No tuvo ningún problema en la etapa de la Sierra de Madrid en la que Gesink se hundió y perdió casi cinco minutos
Alejandro Valverde miró a Samuel Sánchez bajando Navacerrada, a 80 kilómetros por hora encima de una bicicleta, con todo en juego, más por el riesgo que tenía ese descenso que por debilidad. Juanjo Cobo ganaría en La Granja, después de un combate que se jugaba a un asalto, en pocos segundos, en pocos kilómetros: era el asalto final, el combate del miedo, del temor a sufrir una caída, de no arriesgar más de lo necesario.
Lo hizo para darle a entender que no se iba a arrugar, que podía seguir trazando curvas imposibles, que él no se iba a quedar cortado, que no le va a ganar la Vuelta. Se colocó delante de Samuel y la carrera se terminó, al menos hasta la contrarreloj.
No había más terreno. Ya no quedaban curvas para jugar con la suerte. Samuel Sánchez y Euskaltel habían roto de forma definitiva a Robert Gesink, que perdió 4:44 en la meta y que sigue generando dudas sobre su futuro en las carreras de tres semanas. Se había quedado descolgado en el primer paso por Navacerrada. Rabobank le metió de nuevo delante. En el segundo paso iba vacío. No había nada que hacer. Se estaba despidiendo del podio.
Gesink lloraba en el autobús de su equipo. Erik Breukink, su director, no podía soportar a su corredor deshecho, roto: "No le deseo a nadie vivir esto. Ha recibido demasiado castigo. Decidiremos si sale en la contrarreloj. Ya ha tenido bastante".
Mientras, en la carrera, hubo dos amagos de ataque de Samuel Sánchez en la parte final de Navacerrada. Incluso Basso intentó aprovechar el trabajo del polaco Szmyd. Valverde lo controlaba todo, como antes lo había hecho su equipo. Salió todavía más reforzado de un final que parecía complicado para sus intereses, con 16 segundos ganados gracias a las bonificaciones y la carrera prácticamente sentenciada. Samuel Sánchez e Iván Basso le deben de escoltar en el podio. Pero queda Cadel Evans en juego.
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Valverde, con Purito Rodríguez y Samuel Sánchez en la etapa. EFE
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