El rival socialdemócrata, Frank-Walter Steinmeier, también mantiene un tono moderado en todas sus intervenciones
La campaña por las generales alemanas entra en su última semana sin la crispación habitual en una carrera por la Cancillería y contagiada del talante conciliador de la titular, Angela Merkel, y su rival socialdemócrata, Frank-Walter Steinmeier, dos políticos que basan su carisma en la normalidad.
Merkel avanza hacia la reelección sin despeinarse, Steinmeier no se desgañita pidiendo el voto: a ambos contrincantes les une una serenidad desconcertante en un sprint donde se juegan el futuro gobierno -ella- y el paso a la oposición -él-.
La agenda de la jefa de Gobierno y presidenta de la Unión Cristianodemócrata (CDU) no es la habitual en la recta final de campaña: a media semana interrumpirá los mítines para viajar a la cumbre del G-20 en Pittsburg (EE UU) y regresará el sábado para el cierre de campaña, la víspera del domingo electoral, el día 27.
Steinmeier sí se consagrará a tratar de arañar el voto de los indecisos, pese a las nulas expectativas que le dan los sondeos de superar a Merkel, su jefa en la Cancillería en sus cuatro años de ministro de Asuntos Exteriores, cuya Unión aventaja a los socialdemócratas en nueve puntos, según los últimos pronósticos.
Merkel combinará la campaña con los compromisos internacionales -y acrecentará su reputación en casa como líder de rango mundial-, mientras su rival buscará acortar distancias sin perder la sonrisa.
Sin salirse del guión
La tranquilidad de la canciller no se debe únicamente a su superioridad en los sondeos y la determinación de Steinmeier a no salirse de su guión tampoco se limita al hecho de que hasta ahora se comportaron como armónicos socios de coalición.
Forma parte de una manera peculiar de sustentar su carisma en la apariencia de seres corrientes. O sea, lo más cercanos posible a sus conciudadanos, a los que a su vez no les preocupa la poca variación de vestuario que exhibe la líder de la primera potencia europea.
Sus respectivos antecesores -el canciller socialdemócrata Gerhard Schröder y su ministro de Exteriores, el verde Joschka Fischer- hicieron las delicias de los medios con sus vibrantes intervenciones en el Parlamento y un estilo de vida algo más convulso.
Schröder y Fischer brindaron buen material a la prensa rosa y alegraron la vida política con frases brillantes, pero fueron la excepción que confirma la regla no escrita de que en Alemania a los políticos se les presupone discreción.
Merkel y Steinmeier son el reverso de la moneda. El marido de la líder de la CDU -el catedrático de Química Joachim Sauer- limita sus apariciones a acontecimientos especiales. Steinmeier y su esposa Elke responden al perfil de matrimonio estable y sin estridencias.
El aspirante socialdemócrata, forjado a la sombra de Schröder, ha copiado de aquél los gestos y hasta la voz, pero no es el animal de campaña que fue el ex canciller, que sí se desgañitaba hasta la afonía en pos del último voto.
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La canciller y candidata a la reelección, Angela Merkel, mira a la cámara al finalizar un mitin, ayer en la localidad de Finsterwalde. REUTERS
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