muchos de los que le conocían por ser integrante de la Agrupación Musical de Los Arcos, por su profesión como Arquitecto Técnico, por sus años como ciclista o por su afición, claro, a la montaña. El alcalde de Los Arcos, Jerónimo Gómez Ortigosa, miembros de su corporación municipal y otros representantes políticos de la Comunidad foral como Eradio Ezpeleta, éste en calidad de amigo de la familia, también envolvieron con su afecto a los allegados de Felipe Zurbano. Ahora, como homenaje póstumo, la familia baraja la posibilidad de esparcir sus cenizas por la sierra de Codés.
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