E L pasado lunes este periódico desveló que la Junta Directiva de Osasuna había solicitado un préstamo hipotecario de 8,6 millones dando como garantía unos terrenos que la asamblea del club había autorizado vender. Si esa operación requería o no una nueva autorización expresa de la asamblea es una cuestión que sólo atañe a los propios compromisarios, máximo órgano de gobierno del club, o, en el caso de que alguien desee agotar otra vía, a los tribunales de justicia.
No es menester de un medio de comunicación determinar o no la legalidad de los hechos, sino ofrecérselos a la sociedad navarra para que se forme su propia opinión. Osasuna no es un coto privado de nadie, sino un club en el que sus socios, y la propia sociedad, tienen derecho a conocer aquellas decisiones trascendentes para su futuro y su pervivencia como club deportivo. La segunda mayor hipoteca de la historia del club lo es.
Dejando de lado la exagerada reacción de las altas esferas del club y su entorno a la publicación de la noticia, cabe preguntarse con la cabeza fría por qué nadie comunicó absolutamente nada a la opinión pública durante siete meses, máxime si se defiende que la hipoteca ya se encontraba autorizada por la asamblea y no había nada que ocultar. Los socios dieron su voto a desprenderse de un terreno para ingresar en las arcas 15 millones y ahora se encuentran con una deuda hipotecaria de 8,6 y sin los ingresos prometidos por culpa de la crisis. La diferencia entre un extremo y otro es tan abismal que, independientemente de los fundamentos jurídicos que se esgriman, los socios tenían derecho a conocerlo. Decía recientemente el presidente de Osasuna, Pachi Izco, que daría las explicaciones oportunas a los socios que así lo reclamasen en la asamblea. Está obligado a ello si así se lo preguntan. Pero sería injusto no reconocer que si esa noticia no hubiese salido a la luz los socios jamás podrían haber preguntado sobre un tema que desconocían.
En la vida pública, y más cuando se ostenta un cargo de tanta representación como la presidencia de Osasuna, no basta con hacer las cosas y hacerlas bien, sino que también hay que exigir la debida transparencia. Los socios lo merecen como pago a la confianza que han depositado en quienes les gobiernan. Es justo reconocer, y así lo ha hecho y lo hará este medio de comunicación, que bajo la presidencia de Pachi Izco se han hecho muchas cosas bien. Pero eso ni debe ni puede conceder a nadie un cheque en blanco con el que tapar o silenciar aquellas informaciones que no son de su agrado. El ejercicio de la crítica, además de saludable, es algo que los dirigentes deben asumir con naturalidad. El discurso de "o conmigo o contra Osasuna" resulta perverso y no puede servir jamás de mordaza. El bien del club es algo que nos interesa a todos.
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