Fomentar los lazos de unión entre generaciones. Con este fin, la asociación de jubilados El Salvador y el colegio Rochapea de Pamplona mantienen un programa para que los mayores impartan sus lecciones
INTERCAMBIO de conocimientos, experiencias y cariño al margen del guión que marcan los libros. Suena el timbre del colegio público Rochapea de Pamplona, anunciando que las clases se reanudan tras la hora de comer, y los alumnos corren a sus pupitres.
Sin embargo, una vez al mes, los docentes se retiran a un segundo plano dejando paso a los más veteranos. A las tres de la tarde, una decena de socios de la asociación de jubilados El Salvador toma las riendas de la clase y saca de sus carpetas las lecciones que impartirán a sus nuevos alumnos.
Uno a uno, los estudiantes descienden las escaleras del centro acompañados por sus tutores en dirección al patio, donde gracias al acuerdo suscrito entre ambas entidades se ha creado un huerto de un centenar de metros cuadrados en el que Juan Miranda, uno de los jubilados, explicará a los menores cómo cultivar la tierra, las claves del respeto al medio ambiente y la esencia de las plantas autóctonas. "Los profesores trabajarán fichas con los alumnos para que el conocimiento sea completo", apunta Alberto Iglesias, director del centro.
Este proyecto, que realizarán hasta final de curso los estudiantes de 3º y 4º de Primaria, pretende potenciar las relaciones entre ambas generaciones. "La familia y el colegio son los dos pilares que darán forma a los jóvenes de ahora", explica Basilio Montero, presidente de la asociación.
Para todas las edades
Con este mismo fin, desde las dos entidades han potenciado una serie de actividades diferentes, en las que los jubilados se convertirán en profesores por unas horas. Así, atendiendo al curso en el que se encuentren los alumnos, podrán contarles cuentos escritos por Juan Herránz, uno de los socios, mostrarles las claves de los antiguos oficios o invitarles a visitar la asociación. "Les enseñamos cómo se juega a la rana o a la petanca y les invitamos a almorzar".
Por ello, gracias a este vínculo, dicen que no les importa que decenas de voces les llamen "abuelos". "Yo no tengo nietos y me encanta escucharles", asegura Goyo Guinda, vicepresidente de El Salvador.
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