"Lo que no hay derecho es a vivir tanto". Estas fueron algunas de las últimas palabras públicas pronunciadas por Ayala el pasado 2 de julio en un acto público. "¿A qué edad es uno lo que se dice un viejo?", se preguntaba Ayala en Días felices. Ayer él se fue con 103 años, pero no era viejo sino "un joven maduro e irónico" que atravesó el siglo sin renunciar a su vaso de whisky y a sus cucharadas de miel. Cuando se le preguntaba cuál era el secreto de su longevidad, siempre sonreía con malicia, y nunca quería decir, como sostiene la leyenda, si se debía al whisky o a la miel. Pero lo cierto es que la esposa y compañera del escritor, la hispanista estadounidense Carolyn Richmond, afirmaba tomaba miel tres veces al día, y cada vez que cumplía años la casa se les llenaba de botellas de whisky y de miel.
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