Los principales monumentos románicos de Navarra se encuentran en buen estado. También se han restaurado muchas iglesias pequeñas de pueblo, pero todavía quedan varias que amenazan ruina
ELSA Plano Urdaci descubre algún roto nuevo siempre que visita Guerguitiáin. Es concejal de cultura del valle de Izagaondoa, y más o menos todos los meses se lanza por la pista que del pueblo de Induráin lleva al despoblado de Guerguitiáin y a su iglesia, un edificio levantado en el siglo XIII y que casi se ha convertido en un símbolo del románico navarro amenazado.
Hace apenas diez días, Elsa Plano entró de nuevo al viejo templo y, como mujer de carácter que es, se enfadó de nuevo porque la nieve y el transcurso del tiempo habían agrandado los destrozos. En el ábside deslumbra una grieta y en una zona de la bóveda la cubierta está a medio caer. En esa iglesia los días de mal tiempo llueve o nieva dentro del templo. Literalmente.
Andrés Ortega Alonso también conoce los problemas de Guerguitiáin. No es vecino de la zona, pero le apasiona el románico. Desde hace una decena de años, desde que se prejubiló de su trabajo como empleado de banca, ha gastado tiempo y dinero en recorrer la riqueza del románico en Navarra, construcciones que se construyeron en Navarra sobre todo entre los siglos XI y XII. Ortega es el autor de una página web que recoge la mayor parte de los edificios de la época en Navarra, ha sido miembro de la Asociación de Amigos del Románico en Navarra y es uno de los fundadores de la agrupación Astrolabio, que tiene entre sus objetivos sensibilizar a los pueblos del valor de su patrimonio histórico. En 2008 elaboró con sus compañeros un listado con una veintena de iglesias y ruinas que creían necesario restaurar. Ya entonces plantearon un objetivo prioritario, que sigue sin resolverse, el valioso claustro de la catedral de Tudela. En su lista aparecían otra docena de iglesias. Algunas, como San Martín de Tidón, en Viana, han sido reconstruidas. Otras, como Guerguitiáin, la cercana Vesolla, Bézquiz, San Pedro de Garínoain o Santa Magdalena de Mues, siguen su camino hacia su derrumbe.
Buen estado general
A pesar de estos ejemplos, Clara Fernández Ladreda, profesora de Historia del Arte de la Universidad de Navarra, asegura que el estado del románico en Navarra es "de 8,5, incluso de 9 sobre 10". Lo dice fijándose en el índice de uno de los libros de referencia sobre el arte de la época, que ella misma coordinó. Allí aparecen todos los grandes ejemplos del estilo medieval, como Leyre, Aralar, Ujué, Irache, Iranzu, San Pedro de la Rúa y San Miguel de Estella, entre muchos otros. Y todos, asegura, "están bien o están en proceso de restauración". El problema, por decirlo de alguna manera, es que en Navarra hay decenas de ejemplos de arte románico. "Era una construcción más sencilla y es quizá el estilo con mayor número de edificio". Cuando le hablan de Guerguitiáin y otras edificaciones, Ladreda se ve en la obligación de matizar y exponer su faceta de experta en arte . "Ninguna de ellas aparece en las publicaciones sobre arte europeo o español". Y, desde luego, ninguna tiene el valor de un conjunto tan amenazado o más, pero perteneciente al gótico: el claustro de la catedral de Pamplona, cuyos capiteles historiados llevan años perdiendo sus figuras.
El consejero de Cultura del Gobierno foral, Juan Ramón Corpas, también defiende el buen estado general del patrimonio románico. Asegura incluso que "nunca se había hecho tanto" y recuerda restauraciones recientes tan importantes como las de la Oliva, Fitero, Ujué o San Pedro de la Rúa. Es más, indica que también "ha habido sensibilidad" hacia las iglesias pequeñas. A bote pronto, recuerda una decena de construcciones que han sido recuperadas con la ayuda de la Administración en los últimos años: San Pedro de Usún; Santa María de Zamarce, en Huarte Araquil; Santa María de Arce; el Monasterio de Yarte, en Lete; San Martín de Cabanillas, Peña. "Hay que valorar que estos templos no son propiedad del Gobierno. La mayoría son del Arzobispado y algunas, de propiedad privada".
Atracción turística
El valor de estas iglesias no puede medirse sólo por lo artístico o lo histórico. Muchos pueblos ven en esas iglesias centenarias una forma de promoción de su zona. No hay más que pensar en la Valdorba, un valle especialmente rico en obras de aquellos siglos. El concejal de Garínoain Javier Inchusta, también colaborador de Astrolabio, calcula que el año pasado al menos 3.500 personas viajaron hasta ese valle de la Zona Media para completar alguna de las rutas del románico que han ideado como atractivo turístico. "Es un turista que no se contenta con cualquier cosa. Exige calidad".
La Valdorba, sin duda, la tiene. No en vano su románico fue elegida como una de las diez maravillas de Navarra en la votación que impulsó Diario de Navarra. Puede presumir de la iglesia de Echano, cerca de Olóriz, o de las iglesias de Olleta y Orísoain, entre otras bien conservadas. O de la ermita de Cataláin. La iglesia propiamente dicha es esbelta y se mantiene bien tras haber sido restaurada. Y sin embargo, bromea Inchusta, en las visitas guiadas tratan "de que los turistas pasen rápido y no miren a un lado". Porque en ese lado se encuentra lo que queda del monasterio, un abigarrado desorden de piedras, tierra, hierba y maderas. Unas ruinas donde aparece un arco románico desmontado en palés, estructuras de época romana invadidas por los matojos o vigas a medio derruir. Ya se restauró un edificio anejo y los ayuntamientos del valle tienen previsto arreglar un ala para crear una sede mancomunada. Pero quedará el resto. "No supondría demasiado", señala Inchusta. "Tendrían que presentar un proyecto de uso que esté en las líneas que el Gobierno contempla", replica Juan Ramón Corpas.
Tampoco cuesta mucho la restauración de Guerguitiáin. Se ha calculado en 50 millones de pesetas, pero el Ayuntamiento de Izagaondoa, de sólo 175 vecinos, no los tiene. En cambio, sí tienen ideas. Han creado un elaborado proyecto, la llamada ruta de Petrus (que toma el nombre de un cantero medieval que trabajó y dejó su marca en esa iglesia), que quiere favorecer el acceso a todo el patrimonio histórico, artístico y natural de Izagaondoa y su vecino Unciti. Que no es pequeño. El problema es que la ruta tiene "un faro": la ruinosa Guerguitiáin, que imaginan restaurada y con un observatorio de estrellas a su lado. Incluso han llegado a un convenio con el Arzobispado, propietario del templo, para sacar adelante el arreglo de la iglesia, que combinaría su utilización turística con el culto. Sólo les falta el dinero. "El Departamento de Cultura se ha echado para atrás", asegura Elsa Plano. Por el contrario, el consejero de Cultura anuncia que este año se elaborará la planimetría y el proyecto, primeros pasos para la restauración. Corpas, en todo caso, lamenta que ocasiones no exista en los ayuntamientos y en los propietarios "un compromiso proporcional a la exigencia que tienen hacia el Gobierno". Compromiso, claro está, supone aportación de dinero, o al menos buscar fuentes de financiación y subvenciones.
El problema, al fin y al cabo, es que son muchas las iglesias que requieren arreglos mayores o menores. Una a una, apenas suponen inversión. Sumadas, es otra cosa, y más en tiempos difíciles. "Con el dinero que se gastó para restaurar la Capilla Sixtina se podrían reparar 500 frescos renacentistas en Italia. Pero, ¿quién pediría reparar los frescos y no la Capilla?", se pregunta Fernández Ladreda. "Ya que no hay dinero para todo, hay que elaborar una lista de prioridades, de qué lugares hay que restaurar primero, en el que se tenga en cuenta el criterio científico, el valor artístico, pero también otros como la promoción turística".
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