La fibra de carbono permite el abaratamiento del gasto en combustible pero produce mayor calentamiento en la aeronave
La sustitución del aluminio por la fibra de carbono para construir la estructura de los aviones podría conllevar una mayor fragilidad de las aeronaves en caso de impacto de un rayo, ha dicho Joan Montañá, profesor del departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Politécnica de Cataluña.
Montañá, que desarrolla un proyecto para la Agencia Espacial Europea (ESA) sobre la observación de los campos eléctricos de las tormentas, asegura que la fibra de carbono es "peor conductor de la electricidad" que el aluminio, que habitualmente se ha empleado en la construcción aeronáutica, y recuerda la "falta de experiencia" acerca del comportamiento de estos materiales.
La fibra de carbono permite una mayor ligereza del aparato con el consiguiente abaratamiento del gasto en combustible y es utilizado por los principales fabricantes de aeronaves como el europeo Airbus, pero sufre un mayor calentamiento aunque se revista de cobre, explica el investigador.
Debido a su ligereza, la fibra de carbono es utilizada también en las aspas de los aerogeneradores, que se convierten así en lanzas receptoras de rayos provocando importantes daños que engordan la factura de mantenimiento para los propietarios de granjas eólicas.
El proyecto europeo que la UPC desarrolla gracias a la financiación del Ministerio de Ciencia e Innovación prevé situar en 2012 un aparato de observación en el módulo Columbus de la Estación Espacial Internacional que se convertirá en el primer instrumento capaz de observar fenómenos eléctricos tormentosos desde el espacio.
Con este aparato los investigadores intentarán descifrar el origen de los rayos gamma que se sospecha podrían estar relacionados con los rayos y relámpagos originados por los fenómenos tormentosos y que permitirá mejorar los sistemas de protección contra los mismos, algo especialmente útil en el caso aeronáutico.
El proyecto, denominado Atmosphere Space Interaction Monitor (ASMI), se apoya en una serie de cámaras de alta velocidad situadas en tierra que, por primera vez en Europa, permitirán la observación detallada en un radio de 500 kilómetros de fenómenos como los 'elves' -anillos de luz generados a 50 kilómetros de altura- y los 'sprites' -descargas eléctricas verticales- que se sospechan podrían desprender rayos gamma en altas capas de la atmósfera.
El objetivo es observar, desde tierra y desde el espacio, si existe una correspondencia entre los rayos gamma, los 'sprites' y los 'elves' con las tormentas eléctricas, especialmente en zonas tropicales, donde la densidad de rayos es de entre 10 y 20 por kilómetros cuadrados al año (km²/año), entre 1 y 4 por km²/año en Europa.
Los relámpagos y los rayos son "muy desconocidos", apunta Montañá, que explica que la NASA empezó a interesarse por el fenómeno cuando un rayo impactó en la nave Apolo XI minutos antes de despegar y el Apolo XII recibió otro en pleno vuelo. "Fue entonces cuando se comprendió la necesidad de adoptar medidas de protección para las naves", añade.
El desconocimiento existente, indica el investigador, sobre los fenómenos eléctricos en altas capas de la atmósfera podría estar relacionado con los destellos luminosos que algunos pilotos aéreos han atribuido en ocasiones a Objetos Voladores No Identificados (OVNI).
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